ESTRENO CUBANO: lo que cabe (útil y…no tanto) en un maletín de efectos personales
- por © Frank Padrón (Cuba)-NOTICINE.com
Aunque ya ha sido mostrada en eventos y exhibiciones especiales, sólo ahora está en circuitos comerciales habaneros la cinta cubana “Personal Belongings” del egresado de la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de la Baños (EICTV) Alejandro Brugués, alguien que, a raíz de su ópera prima como director, se define sobre todo como guionista, especialidad en la cual se graduó dentro de esa escuela y que lo ha llevado a trabajar en los films “Bailando chachachá” (Manuel Torres) o el cuento “Lila” (Lester Hamlet) de “Tres veces dos”.
La nueva película, cuyo título en inglés parte de lo que en aeropuertos se anuncia como eso imprescindible que lleva consigo todo viajero, asume un tema recurrente en nuestra cinematografía, como quiera que lo es tanto en la realidad: el contraste entre los que se van (o quieren irse, algo que generalmente se transforma en toda una obsesión) y los que permanecen en la isla, y relaciona de ese modo a Ernesto, un joven que quiere emigrar y mientras tanto vive en su auto con "los objetos de su otra vida", a la espera de abandonar definitivamente Cuba. Para ello inventa un cursi cuentecito sobre su madre muerta (algo real) que lo vincula al país de turno en cuanta embajada lo recibe, y a Ana, una doctora cuyos padres abandonaron del país, a pesar de que ella determinó quedarse. Tras los primeros lances, la pareja traza un acuerdo: no enamorarse bajo ningún concepto, pero claro que las cosas tomarán otro curso.
Tras conquistar el Tercer Coral de ópera prima y el Cibervoto en esa misma categoría en el XXIX Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, el Premio Especial del jurado y el de Mejor Producción de un film alternativo (Inti Herrera) en el más reciente Festival de Cine Pobre de Gibara y el que reconoce la edición (nada menos que del maestro Nelson Rodríguez) en el 22 Festival Internacional de Cine en Guadalajara, “Personal…” se enfrenta ahora al más difícil de los galardones: conquistar el público local.
De entrada, hay que agradecer a Brugués el abordaje del espinoso tema desde una perspectiva más humana, íntima (incluso lírica) como sugiere el título, que política, algo que signó el tratamiento del mismo en títulos de anteriores décadas (“Polvo rojo” y Lejanía”, ambos de Jesús Díaz ) y que comenzó afortunadamente a recibir este tipo de focalizaciones a partir de los 90 del pasado siglo con títulos como el episodio “Laura” (Ana Rodríguez) de “Mujeres transparentes” (Varios), “Vidas paralelas” (Pastor Vega) o las más recientes “Havana Blues” (del español Benito Zambrano, también egresado de la EICTV) y el corto “Naná” (Patricia Ramos) que incluso lo proyecta desde una perspectiva infantil.
Aunque sabemos que hay insatisfacciones y una decisión radical en quienes deciden abandonar la isla a cualquier precio, no interesa al joven realizador analizar causales sociopolíticas, mientras la doctora en algún momento de la trama afirma respecto a sus familiares exiliados algo así como “quisiera demostrarles que en Cuba se puede vivir”; al guionista y realizador le preocupa el costado más ontológico del asunto, qué ocurre en los sentimientos de alguien decidido a tomar una decisión tan importante cuando encuentra algo que lo hace, al menos, dudar de la misma, y sí, extiende con ello el concepto de nación, de patria hacia territorios que trascienden lo geográfico y definitivamente, lo político, para tocar zonas como la espiritualidad, los sentimientos más profundos, por ello, cuando la pareja juega a identificarse con cosas, y Ana se finge un país, Ernesto no vacila en identificarla con Cuba.
Luego está ese guión trazado con cuidado y elegancia, desde una perspectiva minimalista, como de cámara, si habláramos en términos musicales: las coordenadas del encuentro y su desarrollo, los accidentes de la relación naciente y creciente, la participación de personajes secundarios se van desarrollando sutilmente, con adecuada gradación, encauzando una narración bien proyectada, que la puesta en pantalla despliega sin complicaciones gratuitas, desde una linealidad que le va bien a la historia, para lo cual ayuda el montaje inteligente y seguro de Rodríguez y el tratamiento sencillo y funcional de una cámara (ahora sí la de cine) que se apoya en planos expresivos pero que rechaza el alarde o la innecesaria experimentación.
Ahora bien: como todo maletín es una suerte de “Caja de Pandora”, éste de pertenencias absolutamente personales deja salir tanto bienes como males; afortunadamente los últimos son menores, pero atentan contra la perfección: habría que señalar, dentro de ese guión tan notablemente escrito, lo forzado de la relación que se establece entre la española “casadera” (y cazadora) y el gay compañero de trabajo de Ana (simpáticamente asumido por Yasser Vila) pero sobre todo, ese giro melodramático, (peor aún: telenovelero) que emprende la trama en sus finales respecto al médico jefe de ella en relación con Ernesto (y cuyos detalles no voy a revelar por pura discreción).
Sin embargo, la cosa no es grave al punto de empañar el adecuado cierre de un maletín, que entre otros efectos considerables lleva la música, escrita por X Alfonso (“Havana Blues”), Sergio Valdés, director de a banda cubana de rock alternativo Elévense, y Marlon Morato: ellos son responsables de una apoyatura sonora adecuada, que calza lo mismo momentos de intimidad erótica notablemente resueltos, como otros que siguen los incansables avatares del protagonista que a veces convierte al film en todo un “road movie” desde su casa-auto.
Y también, claro, las actuaciones: tanto Caleb Casas (bien conocido y respetado por sus intervenciones en teatro, cine y TV) como Heidi García asumen sus protagónicos con la misma sencillez y naturalidad con que se diseñó el relato todo, y así los siguen sus compañeros de reparto (Rubén Breña, Osvaldo Doimeadiós, Roly Peña…).
Tan personal como su nombre, “Personal Belongings” es una estimable credencial de su joven director, Alejandro Brugués, y un nuevo triunfo (más allá de los premios, claro, a veces tan vacíos) del cine cubano.
La nueva película, cuyo título en inglés parte de lo que en aeropuertos se anuncia como eso imprescindible que lleva consigo todo viajero, asume un tema recurrente en nuestra cinematografía, como quiera que lo es tanto en la realidad: el contraste entre los que se van (o quieren irse, algo que generalmente se transforma en toda una obsesión) y los que permanecen en la isla, y relaciona de ese modo a Ernesto, un joven que quiere emigrar y mientras tanto vive en su auto con "los objetos de su otra vida", a la espera de abandonar definitivamente Cuba. Para ello inventa un cursi cuentecito sobre su madre muerta (algo real) que lo vincula al país de turno en cuanta embajada lo recibe, y a Ana, una doctora cuyos padres abandonaron del país, a pesar de que ella determinó quedarse. Tras los primeros lances, la pareja traza un acuerdo: no enamorarse bajo ningún concepto, pero claro que las cosas tomarán otro curso.
Tras conquistar el Tercer Coral de ópera prima y el Cibervoto en esa misma categoría en el XXIX Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, el Premio Especial del jurado y el de Mejor Producción de un film alternativo (Inti Herrera) en el más reciente Festival de Cine Pobre de Gibara y el que reconoce la edición (nada menos que del maestro Nelson Rodríguez) en el 22 Festival Internacional de Cine en Guadalajara, “Personal…” se enfrenta ahora al más difícil de los galardones: conquistar el público local.
De entrada, hay que agradecer a Brugués el abordaje del espinoso tema desde una perspectiva más humana, íntima (incluso lírica) como sugiere el título, que política, algo que signó el tratamiento del mismo en títulos de anteriores décadas (“Polvo rojo” y Lejanía”, ambos de Jesús Díaz ) y que comenzó afortunadamente a recibir este tipo de focalizaciones a partir de los 90 del pasado siglo con títulos como el episodio “Laura” (Ana Rodríguez) de “Mujeres transparentes” (Varios), “Vidas paralelas” (Pastor Vega) o las más recientes “Havana Blues” (del español Benito Zambrano, también egresado de la EICTV) y el corto “Naná” (Patricia Ramos) que incluso lo proyecta desde una perspectiva infantil.
Aunque sabemos que hay insatisfacciones y una decisión radical en quienes deciden abandonar la isla a cualquier precio, no interesa al joven realizador analizar causales sociopolíticas, mientras la doctora en algún momento de la trama afirma respecto a sus familiares exiliados algo así como “quisiera demostrarles que en Cuba se puede vivir”; al guionista y realizador le preocupa el costado más ontológico del asunto, qué ocurre en los sentimientos de alguien decidido a tomar una decisión tan importante cuando encuentra algo que lo hace, al menos, dudar de la misma, y sí, extiende con ello el concepto de nación, de patria hacia territorios que trascienden lo geográfico y definitivamente, lo político, para tocar zonas como la espiritualidad, los sentimientos más profundos, por ello, cuando la pareja juega a identificarse con cosas, y Ana se finge un país, Ernesto no vacila en identificarla con Cuba.
Luego está ese guión trazado con cuidado y elegancia, desde una perspectiva minimalista, como de cámara, si habláramos en términos musicales: las coordenadas del encuentro y su desarrollo, los accidentes de la relación naciente y creciente, la participación de personajes secundarios se van desarrollando sutilmente, con adecuada gradación, encauzando una narración bien proyectada, que la puesta en pantalla despliega sin complicaciones gratuitas, desde una linealidad que le va bien a la historia, para lo cual ayuda el montaje inteligente y seguro de Rodríguez y el tratamiento sencillo y funcional de una cámara (ahora sí la de cine) que se apoya en planos expresivos pero que rechaza el alarde o la innecesaria experimentación.
Ahora bien: como todo maletín es una suerte de “Caja de Pandora”, éste de pertenencias absolutamente personales deja salir tanto bienes como males; afortunadamente los últimos son menores, pero atentan contra la perfección: habría que señalar, dentro de ese guión tan notablemente escrito, lo forzado de la relación que se establece entre la española “casadera” (y cazadora) y el gay compañero de trabajo de Ana (simpáticamente asumido por Yasser Vila) pero sobre todo, ese giro melodramático, (peor aún: telenovelero) que emprende la trama en sus finales respecto al médico jefe de ella en relación con Ernesto (y cuyos detalles no voy a revelar por pura discreción).
Sin embargo, la cosa no es grave al punto de empañar el adecuado cierre de un maletín, que entre otros efectos considerables lleva la música, escrita por X Alfonso (“Havana Blues”), Sergio Valdés, director de a banda cubana de rock alternativo Elévense, y Marlon Morato: ellos son responsables de una apoyatura sonora adecuada, que calza lo mismo momentos de intimidad erótica notablemente resueltos, como otros que siguen los incansables avatares del protagonista que a veces convierte al film en todo un “road movie” desde su casa-auto.
Y también, claro, las actuaciones: tanto Caleb Casas (bien conocido y respetado por sus intervenciones en teatro, cine y TV) como Heidi García asumen sus protagónicos con la misma sencillez y naturalidad con que se diseñó el relato todo, y así los siguen sus compañeros de reparto (Rubén Breña, Osvaldo Doimeadiós, Roly Peña…).
Tan personal como su nombre, “Personal Belongings” es una estimable credencial de su joven director, Alejandro Brugués, y un nuevo triunfo (más allá de los premios, claro, a veces tan vacíos) del cine cubano.