Bendita Filmoteca Imprescindible: "El acorazado Potemkin/ Battleship Potemkin / Bronenosets Potyomkin" (1925)
- por © Cris F. Fimia-NOTICINE.com
En plena psicosis por el coronavirus, somos testigos de que el comunismo chino saca músculo, presumiendo de sus labores de contención y su capacidad de adoctrinamiento y disciplina para mantener a la gente en sus casas. Por el contrario, en la Europa democrática estamos comprobando en nuestras propias carnes cómo se apela a la responsabilidad ciudadana, que por regla general deja bastante que desear.
Cést la vie... En medio de todo este embrollo, me he acordado de una película imprescindible, de las que marcan época, historia y cambios en las formas de hacer cine. Otra exhibición de músculo comunista, otra época, pero una cinta que nos muestra a las claras las posibilidades propagandísiticas que ofrece el Séptimo Arte. Hoy no podíamos hablar de otra película que “El acorazado Potemkin”.
En primer lugar, para comprender la transcendencia de esta película hay que tener muy presente que estamos hablando del año 1925. Si 95 años después seguimos tratándola como una auténtica obra maestra es sencillamente porque lo es. Técnicamente hablando resulta una maravilla visual para cualquier cinéfilo que desee fijarse en los planos y el montaje, que como digo supusieron un antes y un después. Fue nombrada como la mejor película de la historia en la Exposición General de Bruselas de 1958.
Viajemos a 1925, Sergéi M.Eisenstein tiene tan solo 26 años. Sin embargo, ya ha encauzado su carrera en el mundo del arte. A aquellas alturas había dirigido teatro y alcanzado el mundo del cine con su primera cinta: “La huelga” (1925).
Con una clara ideología afín al régimen, despertó interés entre los gobernantes y como consecuencia de todo lo anterior, terminó preparando una nueva cinta: “1905”, con la que pretendía mostrar lo ocurrido a lo largo de aquel año, clave en Rusia por el gran número de manifestaciones que tuvieron lugar, y que suelen entenderse como el principio de lo que más tarde sería la revolución de 1917.
Hasta aquí, nada especialmente llamativo. Comienza el rodaje en Leningrado, pero no olvidemos dónde está, y el tiempo no acompañaba. Y de pronto, un imprevisto permitió al director alcanzar la gloria. Se trasladan a Odesa y se enamora de la potente visión de aquellas escaleras que cambiarían por completo la historia del cine y su prestigio como director.
Adiós guión. Hola vuelta a empezar. Decide centrarse en los sucesos que tuvieron lugar precisamente en aquella zona. Y no crean que fue algo sencillo. Llevó a cabo una enorme labor de documentación, investigación, entrevistas y estudios. Resulta asombroso como en aquellos años, y con el poco tiempo que llevaba funcionando el mundo del cine, realizase una labor tan profunda, llegando incluso a estudiar pormenorizadamente unos bocetos que había realizado un francés que vivió los hechos. El rodaje, se llevó a cabo en sólo tres meses.
Pero, ¿qué paso? ¿Fue real todo lo que se cuenta en la película? Pues todo no. Es cierto que hubo un motín. La situación que estaba viviendo la marina rusa era absolutamente lamentable. Los marines eran denigrados. Estaban en plena guerra contra Japón, acumulaban horas y horas de falta de sueño, apenas comían y si lo hacían era la mayoría de las ocasiones, comida en mal estado. La cosa tenía que estallar. Y estallar no ayudaba a llevarse bien con los oficiales. A partir de aquí, y ante las quejas, hubo tiros, y se cometieron barbaridades.
Pero el acorazado llegó a Odesa y los barcos del ejército ruso no lo atacaron. De hecho el acorazado logró huir y llegar a Rumanía, pero esta segunda parte de la historia no era muy heroica y se modificó en la película.
Comprendido esto, así comienza todo. Con una fuerte base teórica derivada de su experiencia teatral, con especial influencia de Vsevolod Emilílievich Meyerhold, queda plasmada en pantalla con una brillante interpretación actoral. A lo largo de la investigación que llevó a cabo, todo su afán eran encontrar a personas que hubiesen vivido en primera persona lo ocurrido en Odesa, y en este proceso Eisenstein conoció a Konstantin Feldman. Este tipo era un revolucionario; había formado parte de las revueltas y se encontraba en el acorazado cuando ocurrió todo. Así que lo convenció para que interpretase el papel de estudiante que alienta a sus compañeros. Eso sí, con el tiempo, surgió cierto problema. Feldman era menchevique, así que podemos decir que no hacía mucha gracia al gobierno. En los años 30, Stalin hizo muchas purgas y en una de ellas, se lo llevó por delante.
Además, el director era un auténtico erudito. Más allá de su amor por las artes escénicas, le apasionaba la cultura oriental. Existe lo que se conoce como estructura de los ideogramas japoneses, donde dos caracteres se contraponen para crear un tercero. Y partiendo de ella, logró alcanzar un montaje hasta entonces desconocido. Crea así lo que se conoció como “montaje intelectual”, que lo acompañaría especialmente en su etapa de cine mudo. En cualquier caso, podríamos llegar a decir que es el montador más importante de la historia, y sino al menos, uno de los más importantes.
Y ello queda evidenciado, en la que puede ser la escena más famosa del cine junto con la ducha de Psicosis. Esa grandiosa escalera filmada con actores no profesionales dio tanto juego que en manos de un genio así fue absolutamente memorable. Pero no por ello deja de ser falsa históricamente hablando. Supo jugar con la psicología, despertar una emoción absoluta y valerse de planos de una crueldad inmensa para hacer mella en el espectador. Conseguía un dos por uno. Mostraba lo peor del régimen zarista y despertaba emociones en el público. Pero no, no existe constancia de la madre suplicante, el niño pisoteado, el joven estudiante, ni por supuesto el hiperfamoso carrito de bebé… No ocurrió en las escaleras, pero el ejército masacró a la población. Era inevitable que ésta se rebelara y que el odio hacia el zarismo emergiese tan ferozmente.
Otra escena fascinante es la que recrea la imagen de las banderas rojas que ondean sobre el acorazado cuando se levanta a favor del comunismo. Curiosamente, en realidad su color era blanco. Eisenstein decidió no utilizar las rojas porque se verían negras (no olvidemos el rodaje en blanco y negro). Una vez rodada la escena, tintó el negativo de rojo durante la postproducción.
El estreno fue un éxito en la Unión Soviética (se estrenó a la vez que Robin Hood, que la superó por poco en pantalla). Después fue exhibida en Estados Unidos. Y en Alemania también pero una versión con ediciones en las secuencias demasiado violentas. Luego sería prohibida con el régimen nazi. Curiosamente en las versiones soviéticas también existió censura. Había una introducción de Trotski eliminada, el resultado de llevarse regular con Stalin (que acabó mandándolo matar en México). Se prohibió en Gran Bretaña, España (en este caso hasta la Segunda República), Francia y otros muchos países alegando que el contenido era revolucionario (lo era evidentemente). También llegó a prohibirse en la propia Unión Soviética en algún momento por cuestiones diplomáticas.
En 2004, se llevó a cabo una restauración de la película. Si les interesa, está disponible en DVD. Auqnue se eliminaron muchas escenas violentas. Hoy en día es de dominio público en algunas partes del mundo, así que simplemente merece la pena verla.
Por si interesa a los viajeros, hoy Odesa es una ciudad ucraniana que mantiene la fama de su puerto, en el mar Negro. Se ha convertido en la tercera mayor ciudad de Ucrania y comercialmente hablando la de mayor relevancia. Y por supuesto, los escalones de Odesa son la mayor atracción turística de la ciudad.
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Cést la vie... En medio de todo este embrollo, me he acordado de una película imprescindible, de las que marcan época, historia y cambios en las formas de hacer cine. Otra exhibición de músculo comunista, otra época, pero una cinta que nos muestra a las claras las posibilidades propagandísiticas que ofrece el Séptimo Arte. Hoy no podíamos hablar de otra película que “El acorazado Potemkin”.
En primer lugar, para comprender la transcendencia de esta película hay que tener muy presente que estamos hablando del año 1925. Si 95 años después seguimos tratándola como una auténtica obra maestra es sencillamente porque lo es. Técnicamente hablando resulta una maravilla visual para cualquier cinéfilo que desee fijarse en los planos y el montaje, que como digo supusieron un antes y un después. Fue nombrada como la mejor película de la historia en la Exposición General de Bruselas de 1958.
Viajemos a 1925, Sergéi M.Eisenstein tiene tan solo 26 años. Sin embargo, ya ha encauzado su carrera en el mundo del arte. A aquellas alturas había dirigido teatro y alcanzado el mundo del cine con su primera cinta: “La huelga” (1925).
Con una clara ideología afín al régimen, despertó interés entre los gobernantes y como consecuencia de todo lo anterior, terminó preparando una nueva cinta: “1905”, con la que pretendía mostrar lo ocurrido a lo largo de aquel año, clave en Rusia por el gran número de manifestaciones que tuvieron lugar, y que suelen entenderse como el principio de lo que más tarde sería la revolución de 1917.
Hasta aquí, nada especialmente llamativo. Comienza el rodaje en Leningrado, pero no olvidemos dónde está, y el tiempo no acompañaba. Y de pronto, un imprevisto permitió al director alcanzar la gloria. Se trasladan a Odesa y se enamora de la potente visión de aquellas escaleras que cambiarían por completo la historia del cine y su prestigio como director.
Adiós guión. Hola vuelta a empezar. Decide centrarse en los sucesos que tuvieron lugar precisamente en aquella zona. Y no crean que fue algo sencillo. Llevó a cabo una enorme labor de documentación, investigación, entrevistas y estudios. Resulta asombroso como en aquellos años, y con el poco tiempo que llevaba funcionando el mundo del cine, realizase una labor tan profunda, llegando incluso a estudiar pormenorizadamente unos bocetos que había realizado un francés que vivió los hechos. El rodaje, se llevó a cabo en sólo tres meses.
Pero, ¿qué paso? ¿Fue real todo lo que se cuenta en la película? Pues todo no. Es cierto que hubo un motín. La situación que estaba viviendo la marina rusa era absolutamente lamentable. Los marines eran denigrados. Estaban en plena guerra contra Japón, acumulaban horas y horas de falta de sueño, apenas comían y si lo hacían era la mayoría de las ocasiones, comida en mal estado. La cosa tenía que estallar. Y estallar no ayudaba a llevarse bien con los oficiales. A partir de aquí, y ante las quejas, hubo tiros, y se cometieron barbaridades.
Pero el acorazado llegó a Odesa y los barcos del ejército ruso no lo atacaron. De hecho el acorazado logró huir y llegar a Rumanía, pero esta segunda parte de la historia no era muy heroica y se modificó en la película.
Comprendido esto, así comienza todo. Con una fuerte base teórica derivada de su experiencia teatral, con especial influencia de Vsevolod Emilílievich Meyerhold, queda plasmada en pantalla con una brillante interpretación actoral. A lo largo de la investigación que llevó a cabo, todo su afán eran encontrar a personas que hubiesen vivido en primera persona lo ocurrido en Odesa, y en este proceso Eisenstein conoció a Konstantin Feldman. Este tipo era un revolucionario; había formado parte de las revueltas y se encontraba en el acorazado cuando ocurrió todo. Así que lo convenció para que interpretase el papel de estudiante que alienta a sus compañeros. Eso sí, con el tiempo, surgió cierto problema. Feldman era menchevique, así que podemos decir que no hacía mucha gracia al gobierno. En los años 30, Stalin hizo muchas purgas y en una de ellas, se lo llevó por delante.
Además, el director era un auténtico erudito. Más allá de su amor por las artes escénicas, le apasionaba la cultura oriental. Existe lo que se conoce como estructura de los ideogramas japoneses, donde dos caracteres se contraponen para crear un tercero. Y partiendo de ella, logró alcanzar un montaje hasta entonces desconocido. Crea así lo que se conoció como “montaje intelectual”, que lo acompañaría especialmente en su etapa de cine mudo. En cualquier caso, podríamos llegar a decir que es el montador más importante de la historia, y sino al menos, uno de los más importantes.
Y ello queda evidenciado, en la que puede ser la escena más famosa del cine junto con la ducha de Psicosis. Esa grandiosa escalera filmada con actores no profesionales dio tanto juego que en manos de un genio así fue absolutamente memorable. Pero no por ello deja de ser falsa históricamente hablando. Supo jugar con la psicología, despertar una emoción absoluta y valerse de planos de una crueldad inmensa para hacer mella en el espectador. Conseguía un dos por uno. Mostraba lo peor del régimen zarista y despertaba emociones en el público. Pero no, no existe constancia de la madre suplicante, el niño pisoteado, el joven estudiante, ni por supuesto el hiperfamoso carrito de bebé… No ocurrió en las escaleras, pero el ejército masacró a la población. Era inevitable que ésta se rebelara y que el odio hacia el zarismo emergiese tan ferozmente.
Otra escena fascinante es la que recrea la imagen de las banderas rojas que ondean sobre el acorazado cuando se levanta a favor del comunismo. Curiosamente, en realidad su color era blanco. Eisenstein decidió no utilizar las rojas porque se verían negras (no olvidemos el rodaje en blanco y negro). Una vez rodada la escena, tintó el negativo de rojo durante la postproducción.
El estreno fue un éxito en la Unión Soviética (se estrenó a la vez que Robin Hood, que la superó por poco en pantalla). Después fue exhibida en Estados Unidos. Y en Alemania también pero una versión con ediciones en las secuencias demasiado violentas. Luego sería prohibida con el régimen nazi. Curiosamente en las versiones soviéticas también existió censura. Había una introducción de Trotski eliminada, el resultado de llevarse regular con Stalin (que acabó mandándolo matar en México). Se prohibió en Gran Bretaña, España (en este caso hasta la Segunda República), Francia y otros muchos países alegando que el contenido era revolucionario (lo era evidentemente). También llegó a prohibirse en la propia Unión Soviética en algún momento por cuestiones diplomáticas.
En 2004, se llevó a cabo una restauración de la película. Si les interesa, está disponible en DVD. Auqnue se eliminaron muchas escenas violentas. Hoy en día es de dominio público en algunas partes del mundo, así que simplemente merece la pena verla.
Por si interesa a los viajeros, hoy Odesa es una ciudad ucraniana que mantiene la fama de su puerto, en el mar Negro. Se ha convertido en la tercera mayor ciudad de Ucrania y comercialmente hablando la de mayor relevancia. Y por supuesto, los escalones de Odesa son la mayor atracción turística de la ciudad.
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