Crítica Netflix: "En el barro", el universo de "El marginal" en clave femenina

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"En el barro"
"En el barro"
Por Juan Pablo Russo                

"En el barro" es el spin-off de la serie argentina "El marginal" que lleva su fórmula a un pabellón femenino. Dirigida por Alejandro Ciancio y con un elenco ecléctico que combina regresos y nuevos talentos, la serie preserva el ADN de la saga y lo reinterpreta en un contexto marcado por otras reglas, sensibilidades y estrategias de supervivencia.
Sebastián Ortega no rompe con la fórmula de "El marginal", la reproduce y la acomoda a otro territorio. La cárcel de mujeres es el nuevo escenario, pero el mapa de poder sigue reconociendo los mismos relieves: facciones en disputa, alianzas que duran lo que un cigarrillo, corrupción institucional y violencia como mecanismo de supervivencia.

El primer episodio es una carta de presentación. Siete presas viajan en un transporte blindado rumbo a El Quebranto, una prisión "modelo" para mujeres. No todas llegarán por el camino previsto. Una emboscada narco, destinada a rescatar a una de ellas, Amparo (Ana Rujas), provoca el vuelco del vehículo, la muerte de varios policías y de una de ellas. Las sobrevivientes emergen del agua y del barro, sin escapatoria, y continúan el trayecto hasta el penal con un nuevo estatus: reclusas con fama televisiva antes de pisar su celda.



En ese grupo está Gladys "la Borges" (Ana Garibaldi), con vínculos directos con la saga original; Marina Delorsi (Valentina Zenere), modelo acusada de asesinar a su novio empresario; Yael (Carolina Ramírez), madre presa por narcotráfico; Solita (Camila Peralta), ladrona de origen humilde; y la Dra. Olga Giuliani (Erika de Sautu Riestra), cirujana plástica implicada en un caso de mala praxis. Cinco trayectorias distintas que se cruzan en el mismo punto ciego.

Dentro de El Quebranto, la estructura se sostiene en dos polos que se atraen y repelen. La Zurda, encarnada por Lorena Vega, lidera un negocio interno de videos eróticos que funcionan como moneda de cambio y fuente de poder. Frente a ella, la veterana interpretada por Cecilia Rossetto, heredera de la lógica más tradicional de la prisión. Entre ambas se abre un conflicto que no tarda en contaminar todos los pasillos. La directora Moranzón, a cargo de Rita Cortese, arbitra con privilegios medidos: celulares, wifi, alcohol. Pero detrás de esa aparente flexibilidad se esconde un negocio clandestino junto al médico del penal, interpretado por Marcelo Subiotto, que trafica recién nacidos hacia adopciones ilegales.

El ecosistema se completa con Juana Molina como "Piquito", cuya energía excéntrica introduce un respiro en medio de la tensión constante, y con la participación de la cantante María Becerra, la recientemente fallecida Alejandra "Locomotora" Oliveras y Tatu Glikman como "La China" una joven viuda negra. A estas incorporaciones se suman los regresos de Juan Minujín, Maite Lanata y Gerardo Romano, que refuerzan el vínculo con el universo original.

El guion, escrito por Silvina Frejdkes, Alejandro Quesada, Omar Quiroga y Ortega, mantiene la estructura coral que caracteriza a la franquicia, entrelazando historias individuales y colectivas. La violencia, aunque constante, funciona como herramienta narrativa y no como mero espectáculo.

La dirección de Alejandro Ciancio refuerza la densidad espacial y utiliza la arquitectura de El Quebranto para intensificar la sensación de encierro. Alterna planos cerrados que capturan la intimidad y la tensión de los personajes con recorridos que amplían la geografía de la prisión, revelando que el poder se disputa en cada rincón, desde el patio central hasta el sector de madres, donde la calma aparente oculta nuevas jerarquías.

"En el barro" (2025) no es una reinvención, sino una expansión que confirma la vigencia de un modelo narrativo probado. Su traslado al universo femenino no altera la lógica de facciones, pactos y traiciones, pero introduce variaciones que abren nuevas capas de lectura: la maternidad como espacio de control y resistencia, la sexualidad como herramienta de negociación y la economía de los cuerpos como engranaje silencioso del sistema. No busca dinamitar su origen, sino reafirmarlo, demostrando que el atractivo de este microcosmos no reside solo en la violencia que lo atraviesa, sino en la forma en que sus personajes aprenden a sobrevivir a ella.

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