El 70º aniversario del cine sonoro argentino
- por © Corresponsal-NOTICINE.com
28-IV-03
"El cantor de Jazz", de Alan Crosland, inauguró oficialmente allá por 1927 el sonido en el cine presentando una película esencialmente musical con algunos pocos diálogos; seis años más tarde la Argentina hizo lo propio tomando también como base un estilo musical, pero absolutamente autóctono, el tango, que mezclándolo con características de la revista porteña, la comedia y el melodrama se transformó en "¡Tango!", primer film sonoro argentino que cumple su 70º aniversario.
Fue un 27 de abril de 1933 cuando llegaba a las salas argentinas, "¡Tango!", de Luis Moglia Barth, que presentaba a un popular elenco de la época integrado por Tita Merello, Libertad Lamarque, Azucena Maizani, Luis Sandrini, Pepe Arias, Alberto Gómez, Mercedes Simone, Alicia Vignoli y Juan Sarcione, que se unían a las orquestas de Edgardo Donato, Juan de Dios Filiberto, Osvaldo Fresedo, Pedro Maffia, Ernesto Ponzio, Luis Visca y Juan Carlos Bazán, para narrar la odisea de un muchacho de barrio que por amor termina en prisión pero años más tarde triunfa como cantante en París.
Llegar al primer largometraje nacional fue un largo recorrido, donde se experimentó mucho, generalmente contando con más ingenio que dinero. El propio Moglia Barth antes de "¡Tango!" realizó dos cortos, uno con discos y el otro, "Consejo de tango", con sonido fotográfico; con este último se presentó ante el gerente de distribución Angel Mentasti en busca de financiación. No sólo la consiguió, sino que junto a Mentasti y otros inversionistas fundó Argentina Sono Film, el primer gran estudio nativo, que le dio continuidad y repercusión al cine nacional.
"¡Tango!" fue realizada con sonido sincronizado tipo Movietone -banda sonora al costado de las imágenes- y escrita por Carlos Muñoz, reconocido por su trabajo en el diario Crítica. La película era una sucesión de sketches y números tangueros hilvanados por una simple línea argumental, que básicamente habla de una muchacha del arrabal (Merello), que desoye las palabras de un hombre que realmente la quiere (Gómez) y se fuga con el guapo del barrio. Claro que ella más tarde se arrepiente y comprende que lo ama, pero el guapo no la dejará ir y se trenza en duelo criollo, donde el muchacho bueno lo mata. Años más tarde, él sale de la cárcel, se convierte en un astro del tango y se reencuentra con la joven.
El largometraje recorrió con igual suceso las pantallas nacionales y las de toda Latinoamérica, y convirtió a su director Moglia Barth en un cineasta imprescindible en los películas locales de auténtica identidad porteña. Además consagró al fotógrafo Alberto Etchebehere y al escenógrafo Juan Manuel Concado, que muy pronto integrarían la lista de técnicos más destacados de los cuarenta y cincuenta. Muchos de los actores, reconocidos sólo en los escenarios de Buenos Aires, se convirtieron en estrellas y los 20.000 pesos de inversión, se multiplicaron ampliamente, demostrado que el cine argentino también podía ser redituable.
A "¡Tango!" le siguió ese mismo 1933, el film "Los tres berretines", de Enrique T. Susini, basada en la obra teatral homónima que seguía el modelo del sainete criollo, y si bien el tango aparece como uno de los berretines a los que hace referencia su título (los otros son el cine y el fútbol), carece del protagonismo de la cinta de Moglia Barth, que fue la pieza fundacional de una cinematografía que en esa década comenzó a desarrollar un amplio abanico de géneros, compitiendo exitosamente con las producciones extranjeras y hasta conquistando mercados.
"El cantor de Jazz", de Alan Crosland, inauguró oficialmente allá por 1927 el sonido en el cine presentando una película esencialmente musical con algunos pocos diálogos; seis años más tarde la Argentina hizo lo propio tomando también como base un estilo musical, pero absolutamente autóctono, el tango, que mezclándolo con características de la revista porteña, la comedia y el melodrama se transformó en "¡Tango!", primer film sonoro argentino que cumple su 70º aniversario.
Fue un 27 de abril de 1933 cuando llegaba a las salas argentinas, "¡Tango!", de Luis Moglia Barth, que presentaba a un popular elenco de la época integrado por Tita Merello, Libertad Lamarque, Azucena Maizani, Luis Sandrini, Pepe Arias, Alberto Gómez, Mercedes Simone, Alicia Vignoli y Juan Sarcione, que se unían a las orquestas de Edgardo Donato, Juan de Dios Filiberto, Osvaldo Fresedo, Pedro Maffia, Ernesto Ponzio, Luis Visca y Juan Carlos Bazán, para narrar la odisea de un muchacho de barrio que por amor termina en prisión pero años más tarde triunfa como cantante en París.
Llegar al primer largometraje nacional fue un largo recorrido, donde se experimentó mucho, generalmente contando con más ingenio que dinero. El propio Moglia Barth antes de "¡Tango!" realizó dos cortos, uno con discos y el otro, "Consejo de tango", con sonido fotográfico; con este último se presentó ante el gerente de distribución Angel Mentasti en busca de financiación. No sólo la consiguió, sino que junto a Mentasti y otros inversionistas fundó Argentina Sono Film, el primer gran estudio nativo, que le dio continuidad y repercusión al cine nacional.
"¡Tango!" fue realizada con sonido sincronizado tipo Movietone -banda sonora al costado de las imágenes- y escrita por Carlos Muñoz, reconocido por su trabajo en el diario Crítica. La película era una sucesión de sketches y números tangueros hilvanados por una simple línea argumental, que básicamente habla de una muchacha del arrabal (Merello), que desoye las palabras de un hombre que realmente la quiere (Gómez) y se fuga con el guapo del barrio. Claro que ella más tarde se arrepiente y comprende que lo ama, pero el guapo no la dejará ir y se trenza en duelo criollo, donde el muchacho bueno lo mata. Años más tarde, él sale de la cárcel, se convierte en un astro del tango y se reencuentra con la joven.
El largometraje recorrió con igual suceso las pantallas nacionales y las de toda Latinoamérica, y convirtió a su director Moglia Barth en un cineasta imprescindible en los películas locales de auténtica identidad porteña. Además consagró al fotógrafo Alberto Etchebehere y al escenógrafo Juan Manuel Concado, que muy pronto integrarían la lista de técnicos más destacados de los cuarenta y cincuenta. Muchos de los actores, reconocidos sólo en los escenarios de Buenos Aires, se convirtieron en estrellas y los 20.000 pesos de inversión, se multiplicaron ampliamente, demostrado que el cine argentino también podía ser redituable.
A "¡Tango!" le siguió ese mismo 1933, el film "Los tres berretines", de Enrique T. Susini, basada en la obra teatral homónima que seguía el modelo del sainete criollo, y si bien el tango aparece como uno de los berretines a los que hace referencia su título (los otros son el cine y el fútbol), carece del protagonismo de la cinta de Moglia Barth, que fue la pieza fundacional de una cinematografía que en esa década comenzó a desarrollar un amplio abanico de géneros, compitiendo exitosamente con las producciones extranjeras y hasta conquistando mercados.