Javier Fesser escribe sobre el origen de su película "Camino"
- por © Alta Films-NOTICINE.com
Por Javier Fesser *
Conocí la historia de una adolescente madrileña actualmente en proceso de beatificación hace 20 años, por casualidad, a través de un libro que relataba el proceso de su penosa enfermedad pero que trataba, sobre todo, de la entereza de la niña y su familia ante el dolor y la muerte.
Eso fue el inicio de todo, ya que aquella historia desencadenó en mí la curiosidad y la necesidad de encontrar las respuestas a cosas que yo soy incapaz de comprender: ¿qué significa “ofrecer” el dolor?, ¿cómo se puede aceptar que la desgracia es fruto y señal del amor de Dios?, ¿cómo se puede morir feliz a los catorce años?, ¿cómo actuaría yo ante una tragedia similar?
En mi búsqueda me encontré con la historia de Montse Grases, otra adolescente que en su lecho de muerte pidió la admisión en el Opus Dei, la historia de Bernadette Soubirous, la vidente de Lourdes que jamás deseó su destino, la de los pastorcillos Lucía, Francisco y Jacinta, a quienes la Virgen confesó sus secretos, la historia de Mari Carmen García Valerio, la niña que “se entregó a Dios”, la vida de Santa Teresa de Lisieux y muchos otros que se sintieron privilegiados con el sufrimiento porque vieron algo hermoso en él. Pero estos personajes también me han conducido hasta otras historias mucho más cotidianas que me han permitido reconstruir con rigor y precisión el paisaje dónde todo esto presume de tener especial sentido: el Opus Dei.
Se trata del testimonio y las experiencias de muchísimas personas que pertenecen o han pertenecido a este entorno y que me han permitido indagar en el oscuro y hermético mundo de esta institución que legalmente se denomina “prelatura personal”. De todo ello no me han interesado los datos, ni los comportamientos, ni siquiera las creencias. Sólo he indagado en torno a los sentimientos de esas personas porque todas ellas, cada una a su manera, buscan exactamente lo mismo: la felicidad. ¿Y quién no?
"Camino" pretende ser una historia objetiva, sin prejuicios ni estereotipos. Una película espaciosa que muestre la realidad sin juzgarla. Casi una radiografía. Por eso precisamente se permite el lujo de ser nítida, directa y contundente.
Ojalá haya conseguido transmitir todo lo que estas historias me han sugerido alejado de estereotipos y prejuicios, dejando espacio al espectador, porque mi posición es justo la contraria a la que el título sugiere: nada más lejos de la intención de la película que marcar un camino, señalar a nadie, o decidir quién está en lo cierto y quién no. Lo único que esta historia denuncia es la actitud de aquellos y aquellas que se empeñan en evangelizar y vender a los demás su punto de vista, sea para alabar a san Benito, sea para hablar catalán o sea para pertenecer al Real Madrid.
(*): Javier Fesser (Madrid, 1964) llamó la atención por sus primeros cortos "Aquel ritmillo" (1995) y "El secleto de la tlompeta" (1996), con una línea de humor barroco que prosiguió en el largometraje con "El milagro de P. Tinto", que fue visto por 1.300.000 espectadores. Su segundo film, "La gran aventura de Mortadelo y Filemón", batió records (5.500.000 espectadores) y obtuvo cinco Goyas. Este viernes estrena el tercero, en el que ha ejercido como guionista, director, productor y montador.
Conocí la historia de una adolescente madrileña actualmente en proceso de beatificación hace 20 años, por casualidad, a través de un libro que relataba el proceso de su penosa enfermedad pero que trataba, sobre todo, de la entereza de la niña y su familia ante el dolor y la muerte.
Eso fue el inicio de todo, ya que aquella historia desencadenó en mí la curiosidad y la necesidad de encontrar las respuestas a cosas que yo soy incapaz de comprender: ¿qué significa “ofrecer” el dolor?, ¿cómo se puede aceptar que la desgracia es fruto y señal del amor de Dios?, ¿cómo se puede morir feliz a los catorce años?, ¿cómo actuaría yo ante una tragedia similar?
En mi búsqueda me encontré con la historia de Montse Grases, otra adolescente que en su lecho de muerte pidió la admisión en el Opus Dei, la historia de Bernadette Soubirous, la vidente de Lourdes que jamás deseó su destino, la de los pastorcillos Lucía, Francisco y Jacinta, a quienes la Virgen confesó sus secretos, la historia de Mari Carmen García Valerio, la niña que “se entregó a Dios”, la vida de Santa Teresa de Lisieux y muchos otros que se sintieron privilegiados con el sufrimiento porque vieron algo hermoso en él. Pero estos personajes también me han conducido hasta otras historias mucho más cotidianas que me han permitido reconstruir con rigor y precisión el paisaje dónde todo esto presume de tener especial sentido: el Opus Dei.
Se trata del testimonio y las experiencias de muchísimas personas que pertenecen o han pertenecido a este entorno y que me han permitido indagar en el oscuro y hermético mundo de esta institución que legalmente se denomina “prelatura personal”. De todo ello no me han interesado los datos, ni los comportamientos, ni siquiera las creencias. Sólo he indagado en torno a los sentimientos de esas personas porque todas ellas, cada una a su manera, buscan exactamente lo mismo: la felicidad. ¿Y quién no?
"Camino" pretende ser una historia objetiva, sin prejuicios ni estereotipos. Una película espaciosa que muestre la realidad sin juzgarla. Casi una radiografía. Por eso precisamente se permite el lujo de ser nítida, directa y contundente.
Ojalá haya conseguido transmitir todo lo que estas historias me han sugerido alejado de estereotipos y prejuicios, dejando espacio al espectador, porque mi posición es justo la contraria a la que el título sugiere: nada más lejos de la intención de la película que marcar un camino, señalar a nadie, o decidir quién está en lo cierto y quién no. Lo único que esta historia denuncia es la actitud de aquellos y aquellas que se empeñan en evangelizar y vender a los demás su punto de vista, sea para alabar a san Benito, sea para hablar catalán o sea para pertenecer al Real Madrid.
(*): Javier Fesser (Madrid, 1964) llamó la atención por sus primeros cortos "Aquel ritmillo" (1995) y "El secleto de la tlompeta" (1996), con una línea de humor barroco que prosiguió en el largometraje con "El milagro de P. Tinto", que fue visto por 1.300.000 espectadores. Su segundo film, "La gran aventura de Mortadelo y Filemón", batió records (5.500.000 espectadores) y obtuvo cinco Goyas. Este viernes estrena el tercero, en el que ha ejercido como guionista, director, productor y montador.