Crítica: "Uno", demasiadas casualidades

por © NOTICINE.com
Por Miren Edurne Sarriegui

Como muchas operas primas, "Uno", de Dieguillo Fernández, coescrita por su director junto a Edgardo González Amer, que se estrena en la Argentina este jueves,  hila temáticas muy diferentes sin la suficiente fuerza como para dar forma a una historia llena de agujeros y detalles evidentemente mejorables, que sólo se salva por la convicción y entrega de sus actores.

Sebastián Oviedo (Luciano Cáceres) es un joven arquitecto viviendo un momento de crisis que durante un viaje queda varado en un pequeño pueblo en contra de su voluntad. También contra su voluntad toma contacto con Mariela (Camila Fiardi Mazza), una niña huérfana que vive sola y ve amenazada su herencia por el reclamo de Barrera (Carlos Belloso), hombre fuerte del pueblo,  dado a arreglar diferencias cuchillo en mano. Mariela toma a Sebastián como la respuesta a sus oraciones y le persigue hasta conseguir su atención.

Según su director, Fernández, quien ha colaborado con Víctor Laplace en la realización de "Puerta de Hierro, el exilio de Perón", que se estrenará el año próximo, hay uno o dos temas de los que verdaderamente les interesa hablar y el desafío como narradores era intentar hacerlo de las maneras más distintas posibles, "para que el espectador no advierta que le estamos hablando siempre de la misma maldita cosa". Pues bien, lo consigue. No sabemos de qué nos está hablando. Tal vez de la búsqueda de afecto del hombre abandonado, o tal vez de la falta de compromiso del  “no te metás” y la necesidad de “meterse”…. pero no del todo.

El caso es que la historia hace agua por varios lados. No sólo no conocemos las motivaciones del protagonista. También desconocemos qué es lo que ocurre en un pueblo que permanece indiferente durante todo un año a las dificultades de una pobre huerfanita y no duda en entregarla al primer desconocido que aparece para que se haga cargo. También es sorprendente la “argentinísima” mujer del protagonista visitando a sus “españolísimos” padres. A lo mejor una concordancia de acentos nos hubiera pintado mejor el cuadro.

El protagonista enfrenta y va tomando conocimiento de todas las situaciones con una evidente falta de emoción y Mariela, sola y un poco trastornada, no consigue en ningún momento la empatía del espectador.  Carlos Belloso y Silvina Bosco tienen tablas y se nota.

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