Colaboración: "Todo lo que tú quieras", dolorosa belleza

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Lucía Fernández y Juan Diego Botto
Lucía Fernández y Juan Diego Botto
Por María José Sánchez Lerchundi

Que Achero Mañas conserve su personalísima manera de enfocar “las cosas de la vida” reconforta. Y reconforta aún más comprobar que, sin inventar fantasías más o menos resultonas, sólo manteniendo los pies bien pegados a la tierra, le sobra imaginación y poesía para hablarnos de temas corrientes, cuestiones de andar por casa elevadas, eso sí, a la categoría de reflexión y hasta de pura lírica.

Sigue, pues, intacta su preocupación por la infancia y su inquietud social, centrada esta vez en una zozobra colectiva, un asunto hoy tan capital como es el reparto de roles. Y el magnífico arranque de la película(ese inquietante juego de las caras) supone ya toda una declaración de intenciones, un primer trazo del círculo de tiza que Mañas cerrará al final. Roles para hombres y mujeres, roles para padres y madres… etiquetas pegajosas, contrarias a la convivencia, esparcidas a diestro y siniestro entre niños y adultos: en el colegio, en la calle, en la oficina, en casa…

Así es como crea Achero una peculiar ficción que sacude, que escuece, una fábula, tan certera como dolorosa (mitad cuento y mitad drama, mitad inocencia y mitad argucia) a partir de un sugestivo guión, una cuidada fotografía, unas imágenes (padre e hija, por ejemplo) que expresan más que las palabras… y sobre todo, a partir de una imponente dirección de actores que potencian, todos ellos, una propuesta arriesgada; Lucía Fernández, la niña, cuatro años y un portento, un hallazgo (uno más de los de Mañas). José Luis Gómez, perfecto. Y Juan Diego Botto, increíble: nunca estuvo ni tan bien dirigido, ni tan eficaz.

En el capítulo de los “peros” podríamos anotar un cierto desequilibrio en la primera parte de la historia: demasiado rápido tal vez ese proceso de rechazo al padre, de la caída libre de él y de la constatación, en definitiva, de la mutua orfandad. Exagerado quizás, el apego de la niña a Marta, la amiga o “madre postiza”. Se cargan ahí las tintas… y, ya puestos, pena por que una Najwa Nimri salga pronto de escena; una escena en el sentido más genuino de la palabra porque “Todo lo que tú quieras” tiene, además de evidentes guiños al teatro -una de las  devociones de Achero-, una estructura básicamente teatral (con road-movie incluída) aunque no deja, ni por un momento, de ser puro cine, y así lo demuestran imágenes y momentos bellísimos, estremecedores, como el de esa hija buscando a su padre y limpiándole amorosamente la cara… de una exquisitez maravillosa.

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