Falleció el cineasta y revolucionario venezolano Enver Cordido
- por © Corresponsal (Venezuela)-NOTICINE.com
Falleció discretamente en la ciudad venezolana de Mérida Enver Cordido D´Martini, cineasta y productor audiovisual de reconocida trayectoria, asesor de la vicepresidencia del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía, documentalista, y maestro de cineastas, quien siempre abrazó ideales revolucionarios y durante años fue una referencia para el cine nacional.
Nacido en Yaracuy el 30 de mayo de 1939, la vida de Cordido se desarrolló entre el cine y la actividad política, según informa el último boletín del CNAC. Militante de la juventud comunista y luego guerrillero, realizó entre 1965 y 1969 un curso de dirección de cine en el Centro Experimental de Cinematografía Cinecittá, en Roma, Italia. Al concluir sus estudios con el cortometraje "El camino de Espartaco", Cordido fue asistente de producción en 1969 de Sergio Leone en el film "El bueno, el feo y el malo", y de Giancarlo Santi en "El hombre aquél".
En 1973 fundó junto con Abigail Rojas Cotecna C.A, compañía dedicada a comerciales y documentales, que fue coproductora de los largometrajes "Cuando quiero llorar no lloro" (Mauricio Walerstein), "Crónica de un subversivo latinoamericano" (Mauricio Walerstein) y "La quema de Judas" (Román Chalbaud).
Ejerció como profesor de cine en la Escuela de Comunicación Social de la UCV, fundador de la unidad audiovisual de la Biblioteca Central de la UCV y asistente de dirección de Román Chalbaud y Mauricio Walerstein. Dirigió los largometrajes "Todos los días son sábado" (obra que escribió junto con Salvador Garmendia), "Compañero Augusto" y "Solón". Fue miembro de la Junta directiva de la Asociación Nacional de Autores Cinematográficos (ANAC, 1977-78) y cofundador y primer presidente de la Cámara Venezolana de Productores de Largometrajes (CAVEPROL).
En la web Letralia, el poeta Alberto José Pérez escribe: "Un día Enver me confesó que para un director de cine, un día es como un siglo, cuando comienza el proceso de gestación de una película, porque es la única manera de atrapar la poética de la idea de la misma; odiaba el término “cineasta”, enrojecía cuando lo escuchaba de aquellos que por sostener un micrófono durante una filmación se hacen llamar tales, nunca negó los cimientos que sostienen el cine nacional como ahora lo hacen algunos “cineastas”, con el discurso de la adulancia para acceder a los presupuestos mil millonarios que el Estado o, mejor dicho, el gobierno, dispone para aquellos que lo aplauden, para no hacer nada que valga la pena en el cine formal y menos aun en el cine experimenta".
Nacido en Yaracuy el 30 de mayo de 1939, la vida de Cordido se desarrolló entre el cine y la actividad política, según informa el último boletín del CNAC. Militante de la juventud comunista y luego guerrillero, realizó entre 1965 y 1969 un curso de dirección de cine en el Centro Experimental de Cinematografía Cinecittá, en Roma, Italia. Al concluir sus estudios con el cortometraje "El camino de Espartaco", Cordido fue asistente de producción en 1969 de Sergio Leone en el film "El bueno, el feo y el malo", y de Giancarlo Santi en "El hombre aquél".
En 1973 fundó junto con Abigail Rojas Cotecna C.A, compañía dedicada a comerciales y documentales, que fue coproductora de los largometrajes "Cuando quiero llorar no lloro" (Mauricio Walerstein), "Crónica de un subversivo latinoamericano" (Mauricio Walerstein) y "La quema de Judas" (Román Chalbaud).
Ejerció como profesor de cine en la Escuela de Comunicación Social de la UCV, fundador de la unidad audiovisual de la Biblioteca Central de la UCV y asistente de dirección de Román Chalbaud y Mauricio Walerstein. Dirigió los largometrajes "Todos los días son sábado" (obra que escribió junto con Salvador Garmendia), "Compañero Augusto" y "Solón". Fue miembro de la Junta directiva de la Asociación Nacional de Autores Cinematográficos (ANAC, 1977-78) y cofundador y primer presidente de la Cámara Venezolana de Productores de Largometrajes (CAVEPROL).
En la web Letralia, el poeta Alberto José Pérez escribe: "Un día Enver me confesó que para un director de cine, un día es como un siglo, cuando comienza el proceso de gestación de una película, porque es la única manera de atrapar la poética de la idea de la misma; odiaba el término “cineasta”, enrojecía cuando lo escuchaba de aquellos que por sostener un micrófono durante una filmación se hacen llamar tales, nunca negó los cimientos que sostienen el cine nacional como ahora lo hacen algunos “cineastas”, con el discurso de la adulancia para acceder a los presupuestos mil millonarios que el Estado o, mejor dicho, el gobierno, dispone para aquellos que lo aplauden, para no hacer nada que valga la pena en el cine formal y menos aun en el cine experimenta".