La obsesión del cine por Gabriel García Márquez

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El coronel no tiene quien le escriba
El coronel no tiene quien le escriba
La mala horaEl coronel no tiene quien le escriba26-VII-06

Por Alberto Duque López

Como todo lo que tiene que ver con Gabriel García Márquez, es decir, con sus libros y las películas basadas en sus historias, esto que ocurre actualmente es exagerado, un despropósito, una auténtica locura, algo fuera de lo común, un homenaje a ese ventarrón cíclico que recorre sus novelas y cuentos, el mismo fenómeno que ha tenido resultados inversos de calidad en casi todas las adaptaciones cinematográficas.

Sin embargo, durante los próximos meses serán filmadas dentro y fuera de Colombia, cinco historias del colombiano. Cinco, como suena. No una, ni dos, como sería lo normal, sino cinco películas que serían estrenadas el próximo año: la más próxima y más costosa, "El amor en los tiempos del cólera", dirigida por el inglés Mike Newell y protagonizada por Giovanna Mezzogiorno, Javier Bardem y Catalina Sandino Moreno; "Memoria de mis putas tristes" por el danés Henning Carlsen, con guión del legendario Jean Claude Carriere; "El otoño del patriarca", que sería dirigida por el bosnio Emir Kusturica; "Del amor y otros demonios" de la costarricense Hilda Hidalgo, alumna del escritor en San Antonio de los Baños, y el quinto proyecto, impulsado por el hijo del novelista, Rodrigo García Barcha, sobre uno de los primeros guiones escritos por el padre, "Tiempo de morir", llevado al cine antes por Arturo Ripstein y Jorge Alí Triana. La primera y la última serían rodadas en Cartagena de Indias y otros lugares de la Costa Caribe; "Memoria..." en Cuba; "Del amor..." en Costa Rica y Cartagena de Indias, y la de Kusturica, posiblemente en Yugoslavia.

La más reciente adaptación de una historia de García Márquez también fue una frustración, porque "La mala hora" de Ruy Guerra (un director que tiene otras dos adaptaciones con temas de Macondo, "Fábula de la bella palomera" y "La Cándida Eréndira", preciosistas y sobrecargadas), lanzada como una coproducción entre Brasil, Portugal y Argentina con el respaldo de Ibermedia, tiene un elenco internacional, música de Chico Buarque y fotografía de Walter Carvalho, el mismo de "Estación Central" y "Carandirú", es una cinta que en septiembre inaugura la Semana de Cine Brasilero en varias ciudades colombianas, comienza con un disparo, refleja las obsesiones literarias del director Guerra, nacido en Mozambique en 1938, y en ella se la pasa lloviendo todo el tiempo.

Ante esta desmesura, esta obsesión de guionistas, productores y directores con el mundo literario de este escritor, esta nueva moda que promete cinco películas con distintos presupuestos, uno se pregunta: dentro de algunos años, cuando la obra narrativa de Gabriel García Márquez siga siendo motivo de estudios, admiración y sorpresa entre las nuevas generaciones, ¿cuáles adaptaciones de sus historias, ideas y guiones realizados para el cine y la televisión, podrán ser recordadas como dignas de su imaginación, su fantasía y sobre todo, su sentido del humor? Difícil respuesta. Más de cuarenta veces los personajes extravagantes, las historias tropicales, los escenarios delirantes y ese sentido de la desmesura y el absurdo que llenan sus novelas y cuentos han aparecido y desaparecido, y lo que es peor, pasado al piadoso olvido, dejando en los espectadores la frustración de haberse topado, en la mayoría de los casos, con films planos que obedecían demasiado a los textos originales o se ceñían respetuosamente a las indicaciones tácitas o expresas del escritor.

De ese medio centenar de películas “garcíamarquianas”, las más notables aunque no las mejores han sido realizadas por un grupo que en la mayoría de las ocasiones también escribió los guiones, marcado por la admiración y la amistad hacia el novelista, compuesto por excelentes directores latinoamericanos como los mexicanos Arturo Ripstein ("Tiempo de morir" y "El coronel no tiene quien le escriba"), Jaime Humberto Hermosillo ("María de mi corazón" y "El verano de la señora Forbes"), Luis Alcoriza ("Presagio"), Alberto Isaac ("En este pueblo no hay ladrones" en la cual aparecen Luis Buñuel, Juan Rulfo y el mismo García Márquez interpretando pequeños papeles), Roberto Gavaldón ("El gallo de oro", con guión del colombiano y Carlos Fuentes sobre un cuento de Juan Rulfo), Felipe Cazals ("El año de la peste"), los colombianos Lisandro Duque ("Milagro en Roma" y "Los niños invisibles"), y Jorge Alí Triana ("Tiempo de morir" y "Edipo Alcalde"), el chileno Miguel Littín ("La viuda de Montiel"), el brasilero Ruy Guerra ("Fábula de la bella palomera”, “Eréndira” y “Veneno de la madrugada") y así sucesivamente, sin olvidar “La langosta azul” en la que participó García Márquez al lado de sus compinches de La Cueva, en Barranquilla, en la costa Caribe: Germán Vargas, Alejandro Obregón, Alvaro Cepeda Samudio, Alfonso Fuenmayor, Quique Scopell, Juancho Jinete y otros alegres personajes.

Por supuesto, algunos dirán que el problema de los textos de García Márquez al ser llevados al cine, es el mismo que enfrentan todos los escritores cuando son adaptados. Pero, uno recuerda casos como “Gringo Viejo” (Luis Puenzo con Carlos Fuentes), o “Memorias del Subdesarrollo” (Tomás Gutiérrez Alea con Edmundo Desnoes), o “La luna en el espejo” (Silvio Caiozzi con José Donoso), o “El lugar sin límites” (Arturo Ripstein con José Donoso), o “Como agua para chocolate” (Alfonso Arau con Laura Esquivel), para citar unos cuantos ejemplos latinoamericanos y piensa que sí, que existen películas dignas de sus obras originales. Lo que no ocurre con las historias adaptadas del escritor colombiano.

Si uno tuviera que escoger lo rescatable de tales adaptaciones, con seguridad que aparecerían “Milagro en Roma” de Lisandro Duque, “María de mi corazón” de Hermosillo, “Tiempo de Morir” de un Ripstein jovencísimo que en 1966 hizo un western con estos dos hermanos que persiguen al asesino de su padre, y 33 años después regresó al mundo seco, despiadado, irrespirable y estancado de “El coronel...”. También habría que rescatar la “Palomera” de Ruy Guerra, con esa escena demencial de la decapitación de la mujer infiel a manos del marido que encuentra la prueba reina en el sitio indicado; o las tres mexicanas de una de las mejores épocas del cine de ese país: “En este pueblo no hay ladrones” de Isaac, 1965; “Presagio” de Alcoriza, 1975 y “El año de la peste” de Cazals, 1979.

Para olvidar, piadosamente, ese fracaso absoluto de “Crónica de una muerte anunciada”, 1987, con un Francesco Rosi sin control alguno sobre la producción y realización en escenarios caribes colombianos, con un pésimo guión, unos personajes caricaturescos y unos actores que hablaban más de diez lenguas en el rodaje. Mientras los técnicos italianos recibían a diario su pasta y su salsa italianas llevadas directamente de Roma hasta Cartagena de Indias o Mompox donde filmaban, los actores y extras colombianos se conformaban con raciones modestas.

También para olvidar y borrar de la lista de adaptaciones garcíamarquianas: “Un señor muy viejo con unas alas enormes” de Fernando Birri y otras versiones cubanas de un mundo literario que el mismo escritor en alguna ocasión defendió con estas palabras: “Mientras esté vivo, rechazo cualquier adaptación de “Cien años de soledad” porque me preocupa que la escena de Remedios, la bella, ascendiendo al cielo con poleas y cuerdas despierte las carcajadas de los espectadores que, mejor que los directores y guionistas, tienen un sentido más exacto de lo ridículo y lo inapropiado en el cine”.

Lo curioso de estas frustradas adaptaciones es que las relaciones entre García Márquez y el cine siempre han sido profundas, no solo por las críticas y notas de cine que publicó en periódicos como El Espectador (Bogotá), El Universal (Cartagena de Indias) y El Heraldo (Barranquilla), en los primeros años de su carrera periodística en los cincuenta, convirtiéndose en uno de los primeros críticos cinematográficos en Colombia, sino por su vinculación a tantos proyectos latinoamericanos, encabezados por esa obra estupenda y generosa de la Escuela que funciona en San Antonio de los Baños, a pocos minutos de La Habana, hasta donde van todos los grandes del cine mundial, desde Francis Coppola, Robert Redford y Costa-Gavras hasta los más jóvenes y agresivos directores del continente.

“El amor en los tiempos del cólera”, la historia del hombre que esperó 51 años, 9 meses y 4 días para estar con la mujer que amaba, le costó al productor Scott Steindorff tres años y tres millones de dólares, además de la presencia de Javier Bardem como Florentino Ariza, el enamorado paciente. Ron Harwood, guionista premiado con un Oscar por su trabajo en “El Pianista” de Roman Polanski, ya tiene listo un texto que, según sus propias palabras, "Ha sido la novela más difícil que he tenido que adaptar". Harwood ni estuvo en Colombia ni habló con el escritor. Bastó con el libro.

Kusturica y sus productores avanzan en las negociaciones para adaptar “El Otoño del Patriarca”, una historia tremendista que Miguel Littín, Arturo Ripstein y Humberto Solás quisieron adaptar en algún momento. En cuanto a "Del amor y otros demonios" nació de la amistad entre el Nobel y la directora y guionista costarricense Hilda Hidalgo, durante un taller en San Antonio de los Baños. García Màrquez le cedió los derechos y le indicó quién podía aportar los dos millones de dólares que cuesta un proyecto que sería filmado donde tiene que ser, en la zona histórica de Cartagena de Indias donde transcurre el drama.

Los admiradores cinéfilos de García Márquez que son millones en el mundo, esperan que la “pava” o mala suerte según los venezolanos llegue a su final con alguna de estas nuevas películas.