Crítica: "Un mundo seguro", El tercer (en)ojo
- por © EscribiendoCine-NOTICINE.com
Por Juan Pablo Russo
La película argentina "Un mundo seguro" (2010), de Eduardo Spagnuolo, provoca una serie de múltiples reacciones en el espectador que van desde la repulsión absoluta hasta la capacidad de encontrar otra película dentro de la película propiamente dicha. Si eso es bueno o malo lo determinará el receptor, pero al menos puede resultar interesante.
Patricio Podestá, un empresario de los medios de comunicación, ha sufrido un ataque de violencia que le ha provocado una serie de secuelas psicológicas irreparables. Víctima de sus ataques de pánico y de la paranoia persecutoria con la que convive a diario decide comprar una propiedad que es considerada mucho más segura que las propias Pirámides de Egipto. El conflicto estallará, cuando sin saberlo, Podestá, caiga en su propia trampa y ya nadie pueda ayudarlo. Él será la víctima y el victimario dentro de su propio mundo.
Eduardo Spagnuolo ofrece un thriller concebido desde el absurdo. Sus personajes son llevados al extremo tanto físico como emocional “satirizando” las situaciones por las que atraviesan. El más expuesto en este sentido es Carlos Belloso cuya actuación, casi unipersonal, deberá pasar del raciocinio más puro a la locura absoluta.
En "Un mundo seguro" hay una deliberada tendencia hacia lo extremo. Tanto sus personajes como su construcción espacial son irreales. Resulta imposible imaginar que esos seres existan y que los lugares que habitan sean verdaderos. De ahí que decimos que la película es un "thriller" absurdo. Si bien el planteamiento en un punto puede llegar a ser real, está enmarcado dentro de un contexto de irrealidad. Spagnuolo juega con ambos conceptos para realizar una crítica sistemática a la tecnología, al poder, el consumo, las drogas, a los medios de comunicación, y al capitalismo desde un lugar diferente.
La provocación por sí sola, vacía de contenido y cuando es puesta en escena por el solo hecho de generar efectismo, no hace más que burlarse del espectador. Pero en el caso de "Un mundo seguro" está puesta al servicio de la imaginación del mismo. Es decir, provoca, molesta, incómoda, para que se vea lo que hay detrás, para que se piense que lo que se está mostrando es lo irreal, que lo real está en otro plano y que hay que descubrirlo. Ese es el verdadero sentido de "Un mundo seguro". ¿Enoja? Si. ¿Provoca? Sí. Pero también hace pensar en lo que no vimos directamente y está de manera indirecta.
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La película argentina "Un mundo seguro" (2010), de Eduardo Spagnuolo, provoca una serie de múltiples reacciones en el espectador que van desde la repulsión absoluta hasta la capacidad de encontrar otra película dentro de la película propiamente dicha. Si eso es bueno o malo lo determinará el receptor, pero al menos puede resultar interesante.
Patricio Podestá, un empresario de los medios de comunicación, ha sufrido un ataque de violencia que le ha provocado una serie de secuelas psicológicas irreparables. Víctima de sus ataques de pánico y de la paranoia persecutoria con la que convive a diario decide comprar una propiedad que es considerada mucho más segura que las propias Pirámides de Egipto. El conflicto estallará, cuando sin saberlo, Podestá, caiga en su propia trampa y ya nadie pueda ayudarlo. Él será la víctima y el victimario dentro de su propio mundo.
Eduardo Spagnuolo ofrece un thriller concebido desde el absurdo. Sus personajes son llevados al extremo tanto físico como emocional “satirizando” las situaciones por las que atraviesan. El más expuesto en este sentido es Carlos Belloso cuya actuación, casi unipersonal, deberá pasar del raciocinio más puro a la locura absoluta.
En "Un mundo seguro" hay una deliberada tendencia hacia lo extremo. Tanto sus personajes como su construcción espacial son irreales. Resulta imposible imaginar que esos seres existan y que los lugares que habitan sean verdaderos. De ahí que decimos que la película es un "thriller" absurdo. Si bien el planteamiento en un punto puede llegar a ser real, está enmarcado dentro de un contexto de irrealidad. Spagnuolo juega con ambos conceptos para realizar una crítica sistemática a la tecnología, al poder, el consumo, las drogas, a los medios de comunicación, y al capitalismo desde un lugar diferente.
La provocación por sí sola, vacía de contenido y cuando es puesta en escena por el solo hecho de generar efectismo, no hace más que burlarse del espectador. Pero en el caso de "Un mundo seguro" está puesta al servicio de la imaginación del mismo. Es decir, provoca, molesta, incómoda, para que se vea lo que hay detrás, para que se piense que lo que se está mostrando es lo irreal, que lo real está en otro plano y que hay que descubrirlo. Ese es el verdadero sentido de "Un mundo seguro". ¿Enoja? Si. ¿Provoca? Sí. Pero también hace pensar en lo que no vimos directamente y está de manera indirecta.
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