Colaboración: Granma habla español de España
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Por Sergio Berrocal
Si Fidel Castro levantase la cabeza el tiempo suficiente de leer titulares se moriría del susto. Parte de la prensa española, que nunca había comulgado ni con Cuba ni con la Revolución cubana, están diciendo cosas agradables sobre ese país, del que se ocupan por primera vez con cierta seriedad. El más importante rotativo económico del país, Cinco Días, se ha destapado días pasados con un elogio de la Cuba de Castro, hasta ahora odiada por su comunismo, que quita el resuello:
"Una bofetada de calor y humedad y un envolvente aroma dulzón apabulla al viajero nada más dejar el aeropuerto José Martí, por más veces que haya pisado La Habana. Cómo una vieja dama, acostumbrada a los mimos y los fastos –la capital cubana cumplirá 500 años en 2019–, despliega todas sus armas de seducción.
"Una ciudad de cuento, protagonista de la historia –de muchas tramas– y que por avatares de la vida, a veces –en una calle, en una esquina, en un paseo, en un edificio, en un palacio– parece la cenicienta después del baile. No importa. Descompuesta y todo no pierde un ápice de su belleza. Por aquí y por allá descubrirá sus antiguos y suntuosos trajes coloniales, barrocos, neoclásicos o art déco. Unos totalmente rehabilitados y otros en vías de recuperación –a merced de los presupuestos, ya que casi todos los fondos proceden de donaciones privadas–, bajo la estricta supervisión de la Oficina del Historiador de La Habana Vieja".
Hace unos años, bastantes, Fidel Castro estaba en la cumbre, no se oían cosas tan lidas sobre la capital cubana. Recuerdo que un conocido periodista español, que estaba criticando sin piedad a Cuba, fue interrumpido en la radio por otro periodista que le reprochó juzgar algo que él no conocía, pues tenía constancia de que nunca había viajado a Cuba. El aludido recogió velas, lo admitió pero explicó rápidamente: "Es cierto que personalmente nunca he estado en Cuba pero mi hija estuvo allí durante su luna de miel y me refirió que todo era una porquería y que por todas partes olía a orines".
Tengo otra anécdota muy personal que ilustra el ambiente que reinaba en España con relación a Cuba.
Una editorial española se interesó por un libro mío de crónicas y estábamos a punto de firmar el compromiso cuando recibí un correo electrónica que me decía más o menos: "Renunciamos a la edición de su libro. No tenemos por costumbre contar entre nuestros colaboradores a admiradores de la dictadura castro-comunista".
Y no es que hubiesen descubierto que yo había escrito un elogio ditirámbico del castrismo o algo por el estilo. Era simplemente que habían visto mi firma entre la de cientos o miles de intelectuales en una carta dirigida al Presidente George Bush pidiéndole que dejara a Cuba tranquila.
El Mundo, diario de gran tirada, el principal con El País, escribía días pasados que el presidente Miguel Díaz-Canel "protagoniza una operación política y mediática para conquistar a los cubanos y venderles una imagen presidencial de efectividad, juventud y nuevos tiempos, más allá del 'dedazo' impuesto por su padrino político, Raúl Castro. Una estrategia en la que participan obedientes los medios cubanos, que no dudan en asegurar en sus textos que las damas quieren besar al 'Richard Gere cubano' y los caballeros, abrazarlo".
En fin, en los teléfonos celulares cualquiera puede consultar la revista de prensa en la que es raro el día que no se incluye algo que concierne a Cuba, pero casi siempre positivo o por lo menos neutro como puede ser una noticia.
Tiene uno hasta la sorpresa de tropezarse con un artículo sobre el héroe cubano Frank País, pero directamente salido de la redacción de Granma, el órgano del Partido Comunista cubano, ni más ni menos. Y no es un resumen o una transcripción sino que publican el artículo de Granma tal y como cualquier cubano puede leerlo.
El diario El Confidencial, rotativo digital muy leído en las redes, dice por ejemplo: "Lo que tenemos que hacer no es regular la concentración de la riqueza, sino la concentración de la propiedad. Que algunas personas obtengan grandes ingresos no está en conflicto, de ninguna forma, con los principios de igualdad y justicia social que defiende nuestra Revolución". El autor de tan peculiar acrobacia sintáctica es Homero Acosta, el secretario del Consejo de Estado de la República de Cuba. Un hombre surgido del círculo más cercano al General de Ejército Raúl Castro, quien le designó –nueve años atrás– para servir de enlace entre el poderoso consorcio de empresas militares y el núcleo decisorio del poder político en la Isla".
Les aseguro que hay mañanas en que abro mi teléfono, me meto en la revista de prensa y me entero de un montón de comentarios sobre Cuba, que hasta hace un par de meses no tenían cabida en ningún rincón de la prensa española, ya que, en general, les parecía todo negativo lo que se cocía en La Habana.
El cambio tan espectacular y sorprendente se ha producido con la ascensión al poder el nuevo Presidente.
Por supuesto que nadie sabe por qué de esta repentina vocación cubana de la prensa española.
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Si Fidel Castro levantase la cabeza el tiempo suficiente de leer titulares se moriría del susto. Parte de la prensa española, que nunca había comulgado ni con Cuba ni con la Revolución cubana, están diciendo cosas agradables sobre ese país, del que se ocupan por primera vez con cierta seriedad. El más importante rotativo económico del país, Cinco Días, se ha destapado días pasados con un elogio de la Cuba de Castro, hasta ahora odiada por su comunismo, que quita el resuello:
"Una bofetada de calor y humedad y un envolvente aroma dulzón apabulla al viajero nada más dejar el aeropuerto José Martí, por más veces que haya pisado La Habana. Cómo una vieja dama, acostumbrada a los mimos y los fastos –la capital cubana cumplirá 500 años en 2019–, despliega todas sus armas de seducción.
"Una ciudad de cuento, protagonista de la historia –de muchas tramas– y que por avatares de la vida, a veces –en una calle, en una esquina, en un paseo, en un edificio, en un palacio– parece la cenicienta después del baile. No importa. Descompuesta y todo no pierde un ápice de su belleza. Por aquí y por allá descubrirá sus antiguos y suntuosos trajes coloniales, barrocos, neoclásicos o art déco. Unos totalmente rehabilitados y otros en vías de recuperación –a merced de los presupuestos, ya que casi todos los fondos proceden de donaciones privadas–, bajo la estricta supervisión de la Oficina del Historiador de La Habana Vieja".
Hace unos años, bastantes, Fidel Castro estaba en la cumbre, no se oían cosas tan lidas sobre la capital cubana. Recuerdo que un conocido periodista español, que estaba criticando sin piedad a Cuba, fue interrumpido en la radio por otro periodista que le reprochó juzgar algo que él no conocía, pues tenía constancia de que nunca había viajado a Cuba. El aludido recogió velas, lo admitió pero explicó rápidamente: "Es cierto que personalmente nunca he estado en Cuba pero mi hija estuvo allí durante su luna de miel y me refirió que todo era una porquería y que por todas partes olía a orines".
Tengo otra anécdota muy personal que ilustra el ambiente que reinaba en España con relación a Cuba.
Una editorial española se interesó por un libro mío de crónicas y estábamos a punto de firmar el compromiso cuando recibí un correo electrónica que me decía más o menos: "Renunciamos a la edición de su libro. No tenemos por costumbre contar entre nuestros colaboradores a admiradores de la dictadura castro-comunista".
Y no es que hubiesen descubierto que yo había escrito un elogio ditirámbico del castrismo o algo por el estilo. Era simplemente que habían visto mi firma entre la de cientos o miles de intelectuales en una carta dirigida al Presidente George Bush pidiéndole que dejara a Cuba tranquila.
El Mundo, diario de gran tirada, el principal con El País, escribía días pasados que el presidente Miguel Díaz-Canel "protagoniza una operación política y mediática para conquistar a los cubanos y venderles una imagen presidencial de efectividad, juventud y nuevos tiempos, más allá del 'dedazo' impuesto por su padrino político, Raúl Castro. Una estrategia en la que participan obedientes los medios cubanos, que no dudan en asegurar en sus textos que las damas quieren besar al 'Richard Gere cubano' y los caballeros, abrazarlo".
En fin, en los teléfonos celulares cualquiera puede consultar la revista de prensa en la que es raro el día que no se incluye algo que concierne a Cuba, pero casi siempre positivo o por lo menos neutro como puede ser una noticia.
Tiene uno hasta la sorpresa de tropezarse con un artículo sobre el héroe cubano Frank País, pero directamente salido de la redacción de Granma, el órgano del Partido Comunista cubano, ni más ni menos. Y no es un resumen o una transcripción sino que publican el artículo de Granma tal y como cualquier cubano puede leerlo.
El diario El Confidencial, rotativo digital muy leído en las redes, dice por ejemplo: "Lo que tenemos que hacer no es regular la concentración de la riqueza, sino la concentración de la propiedad. Que algunas personas obtengan grandes ingresos no está en conflicto, de ninguna forma, con los principios de igualdad y justicia social que defiende nuestra Revolución". El autor de tan peculiar acrobacia sintáctica es Homero Acosta, el secretario del Consejo de Estado de la República de Cuba. Un hombre surgido del círculo más cercano al General de Ejército Raúl Castro, quien le designó –nueve años atrás– para servir de enlace entre el poderoso consorcio de empresas militares y el núcleo decisorio del poder político en la Isla".
Les aseguro que hay mañanas en que abro mi teléfono, me meto en la revista de prensa y me entero de un montón de comentarios sobre Cuba, que hasta hace un par de meses no tenían cabida en ningún rincón de la prensa española, ya que, en general, les parecía todo negativo lo que se cocía en La Habana.
El cambio tan espectacular y sorprendente se ha producido con la ascensión al poder el nuevo Presidente.
Por supuesto que nadie sabe por qué de esta repentina vocación cubana de la prensa española.
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