Estreno en España: "Vicky Cristina Barcelona", romance de un hombre, una ciudad y tres mujeres
- por Super User
Por Alberto Duque L.
La primera vez que Vicky y Cristina, dos chicas norteamericanas que llegan a Barcelona a pasar el verano, se encuentran y hablan con el pintor catalán Juan Antonio, el humor negro y la sensualidad y la agresividad estallan y permanecen como marca de esta nueva película del guionista y director Woody Allen.
Vicky (interpretada por Rebeca Hall), reservada, insegura, prevenida, distante y preocupada de su imagen ante los demás y Cristina (la espléndida Scarlett Johansson, sensual y abierta a todas las emociones que le ofrezca la vida), ya lo habían visto en la exposición de sus cuadros en una galería de Barcelona, y quedaron fascinadas con el aire de macho cabrío que exhalaba un Javier Bardem que se la pasa sudoroso, excitado, sucio de pintura, altanero, dominante y conquistador. Además, con un pasado turbulento.
Las dos jóvenes están sentadas a la mesa. El se acerca, las saluda y sin hacer una pausa de cortesía las invita a compartir el fin de semana: para comer, beber buen vino y hacer el amor. Por supuesto, la propuesta es insólita para dos jóvenes que solo pensaban en conocer una de las ciudades más llenas de magia, misterios, sorpresas y vida en la vieja Europa, y profundizar en sus estudios de cultura catalana y fotografía. Dos jóvenes ingenuas para quienes el sexo encierra pocas emociones.
Vicky, golpeada por esa insolencia le pregunta que quiénes van a hacer el amor y él, sonriendo, responde que espera que los tres. La muchacha se siente amenazada y le dice una frase que después el espectador se la cobrará: "No sé ustedes pero, escuche, señor, eso tal vez será en otra vida".
Por supuesto, los tres se marchan a Oviedo y queda claro que las dos muchachas, bellas y sensuales a su manera, como ovejas deben alistarse a ser devoradas, despedazadas, penetradas, volteadas al derecho y al revés por un lobo insaciable que las haga gritar, suspirar y gemir mientras a pocos pasos de ese ritual erótico (esta vez un poco menos sutil que en otras películas del director), aparezca y atisbe una tercera mujer, María Elena (Penélope Cruz que tiene enloquecidos a espectadores y críticos con su sensualidad animal), la ex esposa del pintor, también artista y competidora, su musa que intentó matarlo, una sombra amenazante, celosa, peligrosa y destructora, con quien el suegro tiene sueños eróticos.
"Vicky Cristina Barcelona", cuarta película de Allen rodada fuera de su habitat natural, Manhattan, es tema obligado en todas partes. Después de Cannes se exhibe en numerosos festivales del mundo (inaugura la sección Zabaltegi en San Sebastián este jueves -un día antes del estreno comercial en España- y forma parte de la programación de Montreal, San Juan y otros eventos), mientras los críticos analizan, miran y vuelven a mirar y concluyen que el ideal del seductor en el mundo de Allen, ese hombre intelectual de gafas, tímido y pequeño y delgado, inseguro y enemigo del psicoanálisis ha sido reemplazado por este macho vulgar y posesivo que solo tiene en mente llevar esas mujeres a su cama. Y lo logra. La carga erótica de la película alcanzará su momento culminante cuando Bardem, Penélope y Scarlett, juntos, tengan relaciones sexuales y las dos mujeres intercambien el beso que ha provocado toda clase de reacciones en las revistas escandalosas.
Mientras el pintor guía a las dos chicas, no solo por esa Barcelona inigualable sino en el descubrimiento de sus propios cuerpos y deseos, abriendo sus sentidos a experiencias que ya no podrán evitar cuando regresen a la normalidad en su país, él mismo tiene que sostener una salvaje batalla con esa ex mujer que llega a su casa y sigue acosándolo y deseándolo.
Como dice Juan Antonio, confió en María Elena, ella le dio una puñalada, se marchó, regresó y le convierte la vida en un infierno, sobre todo cuando la española siente que su hombre está obsesionado con esa rubia que no es tan insípida como parece. Que amenace con matarla va con su temperamento latino.
Allen respira cómodo en este paisaje catalán y logra, gracias al fotógrafo Xabier Agirresarobe, un tono apastelado con amarillos, verdes, ocres, azules y rojos que rodea el aire de sensualidad y sexo que respiran los personajes, descubierto por las dos turistas y desplegado por sus nuevos amigos españoles, entre ellos el padre del pintor, un escritor que no publica sus poemas porque el mundo no entiende el amor.
Rejuvenecido, cargado de sexo, vida y humor negro, dejando que los elementos españoles predominen en el lenguaje de su nueva película, Woody Allen ofrece "Vicky Cristina Barcelona" como un tratado de educación sentimental que se aparta del tratamiento de estos temas en su filmografía anterior. No es que haya resucitado, como dijo malévolamente el NY Times. Simplemente, sigue más vivo que nunca. La cercanía de estas mujeres, especialmente la presencia salvaje de Penélope Cruz, lo ha cargado de nueva sangre. Esperemos que por largo tiempo.
La primera vez que Vicky y Cristina, dos chicas norteamericanas que llegan a Barcelona a pasar el verano, se encuentran y hablan con el pintor catalán Juan Antonio, el humor negro y la sensualidad y la agresividad estallan y permanecen como marca de esta nueva película del guionista y director Woody Allen.
Vicky (interpretada por Rebeca Hall), reservada, insegura, prevenida, distante y preocupada de su imagen ante los demás y Cristina (la espléndida Scarlett Johansson, sensual y abierta a todas las emociones que le ofrezca la vida), ya lo habían visto en la exposición de sus cuadros en una galería de Barcelona, y quedaron fascinadas con el aire de macho cabrío que exhalaba un Javier Bardem que se la pasa sudoroso, excitado, sucio de pintura, altanero, dominante y conquistador. Además, con un pasado turbulento.
Las dos jóvenes están sentadas a la mesa. El se acerca, las saluda y sin hacer una pausa de cortesía las invita a compartir el fin de semana: para comer, beber buen vino y hacer el amor. Por supuesto, la propuesta es insólita para dos jóvenes que solo pensaban en conocer una de las ciudades más llenas de magia, misterios, sorpresas y vida en la vieja Europa, y profundizar en sus estudios de cultura catalana y fotografía. Dos jóvenes ingenuas para quienes el sexo encierra pocas emociones.
Vicky, golpeada por esa insolencia le pregunta que quiénes van a hacer el amor y él, sonriendo, responde que espera que los tres. La muchacha se siente amenazada y le dice una frase que después el espectador se la cobrará: "No sé ustedes pero, escuche, señor, eso tal vez será en otra vida".
Por supuesto, los tres se marchan a Oviedo y queda claro que las dos muchachas, bellas y sensuales a su manera, como ovejas deben alistarse a ser devoradas, despedazadas, penetradas, volteadas al derecho y al revés por un lobo insaciable que las haga gritar, suspirar y gemir mientras a pocos pasos de ese ritual erótico (esta vez un poco menos sutil que en otras películas del director), aparezca y atisbe una tercera mujer, María Elena (Penélope Cruz que tiene enloquecidos a espectadores y críticos con su sensualidad animal), la ex esposa del pintor, también artista y competidora, su musa que intentó matarlo, una sombra amenazante, celosa, peligrosa y destructora, con quien el suegro tiene sueños eróticos.
"Vicky Cristina Barcelona", cuarta película de Allen rodada fuera de su habitat natural, Manhattan, es tema obligado en todas partes. Después de Cannes se exhibe en numerosos festivales del mundo (inaugura la sección Zabaltegi en San Sebastián este jueves -un día antes del estreno comercial en España- y forma parte de la programación de Montreal, San Juan y otros eventos), mientras los críticos analizan, miran y vuelven a mirar y concluyen que el ideal del seductor en el mundo de Allen, ese hombre intelectual de gafas, tímido y pequeño y delgado, inseguro y enemigo del psicoanálisis ha sido reemplazado por este macho vulgar y posesivo que solo tiene en mente llevar esas mujeres a su cama. Y lo logra. La carga erótica de la película alcanzará su momento culminante cuando Bardem, Penélope y Scarlett, juntos, tengan relaciones sexuales y las dos mujeres intercambien el beso que ha provocado toda clase de reacciones en las revistas escandalosas.
Mientras el pintor guía a las dos chicas, no solo por esa Barcelona inigualable sino en el descubrimiento de sus propios cuerpos y deseos, abriendo sus sentidos a experiencias que ya no podrán evitar cuando regresen a la normalidad en su país, él mismo tiene que sostener una salvaje batalla con esa ex mujer que llega a su casa y sigue acosándolo y deseándolo.
Como dice Juan Antonio, confió en María Elena, ella le dio una puñalada, se marchó, regresó y le convierte la vida en un infierno, sobre todo cuando la española siente que su hombre está obsesionado con esa rubia que no es tan insípida como parece. Que amenace con matarla va con su temperamento latino.
Allen respira cómodo en este paisaje catalán y logra, gracias al fotógrafo Xabier Agirresarobe, un tono apastelado con amarillos, verdes, ocres, azules y rojos que rodea el aire de sensualidad y sexo que respiran los personajes, descubierto por las dos turistas y desplegado por sus nuevos amigos españoles, entre ellos el padre del pintor, un escritor que no publica sus poemas porque el mundo no entiende el amor.
Rejuvenecido, cargado de sexo, vida y humor negro, dejando que los elementos españoles predominen en el lenguaje de su nueva película, Woody Allen ofrece "Vicky Cristina Barcelona" como un tratado de educación sentimental que se aparta del tratamiento de estos temas en su filmografía anterior. No es que haya resucitado, como dijo malévolamente el NY Times. Simplemente, sigue más vivo que nunca. La cercanía de estas mujeres, especialmente la presencia salvaje de Penélope Cruz, lo ha cargado de nueva sangre. Esperemos que por largo tiempo.