Entrevista con Alberto Ammann: "Pensé que me odiarían por ser un argentino haciendo de Lope"
- por © Cynthia García C.-NOTICINE.com
Rápidamente, se podría decir que Alberto Ammann es un tipo de suerte, o es uno de esos casos en que estuvo en el momento justo en el lugar oportuno. Debutó en la gran pantalla con nada menos que uno de los roles centrales de "Celda 211", que le valió el Goya de Mejor Actor Revelación, y su segundo trabajo en cine -"Lope"- se estrenó en España el pasado fin de semana y participa en Venecia y Toronto. En esta mega producción de Andrucha Waddington sobre Lope de Vega, le toca jugar el rol del poeta y dramaturgo que enamora a damas que llevan el cuerpo de Pilar López de Ayala y Leonor Watling.
Pero lo cierto es que este argentino, cordobés, se ha convertido en una de las figuras más relevantes del cine español por estar perfectamente preparado y saber aprovechar la oportunidad, cuando la suerte golpeó a su puerta en el momento justo en el lugar oportuno.
Con experiencia teatral amateur en su país natal, viajó a Madrid para formarse en el Estudio Corazza y experimentar la vida en España, donde vivió cuando era un niño, de lo que se desprende la facilidad que tiene para cambiar de un acento a otro. La gente de la agencia de representación Kuranda lo vio y no dudó en convertirlo en una de sus jóvenes promesas. Así, en poco tiempo, se le abrieron las puertas del cine español de par en par, una realidad que intenta sobrellevar con humildad y precaución, buscando no perder el eje y su intención de seguir aprendiendo para crecer como artista.
- De "Celda 211" saltó directamente a "Lope", ¿cómo fue esa experiencia de convertirse en un poeta español y en un rol soñado por muchos actores locales?
Sí, eso fue otra locura: un poeta del siglo de oro español hecho por un cordobés... pero de la Argentina, no de la Córdoba española (risas). Pero fue una locura muy bonita. Me dicen que Andrucha Waddington, el director brasileño, quería hacerme una prueba para ser Lope de Vega. Hice la prueba, le gustó, luego quiso verme con Pilar y Leonor. Ahí sí que pensé cosas como: me van a quemar en la plaza pública, cómo un argentino va a hacer de Lope, me van a odiar algunos compañeros de profesión… Pero eso después lo pude acomodar. Yo creo que un actor, depende de sus cualidades, debe animarse a hacer de todo. Yo me lancé. Por ejemplo, está el Che hecho por Benicio del Toro. No es que me compare con él, pero sí la situación de tener que hacer un personaje de otro país que es emblemático. Además son personajes mundiales, que han traspasado fronteras.
- Antes de iniciar el rodaje, ¿qué sabía usted sobre Lope de Vega?
De Lope sabía por la universidad. Yo estuve un año en Letras, y empezamos por los clásicos: Cervantes, Calderón, Lope de Vega, Shakespeare… toda la literatura del Siglo de Oro. Me acerqué pero muy poco. Sabía lo básico: lo mujeriego que había sido; la cantidad de obras que tenía, fue casi uno de los primeros que introduce el tema de mezclar la comedia y lo trágico… Lo conocía pero no en profundidad. Eso fue un incentivo para investigarlo. Lo duro fue que tuve veinticinco días para prepararlo. Veinticinco días de tomar clases de equitación, hacer coreografías de esgrima, un "coach" para el acento que hice...todo esto sumado a lecturas de guión que teníamos que hacer. Era dormir cuatro o cinco horas. Eso fue lo más duro: encontrarme con una realidad del cine que es que no tienes tiempo para preparar un personaje. Porque en teatro hay un margen más grande de búsqueda, investigación y además tienes la posibilidad de ir creciendo a través de la obra.
- Habló del entrenamiento para el acento, ¿se buscó ser fiel a la época desde el lenguaje?
En realidad los diálogos cotidianos están bastante modernizados. No es un castellano antiguo. Los versos por supuesto están. Pero se ha modernizado, yo creo que porque tiene la idea de acercarse al público joven. Hoy en día cada vez se valora más el hablar mal. Mientras peor hablas, más buena onda tienes. Y es una pena porque se empobrece el cerebro, básicamente. Entonces poder rescatar la imagen biográfica de un tipo que hizo de todo, que todo lo que hizo lo hizo intensamente con amor y por amor, que se equivocó mucho pero que hizo mucho por el arte, nos parecía interesante que eso se pudiera acercar al público joven. De alguna forma es jugársela desde el guión, pero es un acierto también.
- Cuénteme un poco sobre los trabajos que han seguido a "Lope"…
En enero de este año hice "Eva", que es de un director novel, Kike Maíllo. Ahí trabajé de nuevo con Marta Etura y con Daniel Bruhl. Lo que me he divertido en ese rodaje. Fue una maravilla. Con Bruhl hacemos de hermanos. Y se estrena en diciembre. La idea es estrenarla en invierno porque está rodada en la nieve, y tiene cierta lógica estrenarla en esa época. Luego hice una TV Movie para Antena 3 que se llama "No soy como tú", que es una historia de vampiros mestizos, una ciencia ficción bastante curiosa, que se ha puesto en tele no hace mucho.
- Este año ganó el Goya de Mejor Actor Revelación con su primer papel en cine. ¿Qué pasó después de ganar ese premio? ¿Cambió algo en usted o en su perspectiva de la industria?
Sí. Me senté a reflexionar bastante. Los premios son como un arma de doble filo, por un lado se te puede subir a la cabeza y creerte más especial de lo que eres o más especial que otras personas, he visto a gente que le ha pasado eso cuando le alimentan mucho el orgullo; por el otro, puedes tomártelo como un incentivo. Yo opté por tomármelo como un incentivo para seguir haciendo cursos, para seguir estudiando, para seguir buscando, para seguir creciendo como actor y artista que quiero llegar a ser algún día. Hay gente que quiero mucho, amigos y colegas, que me decían: ‘ya has dormido con él’. Y yo decía: ¿cómo voy a dormir con el premio? No tiene que ver con desvalorizarlo, sino con darle un valor justo y necesario. Que me aporte algo pero no me saque los pies de la tierra. También me dieron un premio de la Unión de Actores, que es muy bonito porque te lo dan los colegas. Y de repente llega uno que no lo conoce nadie, y eso es todo una familia. La manera en que me abrieron las puertas y me hicieron sentir como un miembro de la familia más fue algo maravilloso.
- ¿Cómo comenzó a insertarte en la industria de cine española, ya que imagino que para un extranjero debió ser doblemente difícil?
Fue todo bastante curioso. Yo estaba en segundo año del curso de Corazza (La escuela de interpretación de Juan Carlos Corazza). Me llama una compañera y me dice que necesita un partenaire para hacer una prueba para la agencia de representantes Kuranda. Cada año se hace un certamen que se llama Caras nuevas y abren un casting para ver si incorporan a algún actor o actriz para ser representados por ellos. Me inscribí y meses después me entero que me estaban buscando para hacer una segunda prueba porque yo había cambiado de teléfono y mis correos le rebotaban. Me dieron tres días para hacer un monólogo. Yo nunca había hecho eso, ni buscado representante, ni nada, porque siempre me dediqué a estudiar. Elegí dos monólogos y me dijeron que no servían. Entonces cuando me faltaba un día para hacer la prueba fui al videoclub, me alquilé dos películas argentinas: "El abrazo partido" y "Un lugar en el mundo". Las ví en una madrugada, y como a las cinco de la mañana veo ese monólogo final de "Un lugar en el mundo", que es una carta con voz en off del hijo al padre. Fue una bendición. Esa fue la prueba que hice. A los diez días me dicen que quedé seleccionado. Ya con eso tenía agencia de representantes. Y, además, en el jurado de la prueba estaban las directoras de "casting" de "Celda 211".
- Siendo un novato, ¿cómo fue enfrentarte a un actor del tamaño de Luis Tosar?
Cuando me dicen que voy a hacer la prueba con Luis, que por supuesto yo conocía su trabajo y ya lo admiraba, ahora más todavía, para mí eso ya era un regalo. Estar delante de él y verlo trabajar era un regalo. Yo intuía que me lo podían dar pero iba con la cabeza puesta en trabajar con Luis. Creo que ese papel me lo terminaron dando porque me equivoqué en la prueba. La parte en que digo que maté a un camello, yo le dije maté un madero. Era como demasiado fuerte. Y me acuerdo la cara de Luis, me miró y me dijo: ‘Ostia chaval’. Ahí me di cuenta que me había equivocado, y pensé: o paro, o sigo para adelante mintiendo. Opté por eso y empecé con un delirio que tenía su lógica. El siguió la propuesta y terminamos con una improvisación bonita. Luego Daniel Monzón me dijo que eso fue clave, el poder resolver de una forma lista, como pensando todo el rato. Después, Luis me hizo sentir como un compañero de curso. Todos me trataron como un igual, nunca me hicieron sentir como un novato. Eso me ayudó a crecerme un poco, ponerme a la altura de ellos de alguna manera, no desvalorizarme.
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