Colaboración: Buñuel puro y en vena
- por © NOTICINE.com
Por Valentín Fernández-Tubau*
Mil y una noches no fueron suficientes para enmarcar sus encuentros. Fueron más de dos millares, compartidas en lugares como el Monasterio de El Paular, paradores de turismo en Toledo o en la Sierra de Cazorla, balnearios en México... Encuentros intermitentes durante casi veinte años... Encierros abstraídos del mundo, desgajando a solas intensas horas, compartiendo la mente y la imaginación, riendo, creando...
Sin embargo, no es la historia de dos amantes apasionados y eternos. No estamos hablando siquiera de furtivos encuentros para encurtir el amor. Se trata de la relación profesional entre dos autores que, asociados por una mágica sinergia, conjuraban magistralmente para impregnar al cine de una inspiradora y desafiante creatividad. Eran Buñuel y su guionista, Jean-Claude Carrière.
Esta semana, En la Academia de Cine, Carrière desveló secretos muy íntimos. Como que el vino y el sexo de los insectos fueran dos de los ingredientes decisivos que inclinaron la balanza del gran cineasta a su favor, cuando éste le interrogó en el transcurso de una cita gastronómica para examinar su potencial. Era la primera vez que se veían.
Había pedido un guionista joven y con experiencia en la vida de provincias. Pero Carrière jamás imaginó que la primera pregunta, soltada con una solemnidad apabullante, sería si le gustaba el vino; no sólo le gustaba sino que su familia se dedicaba a cultivar el néctar rojo. Buñuel le dio un sobresaliente en la primera prueba.
Menos popular que el gusto por el buen vino, era el conocimiento que Buñuel tenía de los insectos: podía recitar los nombres de todos ellos en latín. Y Carrière, curiosamente, había rodado un documental sobre el sexo de estos animales. ¡Otro sobresaliente! Si resultaba un guionista mediocre, al menos tendrían de qué hablar, le dijo.
Pero de algo más hablaron en aquella comida... De cómo adaptar una novela. Y la propuesta de Carrière de concentrar en un par de escenarios la progresión episódica e itinerante de la obra discutida coincidía con la idea de Buñuel. ¡Matricula de honor! La comunión se había establecido.
La generosidad con la que el guionista francés y ahora biógrafo de nuestro más célebre cineasta, nos permitió ver y sentir lo que fue la vida en común de estos dos colosos del arte de hacer películas, es impagable.
Considerado como uno de los mejores y más originales directores de la historia del cine, Buñuel encontró en Carrière al perfecto complemento. Pero ¿cómo trabajaba este tándem? Fue una pregunta que la guionista-directora y presidenta de la Academia de Cine , Ángeles González Sinde, enunció haciéndose eco del mayor anhelo de los guionistas que poblábamos la sala.
La respuesta del autor francés fue precisa.
Se aislaban del mundo. Sin mujeres, sin amigos. Recluidos por periodos hasta que salía algo de lo que buscaban engendrar. O hasta que no salía nada. Incluso los genios tienen ocasiones para la nada.
He aquí la receta mágica que desenfundó sin recelos: desayuno, paseo, tres horas de trabajo conjunto, comida, paseo, otras tres horas de trabajo conjunto, media hora para ejercitar la mente creando historias nuevas a solas, reencuentro en el bar para contar y recibir opinión de las nuevas historias, y, finalmente, tres horas de escritura de Carrière en solitario, para recopilar el trabajo del día.
Stop. Hay que pararse a pensar.
En la receta mágica hay dos aspectos demasiado importantes que no podemos obviar. Hemos oído: generación de ideas y... ¿pitching?
Carríère se expresó con claridad cuando nos desveló que en su día a día, en su método de trabajo, había un alto muy importante. Cada uno de ellos por separado tenía que idear una nueva historia. Y si no llegaba a ser historia, al menos se creaba algo. Cada día. Sin excepción.
Conclusión - Receta Buñuel 1: practicar gimnasia cerebral creando nuevas historias, a diario.
Pero después de crear a solas, los dos magos se encontraban en el bar y distendidamente se contaban lo creado y opinaban sobre ello. Conscientes de la importancia que para un guionista y un director tiene el saber contar de qué va su historia, practicaban lo que años más tarde se ha popularizado con el término "pitching". Así pues, cada día dedicaban parte de su tiempo a mejorar en el arte de contar historias en pocas palabras. A veces salían joyas, otras, hojas para la hoguera, pero eso no era lo importante.
Conclusión - Receta Buñuel 2: practicar diariamente el pitching
Me sentí halagado al saber que el mismísimo Buñuel incorporaba en su vida diaria lo que desde hace años intento transmitir como necesidad básica en la vida profesional del guionista: la de practicar la generación de ideas y el pitching, aparte de cultivar el sano arte de escribir guiones.
Sin embargo, mi regocijo fue mayor al escuchar de labios del maestro francés que Buñuel tenía siempre en cuenta al público. Muchos saben que ésta es la piedra angular de la teoría sobre el guión que defiendo, no por el afán de encontrar una superficial respuesta traducida en tesoros de taquilla, sino por el sentido que tiene contemplar al guión como un proceso de comunicación autor-público, y no sólo a obra completa sino momento a momento.
¿Pero cómo integraba el genio aragonés al público en su proceso creativo?
Carrière nos sorprendió, y a mi muy agradablemente, al contar que en todo momento, Buñuel y él tenían a una pareja imaginaria junto a ellos. Una pareja de franceses medios, a la que llamaban por un nombre ya familiar, y que pertenecía al mundo concreto, tangible, en contraposición al público como ambigüedad. A esa pareja invisible le preguntaban si les gustaba esto o lo otro. Y según contestase, había cambios. El trabajo creativo tenía un público permanente -la parejita- que juzgaba su progreso a cada instante. ¿Un nuevo síndrome o trastorno de la creatividad? ¿Acaso una "esquizofrenia artística teledirigida"? Desencantemos a nuestros pomposos psiquiatras y llamémosle simplemente "genialidad sin tapujos".
Conclusión - Receta Buñuel 3: considerar al público desde el minuto uno de escritura, momento a momento, incluso si para ello es necesario volver a los olvidados y quizá temidos calabozos de la niñez y liberar de nuevo al amigo imaginario.
Seguro que todos podemos intuir cómo debían ser aquellos días chapoteando lúdicamente en los charcos de la creatividad. Con disciplina y trabajo, pero con una intensidad y libertad neuronal envidiable.
Durante el encuentro, nos reímos cuando se contó que Cukor le organizó un homenaje sorpresa a Buñuel en el que aterrizaron desde un John Ford en silla de ruedas hasta William Wyler, Billy Wilder, Alfred Hitchcock y un sinfín más de maestros consagrados del cine que quisieron rendirle tributo como a uno de los mejores directores en la historia del cine. No lo esperaba.
También me enteré que el más ausente y a la vez presente de nuestros grandes cineastas había aportado ideas concretas a obras de Chaplin, y constaté que el espíritu travieso de los días surrealistas lo supo llevar siempre consigo, incluso en su trabajo con Carrière, como cuando se hizo el muerto y sobresaltó a su guionista. Un año después olvidó su travesura y la intentó por segunda vez. Esta vez, Carrière sonrió.
¿Pero acaso no eran tal para cual? "¡Locura de guionista!" - sentenció un día a Carrière. Éste había propuesto a Buñuel que la protagonista del guión que acababan de crear fuera interpretada por dos actrices diferentes debido a la personalidad tan dual que poseía el personaje. ¡Desechado por absurdo! Pasado el tiempo, iniciado ya el rodaje de "Ese oscuro objeto del deseo", no había forma de que la actriz diese lo que Buñuel pretendía. En un aparte, éste miró al productor y le dijo: "¿Conoces a alguna mujer que pueda ser todas las mujeres?" El productor le leyó la mente. "¿Estás proponiendo a dos actrices para el mismo papel?" Locuras de Buñuel. Locuras de Carrière. Gloria para el cine.
Carrière nos dio una buena dosis de Buñuel, directa en vena. Que en estos momentos de paludismo cinematográfico extendido por los mosquitos del inmovilismo, al menos, sea inspiradora.
(*): Valentín Fernández-Tubau es guionista y uno de los principales especialistas españoles en análisis de guión, además de docente.
Mil y una noches no fueron suficientes para enmarcar sus encuentros. Fueron más de dos millares, compartidas en lugares como el Monasterio de El Paular, paradores de turismo en Toledo o en la Sierra de Cazorla, balnearios en México... Encuentros intermitentes durante casi veinte años... Encierros abstraídos del mundo, desgajando a solas intensas horas, compartiendo la mente y la imaginación, riendo, creando...
Sin embargo, no es la historia de dos amantes apasionados y eternos. No estamos hablando siquiera de furtivos encuentros para encurtir el amor. Se trata de la relación profesional entre dos autores que, asociados por una mágica sinergia, conjuraban magistralmente para impregnar al cine de una inspiradora y desafiante creatividad. Eran Buñuel y su guionista, Jean-Claude Carrière.
Esta semana, En la Academia de Cine, Carrière desveló secretos muy íntimos. Como que el vino y el sexo de los insectos fueran dos de los ingredientes decisivos que inclinaron la balanza del gran cineasta a su favor, cuando éste le interrogó en el transcurso de una cita gastronómica para examinar su potencial. Era la primera vez que se veían.
Había pedido un guionista joven y con experiencia en la vida de provincias. Pero Carrière jamás imaginó que la primera pregunta, soltada con una solemnidad apabullante, sería si le gustaba el vino; no sólo le gustaba sino que su familia se dedicaba a cultivar el néctar rojo. Buñuel le dio un sobresaliente en la primera prueba.
Menos popular que el gusto por el buen vino, era el conocimiento que Buñuel tenía de los insectos: podía recitar los nombres de todos ellos en latín. Y Carrière, curiosamente, había rodado un documental sobre el sexo de estos animales. ¡Otro sobresaliente! Si resultaba un guionista mediocre, al menos tendrían de qué hablar, le dijo.
Pero de algo más hablaron en aquella comida... De cómo adaptar una novela. Y la propuesta de Carrière de concentrar en un par de escenarios la progresión episódica e itinerante de la obra discutida coincidía con la idea de Buñuel. ¡Matricula de honor! La comunión se había establecido.
La generosidad con la que el guionista francés y ahora biógrafo de nuestro más célebre cineasta, nos permitió ver y sentir lo que fue la vida en común de estos dos colosos del arte de hacer películas, es impagable.
Considerado como uno de los mejores y más originales directores de la historia del cine, Buñuel encontró en Carrière al perfecto complemento. Pero ¿cómo trabajaba este tándem? Fue una pregunta que la guionista-directora y presidenta de la Academia de Cine , Ángeles González Sinde, enunció haciéndose eco del mayor anhelo de los guionistas que poblábamos la sala.
La respuesta del autor francés fue precisa.
Se aislaban del mundo. Sin mujeres, sin amigos. Recluidos por periodos hasta que salía algo de lo que buscaban engendrar. O hasta que no salía nada. Incluso los genios tienen ocasiones para la nada.
He aquí la receta mágica que desenfundó sin recelos: desayuno, paseo, tres horas de trabajo conjunto, comida, paseo, otras tres horas de trabajo conjunto, media hora para ejercitar la mente creando historias nuevas a solas, reencuentro en el bar para contar y recibir opinión de las nuevas historias, y, finalmente, tres horas de escritura de Carrière en solitario, para recopilar el trabajo del día.
Stop. Hay que pararse a pensar.
En la receta mágica hay dos aspectos demasiado importantes que no podemos obviar. Hemos oído: generación de ideas y... ¿pitching?
Carríère se expresó con claridad cuando nos desveló que en su día a día, en su método de trabajo, había un alto muy importante. Cada uno de ellos por separado tenía que idear una nueva historia. Y si no llegaba a ser historia, al menos se creaba algo. Cada día. Sin excepción.
Conclusión - Receta Buñuel 1: practicar gimnasia cerebral creando nuevas historias, a diario.
Pero después de crear a solas, los dos magos se encontraban en el bar y distendidamente se contaban lo creado y opinaban sobre ello. Conscientes de la importancia que para un guionista y un director tiene el saber contar de qué va su historia, practicaban lo que años más tarde se ha popularizado con el término "pitching". Así pues, cada día dedicaban parte de su tiempo a mejorar en el arte de contar historias en pocas palabras. A veces salían joyas, otras, hojas para la hoguera, pero eso no era lo importante.
Conclusión - Receta Buñuel 2: practicar diariamente el pitching
Me sentí halagado al saber que el mismísimo Buñuel incorporaba en su vida diaria lo que desde hace años intento transmitir como necesidad básica en la vida profesional del guionista: la de practicar la generación de ideas y el pitching, aparte de cultivar el sano arte de escribir guiones.
Sin embargo, mi regocijo fue mayor al escuchar de labios del maestro francés que Buñuel tenía siempre en cuenta al público. Muchos saben que ésta es la piedra angular de la teoría sobre el guión que defiendo, no por el afán de encontrar una superficial respuesta traducida en tesoros de taquilla, sino por el sentido que tiene contemplar al guión como un proceso de comunicación autor-público, y no sólo a obra completa sino momento a momento.
¿Pero cómo integraba el genio aragonés al público en su proceso creativo?
Carrière nos sorprendió, y a mi muy agradablemente, al contar que en todo momento, Buñuel y él tenían a una pareja imaginaria junto a ellos. Una pareja de franceses medios, a la que llamaban por un nombre ya familiar, y que pertenecía al mundo concreto, tangible, en contraposición al público como ambigüedad. A esa pareja invisible le preguntaban si les gustaba esto o lo otro. Y según contestase, había cambios. El trabajo creativo tenía un público permanente -la parejita- que juzgaba su progreso a cada instante. ¿Un nuevo síndrome o trastorno de la creatividad? ¿Acaso una "esquizofrenia artística teledirigida"? Desencantemos a nuestros pomposos psiquiatras y llamémosle simplemente "genialidad sin tapujos".
Conclusión - Receta Buñuel 3: considerar al público desde el minuto uno de escritura, momento a momento, incluso si para ello es necesario volver a los olvidados y quizá temidos calabozos de la niñez y liberar de nuevo al amigo imaginario.
Seguro que todos podemos intuir cómo debían ser aquellos días chapoteando lúdicamente en los charcos de la creatividad. Con disciplina y trabajo, pero con una intensidad y libertad neuronal envidiable.
Durante el encuentro, nos reímos cuando se contó que Cukor le organizó un homenaje sorpresa a Buñuel en el que aterrizaron desde un John Ford en silla de ruedas hasta William Wyler, Billy Wilder, Alfred Hitchcock y un sinfín más de maestros consagrados del cine que quisieron rendirle tributo como a uno de los mejores directores en la historia del cine. No lo esperaba.
También me enteré que el más ausente y a la vez presente de nuestros grandes cineastas había aportado ideas concretas a obras de Chaplin, y constaté que el espíritu travieso de los días surrealistas lo supo llevar siempre consigo, incluso en su trabajo con Carrière, como cuando se hizo el muerto y sobresaltó a su guionista. Un año después olvidó su travesura y la intentó por segunda vez. Esta vez, Carrière sonrió.
¿Pero acaso no eran tal para cual? "¡Locura de guionista!" - sentenció un día a Carrière. Éste había propuesto a Buñuel que la protagonista del guión que acababan de crear fuera interpretada por dos actrices diferentes debido a la personalidad tan dual que poseía el personaje. ¡Desechado por absurdo! Pasado el tiempo, iniciado ya el rodaje de "Ese oscuro objeto del deseo", no había forma de que la actriz diese lo que Buñuel pretendía. En un aparte, éste miró al productor y le dijo: "¿Conoces a alguna mujer que pueda ser todas las mujeres?" El productor le leyó la mente. "¿Estás proponiendo a dos actrices para el mismo papel?" Locuras de Buñuel. Locuras de Carrière. Gloria para el cine.
Carrière nos dio una buena dosis de Buñuel, directa en vena. Que en estos momentos de paludismo cinematográfico extendido por los mosquitos del inmovilismo, al menos, sea inspiradora.
(*): Valentín Fernández-Tubau es guionista y uno de los principales especialistas españoles en análisis de guión, además de docente.