Cierre del ciclo de cine español en La Habana: Camarón, estrellas, y mesas de billar

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Cartel de 'Bajo las estrellas'
Cartel de 'Bajo las estrellas'
Por Frank Padrón

En su recta final, la Muestra "Cine español del Nuevo milenio" (2001-08) que desde hace una semana viene presentando la Cinemateca de Cuba en su sala Chaplin, sólo viene confirmando lo que demostró desde su inicio: indudable calidad, diversidad estilística y (en el caso concreto de la recepción) absoluta empatía del público cubano, que sólo confirma un viejo y al parecer eterno amor, a juzgar por los llenos rotundos pese a la escasa promoción mediática.

Dos músicos de diferentes tendencias e instrumentos centralizan sendos trayectos; el primero, dentro de la pura ficción, es Benito Lacunza, camarero borrachín y holgazán que toca muy bien la trompeta y aspira a jazzista profesional: debe regresar a su pueblo natal ante la inminente muerte de su padre; allí rencuentra a su hermano Lalo (un santurrón que hace esculturas de chatarra), Nines (madre soltera castigada por la vida) y a su hija Ainara (rebelde e introvertida). El desarrollo de estas relaciones cambia la cosmovisión del protagonista, da un giro a su vida, saca lo mejor de sí y ofrece soporte a "Bajo las estrellas" (2007) de Félix Vascarret:  bien armada desde el ingenioso guión (que parte de una novela), justamente reconocido con un Goya y plasmado adecuadamente en una puesta donde todos los elementos funcionan, desde el diseño de personajes (no sólo el principal, que arrancara al actor Alberto San Juan otro premio de la Academia española) hasta su inteligente interacción, pasando por los recursos expresivos  y el montaje.

Más convencional pero con indudable garra es la biopic que sobre un músico "de verdad" (nada menos que el innovador del flamenco, ícono de España y el mundo, Camarón de la Isla): la clásica "biografía de artista" no ofrece nada nuevo: descubrimiento, caída (droga) y levantamiento, para, en este caso, volver a aterrizar debido a un cáncer irreversible. Sin embargo, el veterano Jaime Chavarri ("Las cosas del querer" ) ofrece en "Camarón" un acercamiento medular y esencial al hombre y el artista, desde la intimidad al escenario, desde los prolegómanos al desenlace, sin ahorrar detalles ni matices.

Parte del indudable éxito del film se debe al desempeño de Oscar Jaenada incorporando al músico, pero no sólo él (justamente premiado en varios certámenes españoles, incluyendo el Goya) sino quienes asumen a Paco de Lucía (Raúl Rocamora) o Tomatito (Alfonso Begara), perfectamente escogidos en lo físico y lo relativo a sus personalidades.

Cerró la Semana otro título muy bien recibido incluso internacionalmente: "7 mesas de billar francés", de Gracia Querejeta ("Cuando vuelvas a mi lado", "El último viaje de Robert Rylands" ). Ajustes con el pasado en un presente lleno de retos dentro del cual un negocio arruinado (los juegos a los que alude el título) reabren en la nueva perspectiva de seres golpeados por asuntos familiares que los relacionan; la "segunda oportunidad" se insinúa a la mayoría de los personajes convocados, de ellos depende que su vida dé un giro positivo a la hora de tomarla o rechazarla.

Quejereta amarra mejor su relato que en anteriores ocasiones; se le ve madura en tanto directora, consigue, digamos, equilibrar los tonos que, como en las bolas del billar, aparecen sobre la mesa: lo cómico y lo trágico alternan, giran, golpean como en la vida, y ella nos lo entrega en una historia que interesa, conmueve y/o divierte casi todo el tiempo. También descuella su mano rectora en el trabajo de actores, y no sólo por las inmensas Maribel Verdú y Amparo Baró (reconocidas en los Goya) : también Blanca Portillo (merecedora, a todas luces, de lauro), Jesús Castellón, Victor Valdivia, Lorena Videl y el resto del elenco contribuyen a que brille este rubro.

Buena muestra ésta del Nuevo Milenio fílmico en España. Esperemos que las próximas no demoren.