Crítica: "Kabaddi", un thriller psicológico de Pablo Meza sobre la fragilidad de la clase media

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"Kabaddi"
"Kabaddi"
Por Juan Pablo Russo         

Cinco amigos, una isla en el Delta y un juego ancestral exponen las fisuras sociales en "Kabaddi" (2024), la película argentina dirigida por Pablo José Meza que convierte el entretenimiento en una experiencia límite. La película se instala en el terreno del thriller psicológico argentino para desplegar un estudio sobre las tensiones ocultas de la clase media urbana. Con un relato que simula el tono de una aventura entre amigos pero que pronto se desvía hacia una exploración de conflictos interpersonales y mandatos sociales, el film utiliza el juego tradicional del sur asiático como catalizador simbólico de una convivencia forzada, regida por la sospecha, el prejuicio y la competitividad.

En el núcleo narrativo de "Kabaddi" está el deporte homónimo, poco conocido en Argentina, que funciona como una alegoría de la lucha constante por mantener el equilibrio dentro de un grupo atravesado por contradicciones ideológicas. Cinco amigos llegan a una isla del Delta del Paraná con la intención de desconectarse. Sin embargo, una huelga de transporte los aísla del continente y convierte ese espacio de recreación en un microcosmos regido por la desconfianza, la imposibilidad de escape y el peso de lo no dicho.

La película convierte el kabaddi en un juego de roles donde se revelan jerarquías ocultas, códigos machistas, defensas inconscientes frente al lenguaje inclusivo y una mirada crítica sobre las nuevas formas de vinculación que atraviesan a la clase media argentina. Meza construye una ficción que juega con las formas de lo lúdico para desarticular lo social.



La puesta en escena aprovecha el aislamiento geográfico y una arquitectura opresiva para potenciar el clima de encierro. El uso de tomas cenitales colabora con la intención de vigilar a los personajes desde una mirada omnipresente, como si estuvieran atrapados en un tablero invisible. Aunque la duración extendida (más de 120 minutos) y ciertas decisiones estéticas resultan discutibles, la propuesta consigue sostener una progresión dramática construida sobre la erosión emocional y la tensión creciente.

La atmósfera se espesa con cada escena, y la cámara persigue los movimientos con una proximidad que incomoda. La convivencia forzada funciona como motor de revelaciones, donde las discusiones por banalidades devienen en enfrentamientos que exponen ideologías disonantes. El guion no teme ingresar en terrenos incómodos, tematizando el feminismo, los vínculos afectivos, el lenguaje y las políticas del cuerpo con una mirada crítica, aunque no siempre precisa.

Las actuaciones contribuyen a sostener el clima general. Cada intérprete articula matices en su vínculo con los otros, permitiendo que la dinámica coral no se disuelva en estereotipos. El aislamiento no es solo físico: también es mental, afectivo, ideológico. Y en esa clausura compartida, donde el cuerpo se expone tanto como el discurso, "Kabaddi" revela que lo que está en disputa es la forma en que decidimos —o no— habitar el vínculo con los otros.

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