Colaboración: Hasta siempre, Humberto…

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Solás
Solás
Por Frank Padrón

Un grande del cine cubano y latinoamericano, el cineasta habanero Humberto Solás, acaba de abandonarnos; algo que, afortunadamente, no hará jamás una obra cimentada en lo más profundo de la idiosincrasia, la historia y el ser nacionales.

Solás es el autor de "Lucía" (1968), un indiscutible clásico de nuestro cine donde a más de tres episodios, hallamos tres películas en una, tres historias que pudieron haber generado sendos largometrajes, pero el director, desde ya ambicioso y abarcador (en el mejor sentido) quiso dar más con la extensión y el panorama que con la intención y la pormenorización.

A  casi cuarenta años, la obra de Solás sigue mostrando lozanía, sigue develando hallazgos, dejando ver la mano de un incuestionable artista: su captación de la psicología femenina, o al menos, de sutiles trazos de su ser, siempre en estrecha relación con el medio, las complejas relaciones entre personalidad e Historia, fueron medularmente aprehendidas y proyectadas por el entonces joven realizador, algo que, aunque no siempre con el mismo nivel de logros, ha signado toda su obra desde entonces.

Luego, en diversas etapas de su quehacer nos acercó piezas muy significativas del cine cubano como "Un hombre de éxito" (1986) o la más reciente, "Barrio Cuba" (2005), en la cual pulsó notablemente las claves del melodrama para acercarnos a problemas, tipos y circunstancias que conmueven a todos los que estamos involucrados en ellos, pero mucho más allá: a cualquier ser humano dotado de sensibilidad para entender nuestros particulares conflictos.

Creador original y genuino, su relación con la literatura fue siempre polémica y enriquecedora; basten dos títulos que saltaron de las letras, donde ya eran verdaderos mitos, a la pantalla, conociendo lecturas irreverentes pero respetuosas por llevar el sello de autor: "Cecilia" (1982), partiendo de Cirilo Villaverde y "El siglo de las luces" (1992), de Carpentier.

Dueño de un estilo barroco, a veces manierista, logró dotar sus films de exquisitas direcciones artísticas y magistrales reconstrucciones (sobre todo en el caso de las cintas “de época” que tanto realizó) si bien no siempre dio en el clavo con la dramaturgia, pero fue, quién lo duda, uno de los grandes por la propia escogencia de temas, sus tratamientos muy personales y su sintonía con importantes conflictos sicológicos y sociales del cubano, en especial la mujer, la cual, a partir de Lucía resultó un verdadero “leit motiv” de su obra, si bien no pocos personajes masculinos compleja y sólidamente diseñados, sobresalieron en varios de sus títulos ("Un día de noviembre", "Un hombre de éxito", "El siglo…", "Barrio Cuba").

Ante el prestigio que fue ganando su obra fictiva, muchos olvidaron que Solás dirigió en un tiempo, a principios de su carrera, bellísimos documentales, donde sobresale "Minerva traduce el mar" (1962), lectura fílmica de un poema de Lezama Lima en el cual, parafraseando su título, “traduce” admirablemente al lenguaje fílmico el complejo y mágico mundo del culto bardo cubano.

En los últimos años, como es sabido, Humberto dedicó sus energías a dirigir el Festival de cine Pobre de Gibara, localidad maritíma holguinera; según el ICAIC, un proyecto "a favor de un audiovisual realizado con escasos recursos económicos y altas aspiraciones conceptuales", el cual en sus varias ediciones ya arrojaba estimables frutos que atraían a cineastas de todo el mundo.

Humberto Solás ha muerto, pero es de esos artistas a los cuales sobrevivirá ampliamente una obra que irradia vida y cultura por cada fotograma.