Festival de Gramado: “Las dos Irenes”, la poética de la identidad
- por © José Romero Carrillo (Gramado)-NOTICINE.com
El primer trabajo del realizador Fabio Meira, “As duas Irenes / Las dos Irenes”, llega a tierras brasileras luego de tener un fructífero paso por festivales. Todo inició con su estreno mundial en la última edición de la Berlinale, en la que formó parte de la sección Generation, luego sería programada en la 32 Festival Internacional de Cine en Guadalajara (México) donde recibió dos galardones, uno correspondiente a la mejor opera prima. Después de esto, seguirían algunos otros (Uruguay, Lima, etc.) para arribar a su país de origen, y finalmente su premiere nacional no podía ser más auspiciosa: la competencia brasilera de la edición 45 del Festival de Cinema de Gramado.
“Las dos Irenes” son adolescentes, tienen personalidades opuestas y ambas tienen 13 años pero viven en pueblos distintos. Como si una existiera en Brasil y otra en Japón. Dos muchachas que comparten un mismo progenitor, jamás deberían conocerse. Lo que es una costumbre machista en nuestra sociedad latina en el punto de partida de una obra que se decanta por la elegancia, el bueno gusto y la sensatez.
La mirada de Meira tiende a la nostalgia, a rememorar un capítulo extraviado de nuestra memoria por ello no es casualidad la atemporalidad del relato. Las dos meninas del relato coinciden en la confusa edad de la adolescencia y en este proceso de reafirmación de la identidad se conjugan sus personalidades.
Mientras la figura paterna se derrumba, cada una de ellas debe levantar la suya a partir de las mentiras que mantienen unidas sus familias. A sabiendas o no, que a esas alturas una es ya parte fundamental de la otra.
El clásico cine del pueblo se constituye en ese refugio mágico donde suceden los primeras acciones de la libertad sexual, eso sí siempre amparados por la gran pantalla que lo oculta todo bajo su brillo. No importa la película que se esté proyectando, porque siempre serán las butacas –y aquí definitivamente lo es- aquella puerta de ingreso a algo inédito, a una nueva experiencia.
El cineasta Fabio Meira propone una poética de la identidad, mejor dicho de una que apenas emerge en el territorio idealizado de los recuerdos. La verdad que para muchos puede significarlo todo, poco importa para estas chicas ya que es la incertidumbre, el real motor de sus acciones, de los escarceos amorosos, del descubrimiento del cuerpo del otro, del asombro que se puede causar en el sexo opuesto. La adolescencia, aquel trance donde se tiene certeza de muy poco, es para Meira el lienzo ideal, gracias a su fino trazo de inocencia que todo lo vuelve vívido y entrañable.
Todo sería inútil si el director no contara con este par de deslumbrantes y noveles actrices: Priscila Bittencourt e Isabela Torres. Ambas juegan frente a la cámara a encarnar dos rebeldes con distinto tempo, que van transmutándose y confundiéndose frente a nuestros ojos. Las Irenes del título, juegan también a completarse. Dos reflejos de una futura mujer, reunidas gracias a ese difícil puente que une la infancia con la adolescencia.
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“Las dos Irenes” son adolescentes, tienen personalidades opuestas y ambas tienen 13 años pero viven en pueblos distintos. Como si una existiera en Brasil y otra en Japón. Dos muchachas que comparten un mismo progenitor, jamás deberían conocerse. Lo que es una costumbre machista en nuestra sociedad latina en el punto de partida de una obra que se decanta por la elegancia, el bueno gusto y la sensatez.
La mirada de Meira tiende a la nostalgia, a rememorar un capítulo extraviado de nuestra memoria por ello no es casualidad la atemporalidad del relato. Las dos meninas del relato coinciden en la confusa edad de la adolescencia y en este proceso de reafirmación de la identidad se conjugan sus personalidades.
Mientras la figura paterna se derrumba, cada una de ellas debe levantar la suya a partir de las mentiras que mantienen unidas sus familias. A sabiendas o no, que a esas alturas una es ya parte fundamental de la otra.
El clásico cine del pueblo se constituye en ese refugio mágico donde suceden los primeras acciones de la libertad sexual, eso sí siempre amparados por la gran pantalla que lo oculta todo bajo su brillo. No importa la película que se esté proyectando, porque siempre serán las butacas –y aquí definitivamente lo es- aquella puerta de ingreso a algo inédito, a una nueva experiencia.
El cineasta Fabio Meira propone una poética de la identidad, mejor dicho de una que apenas emerge en el territorio idealizado de los recuerdos. La verdad que para muchos puede significarlo todo, poco importa para estas chicas ya que es la incertidumbre, el real motor de sus acciones, de los escarceos amorosos, del descubrimiento del cuerpo del otro, del asombro que se puede causar en el sexo opuesto. La adolescencia, aquel trance donde se tiene certeza de muy poco, es para Meira el lienzo ideal, gracias a su fino trazo de inocencia que todo lo vuelve vívido y entrañable.
Todo sería inútil si el director no contara con este par de deslumbrantes y noveles actrices: Priscila Bittencourt e Isabela Torres. Ambas juegan frente a la cámara a encarnar dos rebeldes con distinto tempo, que van transmutándose y confundiéndose frente a nuestros ojos. Las Irenes del título, juegan también a completarse. Dos reflejos de una futura mujer, reunidas gracias a ese difícil puente que une la infancia con la adolescencia.
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