Escribe Héctor Carré: Caminando por senderos de locura
- por © Alta Films-NOTICINE.com
13-VIII-04
Por Héctor Carré(*)
"La promesa" es un viaje por el territorio de la locura. Pero locura es una palabra utilizada para definir un territorio demasiado amplio, demasiado profundo, demasiado particular. A veces la locura es la consecuencia de problemas químicos en la mente de un sujeto, otras veces, el problema principal proviene de una carencia de relaciones humanas o sociales. (Me refiero a casos como el retratado por Werner Herzog en "El enigma de Kaspar Hauser"). Casi siempre, se trata de una combinación de ambos factores.
Naturalmente esta película no es un informe médico, pero intenta mostrar cómo la violencia, la falta de comunicación y la falta de amor pueden provocar distorsiones en la percepción de tal nivel, que se pueden convertir en lo que llamamos locura. Esto puede ocurrir tan sólo unos segundos -tiempo suficiente para matar a la esposa o al marido- o permanecer para siempre en una mente predispuesta.
Sea como fuere, siempre es una experiencia dolorosa, porque en nuestra capacidad para entender nuestras percepciones, para descodificar las señales que nuestros sentidos ofrecen a nuestras mentes reside el centro de nuestra existencia. Cuando tenemos dificultades para interpretar cualquiera de nuestras percepciones, el miedo aparece rápidamente. Sólo tenemos que pensar en cómo interpretamos los sonidos que oímos durante la noche, sobre todo si dormimos en un lugar desconocido y solitario... Cuando aparece el miedo, la posibilidad de malinterpretar las cosas aumenta considerablemente. Así es como un copo se puede convertir en una bola de nieve.
Esto es lo que le ocurre a Celia (Carmen Maura), y eso es lo que pretendemos que la audiencia experimente cuando le hacemos creer lo que no es cierto, aunque Celia lo crea. Ésta es la aventura que queremos vivir, una experiencia emocionante, adentrándose en una forma diferente de reconstruir la realidad y en la aventura de reconocer que nuestra percepción ha sido burlada y aquello que creíamos cierto, era únicamente una ilusión que habíamos creado.
El expresionismo en las artes visuales siempre ha tenido una estrecha relación con la locura. Si pensamos en los pintores que son considerados predecesores -Vincent Van Gogh de los Fauvistas y Edward Munch de los expresionistas alemanes- nos encontramos que ellos mismos tuvieron problemas de locura y quizás problemas de percepción o comunicación que afectaron a sus relaciones con los demás y su manera de representar las cosas. Una circunstancia que cambió en parte la historia del arte moderno. Por eso creo que un punto de vista expresionista podría contribuir a la correcta representación y comprensión de la idea básica de la película. Me imagino esta película como uno de esos cuadros nocturnos de caballos en una pradera de Emil Nolde o como un retrato de amarillo de Kirchner representando a una mujer de expresión desesperada.
Dibujé la película completa antes de comenzar la preparación oficial de la producción cuando se va incorporando el resto del equipo. Sin embargo, los planos rodados son idénticos a los storyboards en un porcentaje muy elevado. Mientras dibujaba creía que las localizaciones me obligarían a desechar los dibujos, pero por si acaso, traté de dibujar solamente la relación de los personajes con la cámara, sin establecer una relación determinante con los fondos (a excepción de San Andrés de Teixido, que ya estaba predeterminado). Finalmente, salvo la calle del barrio de Celia en Madrid, cuyas características propias determinaron en parte la planificación, la inmensa mayoría de las escenas fueron resueltas según la idea previa imaginada idealmente a partir del guión.
En general, una vez terminado el trabajo creo que mi intención ha sido explorar el territorio desconocido que linda entre lo sobrenatural, lo mágico y lo simplemente incomprensible, que es el territorio donde reina la locura. En otras palabras, se trata de transportar a términos cinematográficos el viejo dicho de que el cielo y el infierno no sólo existen, si no que están aquí, en la tierra, con todos nosotros.
(*): Nacido en Coruña hace 44 años, Carré ha sido ayudante de dirección con directores como Terry Gillian, Steven Spielberg, Mario Camus, Jaime Chávarri, Pedro Olea o Imanol Uribe, y como realizador ha hecho otros dos largos, "Dame algo" y "Dame fuego".
Por Héctor Carré(*)
"La promesa" es un viaje por el territorio de la locura. Pero locura es una palabra utilizada para definir un territorio demasiado amplio, demasiado profundo, demasiado particular. A veces la locura es la consecuencia de problemas químicos en la mente de un sujeto, otras veces, el problema principal proviene de una carencia de relaciones humanas o sociales. (Me refiero a casos como el retratado por Werner Herzog en "El enigma de Kaspar Hauser"). Casi siempre, se trata de una combinación de ambos factores.
Naturalmente esta película no es un informe médico, pero intenta mostrar cómo la violencia, la falta de comunicación y la falta de amor pueden provocar distorsiones en la percepción de tal nivel, que se pueden convertir en lo que llamamos locura. Esto puede ocurrir tan sólo unos segundos -tiempo suficiente para matar a la esposa o al marido- o permanecer para siempre en una mente predispuesta.
Sea como fuere, siempre es una experiencia dolorosa, porque en nuestra capacidad para entender nuestras percepciones, para descodificar las señales que nuestros sentidos ofrecen a nuestras mentes reside el centro de nuestra existencia. Cuando tenemos dificultades para interpretar cualquiera de nuestras percepciones, el miedo aparece rápidamente. Sólo tenemos que pensar en cómo interpretamos los sonidos que oímos durante la noche, sobre todo si dormimos en un lugar desconocido y solitario... Cuando aparece el miedo, la posibilidad de malinterpretar las cosas aumenta considerablemente. Así es como un copo se puede convertir en una bola de nieve.
Esto es lo que le ocurre a Celia (Carmen Maura), y eso es lo que pretendemos que la audiencia experimente cuando le hacemos creer lo que no es cierto, aunque Celia lo crea. Ésta es la aventura que queremos vivir, una experiencia emocionante, adentrándose en una forma diferente de reconstruir la realidad y en la aventura de reconocer que nuestra percepción ha sido burlada y aquello que creíamos cierto, era únicamente una ilusión que habíamos creado.
El expresionismo en las artes visuales siempre ha tenido una estrecha relación con la locura. Si pensamos en los pintores que son considerados predecesores -Vincent Van Gogh de los Fauvistas y Edward Munch de los expresionistas alemanes- nos encontramos que ellos mismos tuvieron problemas de locura y quizás problemas de percepción o comunicación que afectaron a sus relaciones con los demás y su manera de representar las cosas. Una circunstancia que cambió en parte la historia del arte moderno. Por eso creo que un punto de vista expresionista podría contribuir a la correcta representación y comprensión de la idea básica de la película. Me imagino esta película como uno de esos cuadros nocturnos de caballos en una pradera de Emil Nolde o como un retrato de amarillo de Kirchner representando a una mujer de expresión desesperada.
Dibujé la película completa antes de comenzar la preparación oficial de la producción cuando se va incorporando el resto del equipo. Sin embargo, los planos rodados son idénticos a los storyboards en un porcentaje muy elevado. Mientras dibujaba creía que las localizaciones me obligarían a desechar los dibujos, pero por si acaso, traté de dibujar solamente la relación de los personajes con la cámara, sin establecer una relación determinante con los fondos (a excepción de San Andrés de Teixido, que ya estaba predeterminado). Finalmente, salvo la calle del barrio de Celia en Madrid, cuyas características propias determinaron en parte la planificación, la inmensa mayoría de las escenas fueron resueltas según la idea previa imaginada idealmente a partir del guión.
En general, una vez terminado el trabajo creo que mi intención ha sido explorar el territorio desconocido que linda entre lo sobrenatural, lo mágico y lo simplemente incomprensible, que es el territorio donde reina la locura. En otras palabras, se trata de transportar a términos cinematográficos el viejo dicho de que el cielo y el infierno no sólo existen, si no que están aquí, en la tierra, con todos nosotros.
(*): Nacido en Coruña hace 44 años, Carré ha sido ayudante de dirección con directores como Terry Gillian, Steven Spielberg, Mario Camus, Jaime Chávarri, Pedro Olea o Imanol Uribe, y como realizador ha hecho otros dos largos, "Dame algo" y "Dame fuego".