Adiós a Juan Carlos Tabío, la sonrisa crítica del cine cubano

por © Jon Apaolaza-NOTICINE.com
Juan Carlos Tabío
Juan Carlos Tabío
A Juan Carlos Tabío (La Habana, 1943), el gran comediógrafo cubano fallecido este lunes en la capital de la mayor de las Antillas, se le relaciona inmediatamente con Tomás Gutiérrez Alea, "Titón", porque ambos fueron coautores de dos significativas películas cubanas de los años 90, "Fresa y chocolate" y "Guantanamera". La suerte y la amistad los unió, con óptimos resultados, pero Tabío hizo cine en solitario antes y después de esas dos inolvidables cintas, y su talento no se desarrolló "a la sombra" de nadie, le era innato.

Ambos, Tabío y Titón, coincidían en una manera de contemplar la realidad, que en el fondo era la misma de Billy Wilder: riéndose de las absurdas contradicciones del ser humano, pero desde la comprensión, la complicidad y hasta el cariño, porque nuestras miserias y debilidades son precisamente eso, nuestras. Juan Carlos Tabío las veía en la kafkiana realidad cubana, un país que ríe con su aflicción, que no se sorprende de casi nada y perdona pero no olvida. Y así reflejó en su cine temas como la falta de viviendas, las dificultades económicas, cómo los cubanos "resuelven e inventan" y las incongruencias de una administración burocratizada e inoperante.

En 2004, el recién nacido Festival de Cine de Comedia de Madrid-Móstoles, le dedicó un ciclo homenaje, en el que aparte de esas dos conocidas cintas, se proyectó el resto de su filmografía, las tres primeras (antes de "Fresa y chocolate"), "Se permuta", "Plaff" y "El elefante y la bicicleta", y las posteriores, "Lista de espera" y "Aunque estés lejos". Posteriormente, realizó otra más, en 2008, "El cuerno de la abundancia", y participó con uno de los segmentos en el film colectivo "7 días en La Habana".

"El humor -dijo en aquel homenaje Tabío- puede ser una herramienta para penetrar en la realidad, si lo utilizamos como una forma de mirarnos a nosotros con una sonrisa crítica, hemos logrado algo".

Su llegada al mundo del cine, confesaba que había sido casual más que vocacional. "Me hice director de cine por un golpe de suerte- La señora que llevaba el ICAIC (Instituto Cubano de Industria y Arte Cinematográfica) era amiga de la familia y fui a hablar con ella. Si esa señora no hubiera sido una amiga de la familia hubiera hecho otra cosa con mi vida. La vida te lleva, no la llevas tú a ella. No puedes saber a dónde te llevará", dijo a Havana Cultura. Ello ocurrió al poco de triunfar la Revolución, y así entró como ayudante de producción, en la única empresa fílmica del país, donde siempre desarrolló su carrera, que ronda los 40 títulos entre documentales y ficción, cortos y largos.

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