Colaboración: La habanera Coppelia al cielo
- por © NOTICINE.com
Por Sergio Berrocal
Te revuelves en una cama que no está hecha para dormir en este jodido amanecer que te envuelve en sueños que no son y que no están. Ni siquiera Eleanor Parker luciendo su camisón de mil salidas y entradas que una tarde compró en una lencería de París, mientras en la selva rugía la marabunta.
Sabes que no hay remedio. Que pronto, ya se oye el bramido de los hunos y de los otros, va a salir el día y todo volverá a comenzar. La angustia de que no tienes nada que hacer, que tienes que convencerte que lo tuyo no son más que sueños y que tu vida es una barbaridad como la que están perpetrando o van a perpetrar frente a la mítica heladería Coppelia de La Habana.
Te revuelves en la cama llena de recuerdos, de añoranzas y de pecados sin confesar y sin acabar y recuerdas la nota retransmitida por la revista cubana Bohemia que acabas de leer mientras tomabas otro somnífero, que, por cierto, no te ha servido de nada:
“La colocación de vallas perimetrales en la céntrica avenida de 23, frente a la heladería Coppelia, en El Vedado capitalino, evidencia los preparativos para la construcción del hotel más alto de La Habana”.
Has pensado que era otra de las pesadillas que te dan vueltas desde hace un tiempo, desde que sabes que La Habana se acabó para ti, porque ahora será para ricos yanquis con buenos dólares, porque desde que se fue El Comandante las cosas han cambiado mucho.
Te cagas en todo lo posible e imaginable, te cabreas, le pegas una patada al despertador pero no hay caso. La notica vehiculada por Bohemia sigue ahí y tú sin poder hacer nada:
“En entrevista exclusiva con la Agencia Cubana de Noticias en el mes de abril, Deysi Malvares, directora de Desarrollo de la Empresa Inmobiliaria Almest, informó que a partir de septiembre se pronosticaba desarrollar durante 13 meses la construcción del sótano y áreas de acceso, para después levantar el resto en un periodo de dos años y medio.
El hotel, de categoría cinco estrellas, contará 42 pisos y 565 habitaciones y superará en altura, con aproximadamente 154 metros, al cercano Tryp Habana Libre (27 plantas y 70 metros) considerado en sus años inaugurales como el hotel más alto y grande de América Latina y que aún conserva esa condición en la urbe habanera. (ACN).”
Se te caen otra vez las ilusiones, como ayer y anteayer cuando te dijeron que ya no tienes visado para entrar en París, ni para Tánger siquiera. Y entonces, le preguntaste miserablemente al Herr Comandante de la Gestapo que te interrogaba, ¿No me queda nada?.
“Ya no le queda ni Casablanca, mon cher Rick”, contestó con voz truculenta el maldito oficial alemán.
Hacía tiempo que te lo temías. El otro día, una señora de La Habana decía en un video que estaban viviendo, ella y sus vecinos, en una maravillosa casa cerca de la Habana vieja pero que está en ruinas. Que habría que arreglarla. Seguramente una desquiciada que no entiende que lo principal no es reconstruir sino construir monstruosos hoteles que le rasquen la barriga al cielo.
Te entraron ganas de gritarle: “Pero qué se cree usted, señora, fósil de la humanidad. Hay que unirse a las fuerzas del progreso, a esas excavadoras que van de frente para un futuro mejor. Y detrás, los ve usted. Señora, y deje de quejarse, avanzan los camiones que recogerán los despojos de lo que fue. Estamos en el siglo XXI”.
Rick se pegó un tiro en la película que nunca he rodado sobre “Casablanca”. Ahora voy a escribir un guión donde se le ve despidiéndose de Coppelia, ese templo del helado mejor del mundo, ese lugar de citas, de amores, buenos, malos o catastróficos… ¿Cuántas veces se puso usted en la cola para conseguir que le dieran una de las mesitas chiquititas donde le esperaba ese amiguito suyo de barba cuidada y de ojos azules como el cielo que le invitó a tomar un té?
En Coppelia celebramos el triunfo de la película “Fresa y chocolate” (1993), la que Fidel Castro autorizó personalmente para que la gente se diese cuenta de que había llegado el momento de cerrar filas y dejar de decir “maricón” en cuanto no te gustaran los andares de un hombre.
No creo que nadie que haya pasado un ratito por La Habana no tenga por lo menos un recuerdo, una cita en una de las mesitas de Coppelia.
Pero ya no nos atreveremos a ver películas en el cine Yara porque para entonces probablemente tengamos la sombra del hotel más alto de La Habana,
Pero, cállese carajo, Herr Comandante, es el progreso. Vamos a construir el hotel más alto de La Habana, nada menos que 42 pisos. ¿Se dan ustedes cuenta del progreso?
El Herr Comandante, que después de escapar de Casablanca había creído encontrar una vida tranquila en La Habana aunque ya no estuviera Batista, se fue derechito al Malecón y saltó al mar. Lo pescaron rápidamente los guardacostas y le acusaron de querer refugiarse en Miami.
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Te revuelves en una cama que no está hecha para dormir en este jodido amanecer que te envuelve en sueños que no son y que no están. Ni siquiera Eleanor Parker luciendo su camisón de mil salidas y entradas que una tarde compró en una lencería de París, mientras en la selva rugía la marabunta.
Sabes que no hay remedio. Que pronto, ya se oye el bramido de los hunos y de los otros, va a salir el día y todo volverá a comenzar. La angustia de que no tienes nada que hacer, que tienes que convencerte que lo tuyo no son más que sueños y que tu vida es una barbaridad como la que están perpetrando o van a perpetrar frente a la mítica heladería Coppelia de La Habana.
Te revuelves en la cama llena de recuerdos, de añoranzas y de pecados sin confesar y sin acabar y recuerdas la nota retransmitida por la revista cubana Bohemia que acabas de leer mientras tomabas otro somnífero, que, por cierto, no te ha servido de nada:
“La colocación de vallas perimetrales en la céntrica avenida de 23, frente a la heladería Coppelia, en El Vedado capitalino, evidencia los preparativos para la construcción del hotel más alto de La Habana”.
Has pensado que era otra de las pesadillas que te dan vueltas desde hace un tiempo, desde que sabes que La Habana se acabó para ti, porque ahora será para ricos yanquis con buenos dólares, porque desde que se fue El Comandante las cosas han cambiado mucho.
Te cagas en todo lo posible e imaginable, te cabreas, le pegas una patada al despertador pero no hay caso. La notica vehiculada por Bohemia sigue ahí y tú sin poder hacer nada:
“En entrevista exclusiva con la Agencia Cubana de Noticias en el mes de abril, Deysi Malvares, directora de Desarrollo de la Empresa Inmobiliaria Almest, informó que a partir de septiembre se pronosticaba desarrollar durante 13 meses la construcción del sótano y áreas de acceso, para después levantar el resto en un periodo de dos años y medio.
El hotel, de categoría cinco estrellas, contará 42 pisos y 565 habitaciones y superará en altura, con aproximadamente 154 metros, al cercano Tryp Habana Libre (27 plantas y 70 metros) considerado en sus años inaugurales como el hotel más alto y grande de América Latina y que aún conserva esa condición en la urbe habanera. (ACN).”
Se te caen otra vez las ilusiones, como ayer y anteayer cuando te dijeron que ya no tienes visado para entrar en París, ni para Tánger siquiera. Y entonces, le preguntaste miserablemente al Herr Comandante de la Gestapo que te interrogaba, ¿No me queda nada?.
“Ya no le queda ni Casablanca, mon cher Rick”, contestó con voz truculenta el maldito oficial alemán.
Hacía tiempo que te lo temías. El otro día, una señora de La Habana decía en un video que estaban viviendo, ella y sus vecinos, en una maravillosa casa cerca de la Habana vieja pero que está en ruinas. Que habría que arreglarla. Seguramente una desquiciada que no entiende que lo principal no es reconstruir sino construir monstruosos hoteles que le rasquen la barriga al cielo.
Te entraron ganas de gritarle: “Pero qué se cree usted, señora, fósil de la humanidad. Hay que unirse a las fuerzas del progreso, a esas excavadoras que van de frente para un futuro mejor. Y detrás, los ve usted. Señora, y deje de quejarse, avanzan los camiones que recogerán los despojos de lo que fue. Estamos en el siglo XXI”.
Rick se pegó un tiro en la película que nunca he rodado sobre “Casablanca”. Ahora voy a escribir un guión donde se le ve despidiéndose de Coppelia, ese templo del helado mejor del mundo, ese lugar de citas, de amores, buenos, malos o catastróficos… ¿Cuántas veces se puso usted en la cola para conseguir que le dieran una de las mesitas chiquititas donde le esperaba ese amiguito suyo de barba cuidada y de ojos azules como el cielo que le invitó a tomar un té?
En Coppelia celebramos el triunfo de la película “Fresa y chocolate” (1993), la que Fidel Castro autorizó personalmente para que la gente se diese cuenta de que había llegado el momento de cerrar filas y dejar de decir “maricón” en cuanto no te gustaran los andares de un hombre.
No creo que nadie que haya pasado un ratito por La Habana no tenga por lo menos un recuerdo, una cita en una de las mesitas de Coppelia.
Pero ya no nos atreveremos a ver películas en el cine Yara porque para entonces probablemente tengamos la sombra del hotel más alto de La Habana,
Pero, cállese carajo, Herr Comandante, es el progreso. Vamos a construir el hotel más alto de La Habana, nada menos que 42 pisos. ¿Se dan ustedes cuenta del progreso?
El Herr Comandante, que después de escapar de Casablanca había creído encontrar una vida tranquila en La Habana aunque ya no estuviera Batista, se fue derechito al Malecón y saltó al mar. Lo pescaron rápidamente los guardacostas y le acusaron de querer refugiarse en Miami.
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