Mar Coll escribe sobre "Tres días con la familia"
- por © Wanda-NOTICINE.com
Por Mar Coll *
Cualquier familia merece una película.
Y ni siquiera hace falta que esconda secretos truculentos. Basta con asomarse al complicado amasijo de sentimientos contradictorios que provocan los lazos familiares: odiamos y amamos a nuestra familia, la rechazamos y la necesitamos, pretendemos distinguirnos de ella y, en el fondo, heredamos gran parte de sus logros y de sus miedos.
En el caso de la familia Vich, lo que debería de ser un marco de gran intimidad y confianza formado por el grupo de gente que te ha visto nacer y crecer, se presenta como un espacio gobernado por las formas y los ritos, que da cabida a los juicios y a los prejuicios, y dificulta considerablemente la comunicación sincera.
Eso es lo que me interesaba explorar a través de los ojos de Léa, que, después de alejarse temporalmente de su familia, regresa para dar de pleno con la imposible situación en la que tanto los fracasos de su vida privada, como los de sus padres, como los de cualquier miembro de su familia, son evidentes pero nunca explícitos. Léa no desea mostrar sus flaquezas a la vez que se siente incómoda con las flaquezas de los demás. Y sin embargo, tampoco puede convivir con la falsedad de algunas situaciones.
¿Cuál es entonces el nivel de intimidad adecuado?
La película no quiere ser una respuesta sino más bien es una foto de familia de las que están en los álbumes y que, cuando las ves, si te fijas bien, puedes en ellas entrever todo lo que esconden detrás de cada gesto o actitud.
Una foto de una familia burguesa y catalana.
(*): Mar Coll (Barcelona 1981), estudió cine en la ESCAC (Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya). "Tres días con la familia" es su opera prima en el largometraje, y ganó los premios a mejor dirección, actor (Eduard Fernández) y actriz (Nausicaa Bonnín).
Cualquier familia merece una película.
Y ni siquiera hace falta que esconda secretos truculentos. Basta con asomarse al complicado amasijo de sentimientos contradictorios que provocan los lazos familiares: odiamos y amamos a nuestra familia, la rechazamos y la necesitamos, pretendemos distinguirnos de ella y, en el fondo, heredamos gran parte de sus logros y de sus miedos.
En el caso de la familia Vich, lo que debería de ser un marco de gran intimidad y confianza formado por el grupo de gente que te ha visto nacer y crecer, se presenta como un espacio gobernado por las formas y los ritos, que da cabida a los juicios y a los prejuicios, y dificulta considerablemente la comunicación sincera.
Eso es lo que me interesaba explorar a través de los ojos de Léa, que, después de alejarse temporalmente de su familia, regresa para dar de pleno con la imposible situación en la que tanto los fracasos de su vida privada, como los de sus padres, como los de cualquier miembro de su familia, son evidentes pero nunca explícitos. Léa no desea mostrar sus flaquezas a la vez que se siente incómoda con las flaquezas de los demás. Y sin embargo, tampoco puede convivir con la falsedad de algunas situaciones.
¿Cuál es entonces el nivel de intimidad adecuado?
La película no quiere ser una respuesta sino más bien es una foto de familia de las que están en los álbumes y que, cuando las ves, si te fijas bien, puedes en ellas entrever todo lo que esconden detrás de cada gesto o actitud.
Una foto de una familia burguesa y catalana.
(*): Mar Coll (Barcelona 1981), estudió cine en la ESCAC (Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya). "Tres días con la familia" es su opera prima en el largometraje, y ganó los premios a mejor dirección, actor (Eduard Fernández) y actriz (Nausicaa Bonnín).