Notas a pie de pantalla: "Ágora" vacía

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Weisz, en 'Agora'
Weisz, en 'Agora'
Por Elio Castro-Villacañas

Me aburrí soberanamente viendo "Ágora". A la media hora ya estaba deseando que se acabara. No había en ella nada que me interesara, nada que me emocionara, nada que me sorprendiera. La encontré plana, "facilona", maniquea. La  explicación de un periodo de la Historia en blanco y negro, sin matices, sin zonas grises, para párvulos no para un público adulto. Todo en ella suena, y se ve, falso. Una Ágora vacía.

El personaje de Hypatia, tal y como lo muestra Amenábar, carece por completo de interés, desde sus estudios astronómicos a una sexualidad nunca del todo explicada. No me puedo creer que esta mujer tan interesante sobre el papel fuera así y si es así no merece una película.

Sé que probablemente la mía sea una reacción injusta y visceral y que "Ágora" merecería una segunda visión pero, sinceramente, me ha dejado tan insatisfecho que no se la pienso dar, al menos este año. Es verdad que estaba algo cansado y que la vi a las 10 de la noche, en la última sesión, pero en circunstancias similares la magia del cine se ha impuesto y he disfrutado con lo que he visto.

El caso es que, al menos para mi, "Ágora" es una película completamente fallida. Fallida porque quiere contarnos una historia del siglo IV ó V con los ojos del XXI. Fallida porque no encuentra en ningún momento su sitio. No es una historia personal ni mucho menos épica. No es un "peplum", una de romanos. Tampoco una película filosófica ni intelectual. Como denuncia de la intransigencia religiosa es tópica. Por no gustarme ni siquiera me gusta Rachel Weisz. Y lo siento. Siempre he disfrutado con las películas de Amenábar. Tienen todo lo que le falta a "Ágora". Es decir: originalidad, tensión, emoción, sorpresas. Tienen lo que no hay en "Ágora", buen cine.