"La burbuja", en el cubano Cineclub Diferente: Del amor y "otros" sacrificios
- por © Antón Vélez Bichkov (Cuba)-NOTICINE.com
A unas 48 horas del Día de los Enamorados y con la fatalidad de un viernes 13 acechando, el Cineclub Diferente de La Habana, que todos los terceros jueves de cada mes presenta films sobre diversidad sexual, proyectó la cinta de 2006 "La burbuja" (Ha-Buah, su título original en hebreo), del director Eytan Fox.
Qué decir, parecería una paradoja, pero esa proximidad de una fecha cargada de supersticiones y la luz de un día dedicado al amor, no sólo fue una coincidencia cronológica, sino que da chances a muchas lecturas conceptuales. Eso sin contar, que no hace ni dos meses volvieron a subir de tono las tensiones entre sionistas y palestinos.
Ambos días (Viernes 13 y San Valentín) están marcados por el martirio y el sacrificio. El Viernes 13 se incrustó en el imaginario colectivo como fecha de pavor luego de una masacre allá por el medioevo, cuyos detalles, sinceramente, se me escapan de la mente. Ya el día de Valentín, patrono de los enamorados, recuerda la inmolación de un sacerdote de los primeros años de la cristiandad, que en nombre del amor se sobrepuso a las convenciones y autoridades de sus tiempos.
Así las cosas, la historia de amor de Ashram (Yousef Sweid) y Noam (Ohad Knoller) tiene implícitos todos estos elementos, para bien y para mal.
Todo comienza en un puesto fronterizo palestino-israelí. Noam cumple su servicio militar. Ashram viene del otro lado de la línea divisoria con un grupo de viajeros árabes. Una de sus compañeras rompe aguas y se pone de parto. Contrario a la expectativa general – visto el desdén e incluso la crueldad de los guardafronteras hebreos – el joven soldado ayuda a la parturienta a dar a luz a su criatura, que sin embargo, nace muerta. Lo que quizás sea un simbolismo del destino de ese amor condenado a morir incluso antes de nacer.
El director evidencia desde el principio la tensión existente entre ambos bandos para darnos el color exacto de lo que vendrá después. Pero rápidamente cambia el tono y es como si a partir de ahí tejiera una historia completamente diferente. El conflicto social presentado en toda su crudeza va cediendo terreno ante una historia de relaciones y sentimientos, de encuentros y desencuentros. Y no es que pierda el rumbo. Muy por el contrario. Él conoce – o al menos intuye – que sólo la emoción es capaz de encausar la solidaridad de forma absoluta. Que no hay sentimiento más próximo para la audiencia masiva que el amor. Y es por ello, que con pericia va traduciendo al idioma que ‘todos comprenden’ la complejidad del conflicto árabe-israelí.
El bombardeo noticioso nos hace indiferente al bombardeo real y cotidiano que sufren las comunidades palestinas ocupadas por Israel. Nos acostumbrados. Es una noticia más o la misma noticia de siempre. Sin embargo, ante la empatía que se establece a partir de un conflicto de relación, la cosa cambia.
Si no todos – gracias a Dios – hemos padecido el cañoneo incesante de un enemigo atroz, todos hemos, en algún momento, sufrido por amor. Entonces imaginen lo que sucede cuando nos llevan por la senda de un amor espontáneo (como el primer beso de los protagonistas; inesperado y quizás por ello algo forzado, pues en momento alguno se dejó traslucir que entre ambos surgiera una química), limpio y luminoso. Un amor de sentir envidia, enviada sana, claro está.
Guionista y director nos muestran lo grande que es para que luego entendamos lo grande que la pérdida puede ser. Pero no sólo nos apunta hacia ella, sino hacia sus razones. Fox nos indica – y reparen bien en la palabra – cómo las incomprensiones, los odios, la falta de comunicación, la presión social, la ‘fuerza mayor’ se pueden interponer en la claridad de una relación que nace en lo más bello del alma.
Noam y sus amigos acogen a Ashram, que ha venido a Tel Aviv sin documentos y por ende está ilegal y bajo riesgos. Y ni siquiera esta circunstancia rompe la aparente atmósfera de vivacidad de este grupo de muchachos, que aún y cuando tienen inquietudes altruistas, prefieren mantenerse al margen de la Política con ‘p’ mayúscula. Esto al mismo tiempo refleja la situación real de Ha-Buah (La burbuja) ese barrio capitalino en que parece reinar el respeto y la tolerancia, pero al mismo tiempo está en función de la narrativa, que reiteramos, prefiere evitar el martilleo ideológico.
No hay aquí pugnas en que los amantes defiendan a sus bandos. No hay discursos, ni panfletos. Hay apenas pinceladas, gotas informativas que nos van dibujando el conflicto que, tal parece, ha sido definitivamente vencido por la fuerza del amor sincero.
Pero la realidad es otra. Como bien reparó uno de los participantes del posterior debate del film la frase “nuestro amor es explosivo” resulta ‘profética’. Señal de la calidad del guión, que aunque en algunos momentos pueda parecer plagado de detalles estériles y redundantes, justamente, busca introducirnos de lleno en una atmósfera próxima a la ensoñación, para luego darnos la contundente sacudida final – realista y simbólica, al mismo tiempo. No creo que este amor podría tener otro final. Tanto por la opresión social que vive Ashram entre los suyos, como por el hecho que el idilio como punto final jamás retrataría la esencia de ese conflicto que por ahora parece no tener fin.
Aquí el margen a lecturas es amplio. Pues si bien la relación física termina, ésta se hace eterna en la perpetuidad de su martirio. Se muestra que el amor es eso: sacrificio. Sacrificio que va desde lo más mínimo e insignificante, como ceder ante una costumbre boba del ser amado, hasta brindar la vida por y con el otro. Fox deja en abierto si Noam va al encuentro de su hombre para impedir el acto terrorista o para fundirse en él; sin embargo prefiero pensar que no. Noam sabe que más se ha perdido de lo que se puede salvar y busca en ese abrazo mortal la redención.
Así pues este es un film con una rica intertextualidad, presente en escenas, citas (como la del clásico Bent, otra obra donde el amor gay se ve expuesto al sacrificio), canciones (The Man I love) y un largo etc. que depende más del ojo del que la ve, quizás, que de la intención del que la hizo. Es un rico ejercicio de reflexión, marcado por la satisfacción estética que, si nos movió, al menos, una fibra de nuestra consciencia, ya cumplió con su cometido general.
El Cineclub Diferente es una iniciativa del Centro de Educación Sexual de Cuba (Cenesex) y el Instituto Cubano de Artes e Indústria Cinematográficos (ICAIC) que busca no sólo proyectar cine de temática GLS, sino sensibilizar a la audiencia con estos aspectos. Es conducido y moderado por el crítico y escritor Frank Padrón Nodarse.
Qué decir, parecería una paradoja, pero esa proximidad de una fecha cargada de supersticiones y la luz de un día dedicado al amor, no sólo fue una coincidencia cronológica, sino que da chances a muchas lecturas conceptuales. Eso sin contar, que no hace ni dos meses volvieron a subir de tono las tensiones entre sionistas y palestinos.
Ambos días (Viernes 13 y San Valentín) están marcados por el martirio y el sacrificio. El Viernes 13 se incrustó en el imaginario colectivo como fecha de pavor luego de una masacre allá por el medioevo, cuyos detalles, sinceramente, se me escapan de la mente. Ya el día de Valentín, patrono de los enamorados, recuerda la inmolación de un sacerdote de los primeros años de la cristiandad, que en nombre del amor se sobrepuso a las convenciones y autoridades de sus tiempos.
Así las cosas, la historia de amor de Ashram (Yousef Sweid) y Noam (Ohad Knoller) tiene implícitos todos estos elementos, para bien y para mal.
Todo comienza en un puesto fronterizo palestino-israelí. Noam cumple su servicio militar. Ashram viene del otro lado de la línea divisoria con un grupo de viajeros árabes. Una de sus compañeras rompe aguas y se pone de parto. Contrario a la expectativa general – visto el desdén e incluso la crueldad de los guardafronteras hebreos – el joven soldado ayuda a la parturienta a dar a luz a su criatura, que sin embargo, nace muerta. Lo que quizás sea un simbolismo del destino de ese amor condenado a morir incluso antes de nacer.
El director evidencia desde el principio la tensión existente entre ambos bandos para darnos el color exacto de lo que vendrá después. Pero rápidamente cambia el tono y es como si a partir de ahí tejiera una historia completamente diferente. El conflicto social presentado en toda su crudeza va cediendo terreno ante una historia de relaciones y sentimientos, de encuentros y desencuentros. Y no es que pierda el rumbo. Muy por el contrario. Él conoce – o al menos intuye – que sólo la emoción es capaz de encausar la solidaridad de forma absoluta. Que no hay sentimiento más próximo para la audiencia masiva que el amor. Y es por ello, que con pericia va traduciendo al idioma que ‘todos comprenden’ la complejidad del conflicto árabe-israelí.
El bombardeo noticioso nos hace indiferente al bombardeo real y cotidiano que sufren las comunidades palestinas ocupadas por Israel. Nos acostumbrados. Es una noticia más o la misma noticia de siempre. Sin embargo, ante la empatía que se establece a partir de un conflicto de relación, la cosa cambia.
Si no todos – gracias a Dios – hemos padecido el cañoneo incesante de un enemigo atroz, todos hemos, en algún momento, sufrido por amor. Entonces imaginen lo que sucede cuando nos llevan por la senda de un amor espontáneo (como el primer beso de los protagonistas; inesperado y quizás por ello algo forzado, pues en momento alguno se dejó traslucir que entre ambos surgiera una química), limpio y luminoso. Un amor de sentir envidia, enviada sana, claro está.
Guionista y director nos muestran lo grande que es para que luego entendamos lo grande que la pérdida puede ser. Pero no sólo nos apunta hacia ella, sino hacia sus razones. Fox nos indica – y reparen bien en la palabra – cómo las incomprensiones, los odios, la falta de comunicación, la presión social, la ‘fuerza mayor’ se pueden interponer en la claridad de una relación que nace en lo más bello del alma.
Noam y sus amigos acogen a Ashram, que ha venido a Tel Aviv sin documentos y por ende está ilegal y bajo riesgos. Y ni siquiera esta circunstancia rompe la aparente atmósfera de vivacidad de este grupo de muchachos, que aún y cuando tienen inquietudes altruistas, prefieren mantenerse al margen de la Política con ‘p’ mayúscula. Esto al mismo tiempo refleja la situación real de Ha-Buah (La burbuja) ese barrio capitalino en que parece reinar el respeto y la tolerancia, pero al mismo tiempo está en función de la narrativa, que reiteramos, prefiere evitar el martilleo ideológico.
No hay aquí pugnas en que los amantes defiendan a sus bandos. No hay discursos, ni panfletos. Hay apenas pinceladas, gotas informativas que nos van dibujando el conflicto que, tal parece, ha sido definitivamente vencido por la fuerza del amor sincero.
Pero la realidad es otra. Como bien reparó uno de los participantes del posterior debate del film la frase “nuestro amor es explosivo” resulta ‘profética’. Señal de la calidad del guión, que aunque en algunos momentos pueda parecer plagado de detalles estériles y redundantes, justamente, busca introducirnos de lleno en una atmósfera próxima a la ensoñación, para luego darnos la contundente sacudida final – realista y simbólica, al mismo tiempo. No creo que este amor podría tener otro final. Tanto por la opresión social que vive Ashram entre los suyos, como por el hecho que el idilio como punto final jamás retrataría la esencia de ese conflicto que por ahora parece no tener fin.
Aquí el margen a lecturas es amplio. Pues si bien la relación física termina, ésta se hace eterna en la perpetuidad de su martirio. Se muestra que el amor es eso: sacrificio. Sacrificio que va desde lo más mínimo e insignificante, como ceder ante una costumbre boba del ser amado, hasta brindar la vida por y con el otro. Fox deja en abierto si Noam va al encuentro de su hombre para impedir el acto terrorista o para fundirse en él; sin embargo prefiero pensar que no. Noam sabe que más se ha perdido de lo que se puede salvar y busca en ese abrazo mortal la redención.
Así pues este es un film con una rica intertextualidad, presente en escenas, citas (como la del clásico Bent, otra obra donde el amor gay se ve expuesto al sacrificio), canciones (The Man I love) y un largo etc. que depende más del ojo del que la ve, quizás, que de la intención del que la hizo. Es un rico ejercicio de reflexión, marcado por la satisfacción estética que, si nos movió, al menos, una fibra de nuestra consciencia, ya cumplió con su cometido general.
El Cineclub Diferente es una iniciativa del Centro de Educación Sexual de Cuba (Cenesex) y el Instituto Cubano de Artes e Indústria Cinematográficos (ICAIC) que busca no sólo proyectar cine de temática GLS, sino sensibilizar a la audiencia con estos aspectos. Es conducido y moderado por el crítico y escritor Frank Padrón Nodarse.