Crítica: "Domingo de Ramos": Muerte para armar

por © EscribiendoCine-NOTICINE.com
Gabriel Goity, en 'Domingo de Ramos'
Por Juan Pablo Russo

Un absurdo "thriller" articulado por una estructura narrativa fragmentada es la propuesta del argentino José Glusman ("Cien años de perdón", 1999) en "Domingo de Ramos" (2010). Estamos ante una extraña combinación de géneros con un resultado bastante inusual. La extraña muerte de una mujer por circunstancias no del todo claras da origen a una historia que va y viene constantemente en el tiempo. El subcomisario y amante de la victima (Gabriel Goity), el vecino (Mauricio Dayub), el jardinero (Pompeyo Audivert), dos ancianas metiches y un loro se verán envueltos en el repentino fallecimiento de Rosa (Gigi Rúa).

"Domingo de Ramos" no es un film lineal. Su historia, escrita por el propio director junto al autor de la idea original, Daniel López, es un digno rompecabezas para armar. La idea es que sea el propio espectador quien oficie de detective y así resuelva el caso. Para eso los autores fragmentaron la historia temporalmente no sólo yendo hacia adelante y atrás sino también intercalando el tiempo. La historia que comienza con la muerte de la mujer no sólo irá al pasado y volverá al presente sino que además romperá la linealidad del pasado para trabajarlo de manera fragmentaria. Este tratamiento narrativo implica la presencia de un espectador activo cuya función será poner cada pieza en el lugar exacto para llegar al desenlace del conflicto, que no es otro que el propio caso policial.

La puesta en escena remite en algunos puntos al film noir francés o al policial negro norteamericano, esto no se da solamente a nivel estético sino también desde la construcción de los personajes. Si bien en muchos momentos hay sobreactuación, ésta es deliberadamente preconcebida y necesaria para el tono que la historia pretende tener. Para no develar el misterio que envuelve al caso sólo diremos que sobre la segunda mitad se produce un giro argumental donde lo bizarro se apodera del conflicto.

La tercera película de ficción de José Glusman aterriza en los cines argentinos como si fuera un ente. Una extraña mezcla de géneros que da como resultado una película que bien podría catalogarse como cine "clase b" y que va camino a convertirse en un clásico dentro de una cinematografía bastante inusual para los tiempos que corren.

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