Crítica: "Acorazado", el ridículo como crítica social

por © Correcámara-NOTICINE.com
'Acorazado'



Por Hugo Lara Chávez

"Acorazado" es la opera prima de Álvaro Curiel, que se presentó anteriormente en el Festival de Morelia, con una cálida acogida del público y la prensa, y ahora llega a las salas comerciales mexicanas. Es una comedia acerca de un pintoresco jarocho —llamado con el nombre real del actor que lo encarna, Silverio Palacios— y que, desesperado por la falta de oportunidades de trabajo en el puerto de Veracruz, donde vive, decide emigrar a Estados Unidos. Así acondiciona su taxi como balsa con el absurdo plan de navegar hasta Florida y hacerse pasar por cubano, para acogerse a la ley de asilo político.

Sin embargo, por error llega a La Habana, donde tiene que modificar su plan y solicita asilo con el argumento de que viene escapando del capitalismo salvaje. Su caso es usado como propaganda del régimen, mientras él se adapta su nueva circunstancia, con un nuevo empleo de taxista, con nuevos amigos, mientras encuentra una forma más lucrativa para subsistir en Cuba.     

"Acorazado" es un film entretenido, de un humor fresco e irreverente, con personajes de cierto exotismo tropical. Cuenta con un destacado trabajo del fotógrafo Germán Lammers y del director de arte Carlos Jacques, que logran darle unidad a la riqueza visual de los escenarios, tanto de Veracruz como de La Habana, ambas ciudades retratados por momentos desde el ángulo de su monumentalidad pero también desde su belleza ruinosa que es aprovechada para algunas escenas de tinte onírico (como el vía crucis donde Silverio jala su taxi como Cristo carga su cruz).     

Las buenas actuaciones del reparto binacional, mexicano-cubano, así como la fotografía y la música, con temas de ritmos variados, contribuyen al tono antisolemne y desparpajado del relato. Además de Palacios, participan Salvador Sánchez, Juan Carlos Colombo y los cubanos Laura de la Uz, Terry Holiday y Luis Alberto García.     

No sólo es un film divertido, porque también propone una reflexión política sobre la identidad del mexicano (en un momento dado, un cubano le espeta al protagonista: "ustedes creen que tener una gran cultura es igual a ser cultos") y nuestra circunstancia actual, llena de injusticias y falta de oportunidades para amplios sectores del país, lo que explica secuencias como aquellla donde el personaje le propina una paliza a un diputado mexicano que viaja a La Habana.

De paso, hay una crítica al régimen del socialismo cubano, que es más notable aún porque la filmación logró hacerse en locaciones de La Habana. En suma, es una película afortunada en la que el director logra establecer el sentido del rídiculo como una herramienta para la crítica social.

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