Esteban Larrain escribe sobre "Alicia en el país"

por © E.L.-NOTICINE.com
Esteban Larrain
Esteban Larrain
Por Esteban Larrain *

El viaje de Alicia, incierto, extenuante, mágico y bello, tiene la virtud de provocar en el espectador una identificación con los viajes simbólicos que cada uno de nosotros ha emprendido alguna vez. La gente que ha visto el film hasta ahora, amigos en su mayoría, ven reflejados en los pasos de Alicia procesos vitales que han debido atravesar y de los cuales han salido fortalecidos o al menos cambiados.

Quizás si el estado de trance que se logra gracias al ritmo, el sonido del silencio, la música y los paisajes imposibles, permite que cada uno se vuelque a su interior de forma inconsciente. En lo personal, la filmación de esta película significó para mí emprender varios viajes de destinos inciertos. Luego de pasar dos años en París, mi reencuentro con Chile en 2004 no resultaba todo lo fácil que hubiera querido: mis proyectos no prosperaban, no reconocía mi propio país, no lograba empezar nada. Para colmo, una extraña enfermedad comenzaba a manifestarse en mí, que se traducía en un estado de cansancio permanente. Ese era el escenario cuando llegó a mis manos la leyenda de Alicia, la niña viajera.

Cuando viajaba rumbo a Soniquera por primera vez, haciendo en reversa el viaje hecho por la niña, quedé conmovido por el magnetismo de esas tierras y por la fortaleza que se necesitaría para sobrevivir allí solo durante una semana. Aquel día, cuando conocí a Alicia, pienso que nos caímos bien de inmediato; de algún modo compartíamos un sentido del humor similar pese al abismo cultural que existía entre nosotros. En pocos minutos acordamos hacer juntos una película. Y volví a Chile.

Escribiendo el proyecto, imaginaba un film distinto, evocativo, onírico, silencioso pero poderoso a la vez. Pese a las ambiciones desmedidas del film (hecho en cine, muchas jornadas de filmación, alejado de los convencionalismos narrativos) siempre sentí aquella inexplicable sensación de estar sobre el camino correcto. Y todo empezó a funcionar con admirable rapidez y facilidad. En un año había conseguido el financiamiento y ya en agosto del 2006, rodaba las primeras escenas (el desfile en Soniquera).

En enero del 2007, filmamos el viaje final de Alicia. Veinte días de rodaje en el altiplano boliviano a un promedio de 4.500 metros de altura (la secuencia de los geisers fue filmada a 5.200 metros de altura). En un estado de agotamiento permanente, debo agradecer una vez más la ayuda de Alicia quien se reveló como una excelente “scriptgirl”: atenta a cada error de continuidad y aportando constantemente con nuevas ideas al guión.

La película se montó muy rápido. La música resultó determinante para delinear el espíritu del film. Creo que en general tuve la suerte de trabajar con excelentes artistas que por lo demás son excelentes amigos: Juan Pablo Urioste, boliviano, compañero de fotografía en la EICTV; Felipe Guerrero, colombiano y montajista, ambos estudiantes de cine en Roma; Ricardo Santander, chileno-español, músico de todas mis películas desde 1997; Santiago de la Cruz, chileno, mi amigo y sonidista por más de 10 años.

“Alicia en el País” es hoy un film poderoso, que habla de temas actuales, como la inmigración entre países ricos y pobres y el trabajo infantil. Pero es a la vez un film de un fuerte contenido simbólico que nos interpela a cada uno de nosotros. Hoy empieza su vida como “producto” cultural; parafrasenando a André Malraux, su lado “artístico” será seguramente apreciado por el mundo cinéfilo y su lado “industrial” ignorado por el circuito comercial.

Por mi parte, me declaro tranquilo: mi viaje ha terminado y solo puedo mirar el camino andado con nostalgia y satisfacción.

(*) Una de las cintas chilenas más premiadas del año en festivales internacionales ya se proyecta desde este fin de semana en los cines chilenos. "Alicia en el país" es la historia real de su protagonista, una niña de 13 años, boliviana, de etnia quechua, que viajó sola, hace cuatro años, desde un pueblo llamado Soniquera hasta la ciudad chilena de San Pedro de Atacama, por conseguir trabajo y dinero para su familia. Esteban Larraín consideró que en este suceso real que conmocionó a la sociedad chilena había una película, y sería su opera prima, así que buscó a Alicia y la hizo. El film, escrito por el propio Larrain ha sido premiado en los festival de Bangkok, Locarno y recientemente en el de Trieste.