Crítica: "Romería", de Carla Simón, un viaje para encontrar la propia identidad
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Por José Daniel Díaz
La tercera película de la directora Carla Simón, "Romería", ha llegado a los cines españoles avalada por su proyección en el festival de Cannes, el más prestigioso del mundo, y su selección entre las tres candidatas españolas a representarnos en los Oscar. Una carta de recomendación muy potente para este viaje a través de la memoria y el pasado que siempre tiene reflejo en el presente.
Carla Simón cierra su particular trilogía sobre sus recuerdos y la familia con "Romería", un proyecto muy personal donde vemos reflejada a la directora en todos y cada uno de los pasos de su protagonista Marina (Llúcia García). En cierta forma nos deja cotillear en sus lugares más escondidos e íntimos para hacernos partícipes de un viaje físico, emocional y familiar. Una experiencia que comparte con el espectador en un alarde de generosidad.
Tras el enorme trabajo que fue "Alcarrás" (Oso de oro en Berlín), las expectativas eran muy altas. Pero Carla Simón no se mueve un ápice de sus inquietudes y necesidades. Ella, que ha vivido una situación familiar muy difícil, retrata poéticamente lo que podría ser un gran drama condenado por las drogas, la desestructuración familiar y la búsqueda de la propia identidad.
Sin embargo, el resultado no deja de ser menos impactante. En pequeñas píldoras descubrimos los 80 en Vigo, la necesidad de libertad, las esperanzas y la decadencia, la época que cambió una nación. A través del objetivo de la cámara de Marina, volamos de una manera muy nostálgica a tiempos pasados. Y sobre todo, a sus consecuencias hoy, a la necesidad tanto de olvidar como de contarlo esperando que alguien te explique cómo debes afrontarlo.
Se rodea de dos debutantes, Llúcia García y Mitch, más que probables nominados al Goya a mejor actriz y actor revelación respectivamente. Cumplen en sus papeles, quizás con más fuerza el propio Mitch al que parece encajar el personaje como anillo al dedo. Una pareja que se abraza a grandes y experimentados talentos de la interpretación como Tristán Ulloa o José Angel Egido.
Este viaje inicia excesivamente pausado, regodeándose en los planos tan maravillosos que ofrece el paisaje vigués. No acaba de arrancar la película hasta bien entrado el metraje y eso no deja de ser un pequeño inconveniente para el espectador. En cierta forma, la sensación es de haber perdido una gran oportunidad de volar de una buena a una legendaria película.
Pero todo ello no desmerece el don que tiene Carla Simón para contar historias, para dirigirlas y generar un aura de verdad en todo lo que hace. Sin duda, es una película de la que oiremos hablar mucho en los próximos meses. Porque un talento como el de Carla Simón no nace todos los días.
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La tercera película de la directora Carla Simón, "Romería", ha llegado a los cines españoles avalada por su proyección en el festival de Cannes, el más prestigioso del mundo, y su selección entre las tres candidatas españolas a representarnos en los Oscar. Una carta de recomendación muy potente para este viaje a través de la memoria y el pasado que siempre tiene reflejo en el presente.
Carla Simón cierra su particular trilogía sobre sus recuerdos y la familia con "Romería", un proyecto muy personal donde vemos reflejada a la directora en todos y cada uno de los pasos de su protagonista Marina (Llúcia García). En cierta forma nos deja cotillear en sus lugares más escondidos e íntimos para hacernos partícipes de un viaje físico, emocional y familiar. Una experiencia que comparte con el espectador en un alarde de generosidad.
Tras el enorme trabajo que fue "Alcarrás" (Oso de oro en Berlín), las expectativas eran muy altas. Pero Carla Simón no se mueve un ápice de sus inquietudes y necesidades. Ella, que ha vivido una situación familiar muy difícil, retrata poéticamente lo que podría ser un gran drama condenado por las drogas, la desestructuración familiar y la búsqueda de la propia identidad.
Sin embargo, el resultado no deja de ser menos impactante. En pequeñas píldoras descubrimos los 80 en Vigo, la necesidad de libertad, las esperanzas y la decadencia, la época que cambió una nación. A través del objetivo de la cámara de Marina, volamos de una manera muy nostálgica a tiempos pasados. Y sobre todo, a sus consecuencias hoy, a la necesidad tanto de olvidar como de contarlo esperando que alguien te explique cómo debes afrontarlo.
Se rodea de dos debutantes, Llúcia García y Mitch, más que probables nominados al Goya a mejor actriz y actor revelación respectivamente. Cumplen en sus papeles, quizás con más fuerza el propio Mitch al que parece encajar el personaje como anillo al dedo. Una pareja que se abraza a grandes y experimentados talentos de la interpretación como Tristán Ulloa o José Angel Egido.
Este viaje inicia excesivamente pausado, regodeándose en los planos tan maravillosos que ofrece el paisaje vigués. No acaba de arrancar la película hasta bien entrado el metraje y eso no deja de ser un pequeño inconveniente para el espectador. En cierta forma, la sensación es de haber perdido una gran oportunidad de volar de una buena a una legendaria película.
Pero todo ello no desmerece el don que tiene Carla Simón para contar historias, para dirigirlas y generar un aura de verdad en todo lo que hace. Sin duda, es una película de la que oiremos hablar mucho en los próximos meses. Porque un talento como el de Carla Simón no nace todos los días.
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