Crítica: "Nosotros los Nobles", risas francas sobre lo indigno de trabajar

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'Nosotros los Nobles'


Por Hugo Lara Chávez

“Nosotros los Nobles”, la opera prima de "Gaz" Alazraki, es una eficaz comedia que se inscribe en una de las fórmulas temáticas más socorridas del cine mexicano: el choque entre ricos y pobres, en la cual se puede encontrar una amplia filmografía con ejemplos sobresalientes ("La familia Pérez", "Los Fernández de Peralvillo", "Los caifanes"...). No en balde el título alude a una de sus referencias fundamentales: “Nosotros los pobres” (1947) y su secuela “Ustedes los ricos” (1948), ambas dirigidas por Ismael Rodríguez, si bien está inspirada en el argumento de Adolfo Torrado que dio origen a “El Gran Calavera” (1949) una divertida película de Luis Buñuel que por lo general se considera una de sus obras menores.

“Nosotros los Nobles” relata el conflicto del viudo Germán Noble (Gonzalo Vega), un empresario millonario que tiene que lidiar con sus tres irresponsables hijos: Barbie (Karla Souza), Javi (Luis Gerardo Méndez) y Cha (Juan Pablo Gil). En un momento dado, los derroches y caprichos de sus hijos le provocan un infarto y, a raíz de ello, decide darles una lección para enmendar sus vidas. Así urde un plan para hacerles creer que se han quedado en la ruina y los lleva a vivir a una desvencijada casa de algún populoso barrio (¿la colonia Guerrero?). Una vez ahí, los jóvenes deben desprenderse de su antigua vida de lujos para hacer lo que nunca antes habían hecho: trabajar. De esta forma, cada uno se enfrenta de forma jocosa a los desafíos del proletariado, sea como mesera, como chofer de microbús o como asalariado al servicio de una exigente jefa.

En la tradición del cine mexicano, la lucha de clases por lo general establece que los ricos son “malos” y los pobres “buenos”, bajo una perversa lógica heredada de la formación católica, que luego se trasladó a las telenovelas de manera rupestre. En este film prácticamente se respeta esta premisa maniquea y, echando el humor por delante, se hace un paseo por los estereotipos y el folklore social, sea el de la barriada o de las casas de lujo. Alazraki, por fortuna, lo hace con conciencia —como bien lo establece su slogan publicitario “A falta de plata… sale el cobre”— y decide aprovecharse con inteligencia de un código que suele funcionar muy bien entre el público mexicano, expuesto cotidianamente a una realidad donde abundan las enormes diferencias sociales.

De esta forma, el guión y la dirección se abocan a crear una simpática caricatura de los jóvenes juniors: la “princesa” arrogante y vanidosa; el “mirrey” que solo piensa en absurdos negocios VIP, o el hipster pretencioso y superficial (el menos logrado de los tres). Hay otros personajes que también aportan lo suyo, como el villano, un gigoló dizque español que pretende casarse con Barbie; o un pintoresco chofer de microbús que domina el arte del agandalle. Igualmente, figura el joven humilde pero empeñoso (Ianis Guerrero) al estilo de Pepe el Toro, que  lucha por el amor de la chica.

En suma, estamos frente a una película que no destaca por su originalidad ni por su complejidad, pero si por otros aspectos, como la honestidad y solidez de una comedia redonda, que funciona de principio a fin sin caídas y donde hay que destacar especialmente las actuaciones de Méndez y Souza. Además, tiene la suficiente sutileza para alejarse del molesto tono edificante en el que podría caer con facilidad. Y, en un análisis más profundo, en ella podrían encontrarse señas sobre la sociedad mexicana, donde persiste de forma extendida el clasismo y la discriminación.

En el panorama actual del cine mexicano, se ha discutido mucho la necesidad de que existan films de varios tipos, entre ellos los que logren un propósito fundamental del cine: entretener, una palabra que para algunos cineastas es una ofensa o de plano es algo desconocido. Y esta búsqueda le favorece a “Nosotros los Nobles”, como lo prueban las salas llenas (se ha convertido en apenas dos semanas en la más vista del año en la producción nacional) y las risas francas que logra desatar. La claridad del film en su vocación comercial se nota en el manejo de un lenguaje coloquial y de alusiones sexuales, que terminan siendo tolerables para un auditorio familiar.

Otro aspecto que llama la atención: la eficiente campaña publicitaria de “Nosotros los Nobles”, donde se ve la mano de uno de los especialistas más renombrados del medio, Carlos Alazraki, padre del realizador y quien por cierto hace un cameo.