Alex de la Iglesia habla sobre "La chispa de la vida"

por © Cineuropa-NOTICINE
Alex de la Iglesia
En vísperas de su presentación internacional en el apartado Berlinale Special del certamen internacional de la capital alemana, se lanza el próximo día 13 en España el nuevo film de Alex de la Iglesia, "La chispa de la vida", uno de los primeros estrenos potentes de 2012 para el cine nacional. El cineasta vasco reune en esta tragicomedia al humorista televisivo José Mota con la estrella mexicana Salma Hayek, en un "encargo" de su viejo amigo el productor Andrés Vicente Gómez, quien asumió alguna de sus primeras películas. Cineuropa habló con el cineasta y expresidente de la Academia del cine.

- ¿Le pedía el cuerpo rodar una película más tranquila, después de la desmesura de "Balada triste de trompeta"?
Sí, ésta es una película más pequeña, de personajes y diálogos, pero es curioso, porque también trata sobre un circo: el mediático. Cambié el guión para que la localización principal fuera un teatro romano: me gustaba que el protagonista cayera en medio de un escenario, con el alcalde inaugurándolo y la directora del museo presente; así aparecen las fuerzas vivas y le dan un tono más social y de tragicomedia berlanguiana.

- "La chispa de la vida" es una de las pocas películas suyas cuyo guión no ha creado.

He hecho la adaptación, aunque no aparezca en créditos. El autor, Randy Feldman, ha escrito mucho cine comercial (para Stallone y Van Damme) y tenía este guión maldito. Yo leo muchos guiones que me envían, pero nunca me gustan. Éste ha sido un caso extrañísimo, porque me ha encantado.

- ¿Qué tenía para que le gustara tanto?

Hablaba de algo que me resulta atractivo: el hombre atrapado en una situación límite; un tipo encerrado en una situación de la que si le sacan, se muere. Sentí que aquello había que contarlo porque estamos todos como él: como al borde de la muerte.

- ¿Por qué les gusta tanto la carroña a los medios de comunicación actuales, sobre todo a la televisión?

No lo sé. Me parece lícito que se dediquen a lo que quieran, pero me preocupa la exclusividad. Que sólo haya eso me da miedo, así como esos lemas que utilizan frívolamente: "Es lo que quiere la gente" o "Tenemos la televisión, la prensa y el cine que queremos". ¡No señor, tenemos la que nos dejan y podemos! Nos gustaría tener muchas más alternativas y las hay; eso es más barato y efectivo, pero no es lo único.

- En su cine suele aparecer iconografía religiosa. ¿Necesitamos mártires que nos rediman?

Sí, tiene un poco de eso: hay una escena en la que coloco al protagonista como si estuviera en la cruz. Parece que necesitamos un exorcismo, una especie de revuelta para darnos cuenta de las cosas. Si alguien no se sacrifica, no nos percatamos de que la situación es extrema. Por eso a veces Mota parece un Cristo rodeado de romanos bastardos y de gente que le hace sufrir. Salma Hayek también tiene algo de Virgen María o de María Magdalena: está a su lado, pendiente de él.

- ¿Puede la crisis de valores llegar a ser más peligrosa que la económica?

Sí, lo decía el director de un festival: no le preocupaba que no hubiera dinero para la próxima edición, sino que no le importara a nadie que la cultura desapareciera. Eso está también en mi película: Blanca Portillo defiende un teatro romano, lleno de joyas de la Historia, que la gente arrasa por el ansia de noticias. Pero la película es esperanzadora y reinvindica la dignidad, que hoy está infravalorada.

- ¿La experiencia como Presidente de la Academia del Cine Español le ha inspirado o azuzado su creatividad?
Me encuentro con ganas de rodar y con ideas. Me he dado cuenta de que lo importante es generar producto: hacer cosas en lugar de hablar de ellas.

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