Enrique Colina y la nostalgia de La Habana soviética
- por © Redacción-NOTICINE.com
El crítico, comentarista televisivo y director cubano Enrique Colina ("Entre ciclones") contempla con nostalgia no exenta de humor e ironía lo que queda en la isla de la presencia durante tres décadas -hasta los primeros años 90 del pasado siglo- de la aliada Unión Sovíetica, en el documental "Los rusos en Cuba", trabajo repleto de testimonios entrañables que acaba de estrenar un canal francés especializado en Historia.
Pocas cosas más tiernas que la nostalgia de lo que fue y ya pasó, de los Ladas brillantes, las latas de carne, las conservas de frutas, los electrodomésticos feos pero eternos, las clases de ruso... Aunque los "carros" soviéticos, como sus antecesores yanquis, siguen en las calles de La Habana -la necesidad obliga- son especialmente las generaciones por encima de los 40 las que recuerdan los viejos buenos tiempos antes de que la Unión Soviética se fuese "p'al carajo" y llegara el inacabable "periodo especial". Sus vivencias y recuerdos son los protagonistas de este film del periodista y cineasta Colina.
"Con este documental -ha declarado a AFP en París- quiero hacer un rescate de la memoria del hombre de la calle en contraposición con la representación oficial, donde están desde las visitas de los dirigentes, la celebración de los congresos, los actos militares y los desfiles del Primero de Mayo, donde está el hieratismo, el acartonamiento de ese sistema que se importa artificialmente y le quita a la Revolución cubana el carácter innovador, fresco, espontáneo que tenía al inicio".
Sin embargo, matiza Enrique Colina que "la ayuda soviética fue importante y permitió que se hicieran muchas cosas positivas como el desarrollo de la educación, la salud, un estado de justicia social grande", y los posos que dejó son analizados por ciudadanos cubanos de a pie, y también por artistas, escritores, humoristas, periodistas, profesores o traductores de ruso...
"Se habla -añade el director- del internacionalismo proletario, pero el sustrato era el interés de los rusos por tener un punto estratégico pegado a los norteamericanos, más la representación que podía significarles tener a Fidel en el Tercer Mundo, y Cuba estaba comiendo de ello. A mi juicio, no estaba justificado que Cuba hubiera sufrido la situación de penuria económica tan grande cuando desapareció la Unión Soviética. Me parece que hay factores de mala administración, que no son imputables a los norteamericanos solamente -como el bloqueo, que hace daño-, factores internos que resultan de una inoperatividad económica del sistema".
Colina, de 62 años, quien durante más de tres décadas dirigió y presentó el programa de cine "24 por Segundo" en la televisión cubana, sólo lamenta haber tenido que limitarse -por las imposiciones televisivas- a los 52 minutos de duración, cuando podía haber sido un largometraje o incluso una serie en varios capítulos, por todo lo que quedó fuera. En su opinión, la relación a partir de los años 60 entre soviéticos y cubanos es "surrealismo latinoamericano".
Y no podemos ignorar que queda por contar en una película de ficción, mejor una comedia, ese tremendo choque cultural entre caribeños y rusos.
Pocas cosas más tiernas que la nostalgia de lo que fue y ya pasó, de los Ladas brillantes, las latas de carne, las conservas de frutas, los electrodomésticos feos pero eternos, las clases de ruso... Aunque los "carros" soviéticos, como sus antecesores yanquis, siguen en las calles de La Habana -la necesidad obliga- son especialmente las generaciones por encima de los 40 las que recuerdan los viejos buenos tiempos antes de que la Unión Soviética se fuese "p'al carajo" y llegara el inacabable "periodo especial". Sus vivencias y recuerdos son los protagonistas de este film del periodista y cineasta Colina.
"Con este documental -ha declarado a AFP en París- quiero hacer un rescate de la memoria del hombre de la calle en contraposición con la representación oficial, donde están desde las visitas de los dirigentes, la celebración de los congresos, los actos militares y los desfiles del Primero de Mayo, donde está el hieratismo, el acartonamiento de ese sistema que se importa artificialmente y le quita a la Revolución cubana el carácter innovador, fresco, espontáneo que tenía al inicio".
Sin embargo, matiza Enrique Colina que "la ayuda soviética fue importante y permitió que se hicieran muchas cosas positivas como el desarrollo de la educación, la salud, un estado de justicia social grande", y los posos que dejó son analizados por ciudadanos cubanos de a pie, y también por artistas, escritores, humoristas, periodistas, profesores o traductores de ruso...
"Se habla -añade el director- del internacionalismo proletario, pero el sustrato era el interés de los rusos por tener un punto estratégico pegado a los norteamericanos, más la representación que podía significarles tener a Fidel en el Tercer Mundo, y Cuba estaba comiendo de ello. A mi juicio, no estaba justificado que Cuba hubiera sufrido la situación de penuria económica tan grande cuando desapareció la Unión Soviética. Me parece que hay factores de mala administración, que no son imputables a los norteamericanos solamente -como el bloqueo, que hace daño-, factores internos que resultan de una inoperatividad económica del sistema".
Colina, de 62 años, quien durante más de tres décadas dirigió y presentó el programa de cine "24 por Segundo" en la televisión cubana, sólo lamenta haber tenido que limitarse -por las imposiciones televisivas- a los 52 minutos de duración, cuando podía haber sido un largometraje o incluso una serie en varios capítulos, por todo lo que quedó fuera. En su opinión, la relación a partir de los años 60 entre soviéticos y cubanos es "surrealismo latinoamericano".
Y no podemos ignorar que queda por contar en una película de ficción, mejor una comedia, ese tremendo choque cultural entre caribeños y rusos.