Crítica Venecia: "Calle Málaga", un regalo de y para Carmen Maura

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Maura, en "Calle Málaga"
Maura, en "Calle Málaga"
Por Santiago Echeverría     

En el corazón de la Medina de Tánger, Marruecos, ciudad gestionada durante años por España, en un apartamento de la calle Málaga donde el sol se cuela por los balcones y la música de una vieja canción flota en el aire, una mujer de casi ochenta años decide que su vida no va a ser definida por su edad. "Calle Málaga", la nueva película de la marroquí Maryam Touzani estrenada en la Mostra de Venecia, es el retrato de esa mujer, María Ángeles, interpretada por una Carmen Maura que dota al personaje de una profundidad y una autenticidad arrolladoras.

La cámara sigue a María Ángeles en su rutina matutina, comprando en el mercado y charlando con los vecinos en un fluido cambio entre árabe y español. Es evidente que no es solo una residente más; es un pilar de esa comunidad multicultural. Su vida en Tánger, ciudad natal de la propia Touzani, está tejida con los hilos de la pertenencia y la memoria. Por eso, cuando su hija Clara, interpretada por Marta Etura, llega desde Madrid con la intención de vender el piso para solucionar sus propios problemas económicos, la decisión no se vive como un simple traslado, sino como un desarraigo violento.

El conflicto inicial da paso a una historia de resistencia silenciosa. María Ángeles, tras una breve y claustrofóbica estancia en una residencia, regresa a su hogar vacío, decidida a recomponerlo, pieza a pieza, readquiriendo sus muebles empeñados. Es en este proceso de reconstrucción física y emocional donde conoce a Abslam, un anticuario interpretado por Ahmed Boulane. Lo que comienza como una transacción comercial deriva en una conexión inesperada. La película trata su romance posterior con una naturalidad inusual, mostrando la intimidad y el deseo en la vejez no como un chiste, sino con una ternura y un respeto que resulta conmovedor.



Touzani evita caer en el melodrama fácil. En lugar de presentar a Clara como un villana unidimensional, la muestra como una mujer pragmática, agobiada por sus propias circunstancias, lo que añade una capa de tristeza realista a su distanciamiento. La relación más reveladora es, quizás, la que María Ángeles mantiene con la hermana Josefa, una monja de clausura que ha hecho voto de silencio y se convierte en la receptora de sus confidencias más íntimas y descaradas, generando momentos de un humor genuino y liberador.

La directora marroquí construye la película como un mosaico de la vida comunitaria en Tánger, filmada con una calidez que hace palpable el afecto por la ciudad. La fotografía de Virginie Surdej baña las calles y los interiores con una luz dorada, haciendo que cada plano respire vida. Un elemento recurrente, la canción "Toda Una Vida" de María Dolores Pradera, actúa como un leitmotiv emocional, cambiando de significado a medida que la protagonista recupera el control de su existencia.

Aunque la trama a veces transita por caminos narrativos previsibles y algunos personajes secundarios carecen del mismo relieve que la protagonista, la fuerza del film reside en su mirada honesta y afectuosa hacia una mujer que se niega a ser invisible, un regalo interpretativo de Touzani a la española Carmen Maura y de la que fuera "Chica Almodóvar" a sus espectadores. "Calle Málaga" no es un drama sobre la pérdida, sino una celebración de la resiliencia. Es un recordatorio de que la búsqueda de la identidad, el amor y la autonomía no conoce fronteras de edad, y que el lugar que uno elige llamar hogar es, en última instancia, un refugio para el alma.

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