Fernán Mirás estrena su opera prima: "Quería arrancar investigando un género y correr ciertos riesgos"
- por © EscribiendoCine-NOTICINE.com
Es uno de los actores argentinos más reconocidos, con participación en cine y televisión, que lo han configurado como una de las figuras más convocadas por la industria. Fernán Mirás ahora se anima a ponerse detrás de cámaras en "El peso de la ley" (2017), un drama judicial en el que nada ni nadie es lo que aparenta y una abogada, interpretada por Paola Barrientos, recupera su vocación. "Mi mayor miedo era no poder concentrarme lo suficiente luego de armar las escenas", afirma en diálogo con nuestros compañeros de EscribiendoCine.
- ¿Fue difícil estar en esta oportunidad delante y detrás de cámaras?
A mí me preocupaba un poco, y el productor me pidió que lo haga, era un personaje de 10 días, y fue muy simple hacerlo. En una zona nueva y de tanta vulnerabilidad actuar era algo conocido, y cuando me ponía a hacerlo era como un descanso. Mi mayor miedo era no poder concentrarme lo suficiente luego de armar las escenas, y un día dentro de una casilla estaba esperando para actuar y esperaba que alguien diga acción y lo tenía que decir yo. Afuera estaban muertos de risa... Tardé dos minutos para dar la indicación. En otra oportunidad en vez de cortar una escena seguí concentrado sin hacerlo y esas fueron las dos situaciones más bizarras que se vivieron.
- ¿Cómo le llegó la historia?
Roberto Gispert, amigo, coproductor, coguionista, y abogado también, se acerca y me habla del expediente, la utilizó para su tesis de abogacía, en donde encontró un compendio de errores del poder judicial en el que por su condición social víctimas y victimarios terminan presos.
- En un momento uno se ríe de esas cuestiones…
Sí, te reís de eso y te das cuenta que después la protagonista ve otra cosa, y Roberto veía eso. El expediente es el típico que aparece en Tribunales para reírse. Todo el tiempo hay expedientes así. Yo sabía que era un chiste el expediente, se lo pasaron a mi amigo, pero él vio otra cosa. Roberto veía todo el tiempo el humor negro, y a partir de ahí hablábamos sobre el caso y entendimos qué tenía que hacer la protagonista para comprender qué pasaba. Decidimos hacer entrevistas, la primera pregunta era por qué elegiste ser abogado, y muchos decían que eran ingenuos o naif, y en la respuesta surgía que después de muchos años perdían su mirada y vocación. Nos decían en 20 años nunca defendí un inocente y me había interesado ser abogado por eso. El personaje que inspiró a Gloria (Paola Barrientos) también nos lo dijo. Había frases como la justicia no existe sino existe lo que se puede probar, o lo que no está en el expediente no existe. Y la película empezó a tomar parte desde ahí, desde el conocimiento de Roberto y mi desconocimiento. Le preguntaba por qué la justicia no existe, y él me respondía... Así surgió la primera escena. El personaje principal está decepcionado con el poder judicial y ve a una persona que admiraba corrupta y ahí decide tomar el caso, sabiendo que dedicándose a uno pierde diez casos. Nos gustaba también que el expediente es tan menor, que termina siendo la excusa de un litigio menor.
- ¿La decisión de hacer entrevistas enriqueció la película?
Sí, de hecho Darío Barassi, que hace de secretario, y es abogado, me decía, hay abogados con labia que pueden ir informal, él me explicaba qué tenía que hacer con los expedientes. Para ellos fue muy fácil componer. Fue también una lucha cuando leías el guion, habiendo entendido ese submundo, que en un momento se trataran de usted algunos, y en otros momentos de vos, tienen incorporados, por ejemplo, que en la sala de audiencia no se tuteen. Además trabajé mucho para que no parezca una serie americana de juicios.
- ¿El trabajo de investigación entonces fue clave para no caer en estereotipos y que el humor se cuele en la narración?
Hay un punto que la realidad supera a la ficción. El expediente de foja y media es real. Recuerdo que llenamos de expedientes la oficina y de tanto ya no era verosímil, pero son así.
- Tuvo un elenco soñado ¿cómo apareció?
Fueron los actores con los que quería trabajar y también con los que no me animaba. A María Onetto la fui a ver a una obra y me preguntó si necesitaba algo, con Dario Grandinetti pasó lo mismo, le dije que no necesitaba nada y cada dos minutos me decía si necesitaba algo y al final le dije que tenía un personaje de diez días. Justo se estaba por ir a filmar con Pedro Almodóvar, le mande el guion y me mandó un Whatsapp diciendo que lo hacía, y más allá de la gamba que me hicieron se comprometieron. Yo no tomaba conciencia que estaba trabajando con ellos, me regalaban en la primera toma cosas únicas. Y de ahí iba a más.
- ¿Surgió alguna dificultad técnica?
No, y eso que está hecha en cinco semanas, y tomé decisiones que me alegro de haberlas tomado y a veces en una ópera prima hay gente que relega cosas, pero yo me rodeé de gente con mucha experiencia para aprender. Siento que la mejor decisión que tomé era no tener miedo, en óperas primas hay miedo a los actores, y yo sé que no es así, que el actor pone lo mejor siempre. Hay algo muy raro que pasó, también, es que desde siempre quiero dirigir, y cuando empecé a rodar era como que sabía y sentir como que lo había hecho siempre. Siempre fui muy curioso, a Aída Bortnik, por ejemplo, le pregunté qué libro me recomendaba sobre guion. Hay una cuestión de resignar, también, haber trabajado con directores con poco tiempo me ha ayudado. La tele también sumó, la flexibilidad, la manera de trabajar, de sumar a otros a decisiones y la última vez que tenía que chequear el DCP final, me pasó que había cosas que me propusieron otros. No hay nada que me arrepienta.
- Una de las virtudes de su film es el personaje femenino muy fuerte…
Si, y hay ciertas cosas que dentro de lo que pide el género, y ella en un momento va al pueblo y lleva al espectador a otro ritmo, para mí la película podía volar con ciertas cuestiones, relacionadas al bosque y al misterio. Yo he visto muchos directores trabajar y sé cómo te podes proteger, y por ejemplo cuando ella llega al pueblo hice un travelling de 360 grados, porque sabía que había que arriesgarse.
- No se protege tanto…
Sí, hay un punto, que me pasó antes de filmarla, de saber cómo cuidarme, pero estoy contento de haber pensado tal vez es la única vez que filmo en mi vida y permitir experimentar y protegerme.
- ¿Fue difícil estar en esta oportunidad delante y detrás de cámaras?
A mí me preocupaba un poco, y el productor me pidió que lo haga, era un personaje de 10 días, y fue muy simple hacerlo. En una zona nueva y de tanta vulnerabilidad actuar era algo conocido, y cuando me ponía a hacerlo era como un descanso. Mi mayor miedo era no poder concentrarme lo suficiente luego de armar las escenas, y un día dentro de una casilla estaba esperando para actuar y esperaba que alguien diga acción y lo tenía que decir yo. Afuera estaban muertos de risa... Tardé dos minutos para dar la indicación. En otra oportunidad en vez de cortar una escena seguí concentrado sin hacerlo y esas fueron las dos situaciones más bizarras que se vivieron.
- ¿Cómo le llegó la historia?
Roberto Gispert, amigo, coproductor, coguionista, y abogado también, se acerca y me habla del expediente, la utilizó para su tesis de abogacía, en donde encontró un compendio de errores del poder judicial en el que por su condición social víctimas y victimarios terminan presos.
- En un momento uno se ríe de esas cuestiones…
Sí, te reís de eso y te das cuenta que después la protagonista ve otra cosa, y Roberto veía eso. El expediente es el típico que aparece en Tribunales para reírse. Todo el tiempo hay expedientes así. Yo sabía que era un chiste el expediente, se lo pasaron a mi amigo, pero él vio otra cosa. Roberto veía todo el tiempo el humor negro, y a partir de ahí hablábamos sobre el caso y entendimos qué tenía que hacer la protagonista para comprender qué pasaba. Decidimos hacer entrevistas, la primera pregunta era por qué elegiste ser abogado, y muchos decían que eran ingenuos o naif, y en la respuesta surgía que después de muchos años perdían su mirada y vocación. Nos decían en 20 años nunca defendí un inocente y me había interesado ser abogado por eso. El personaje que inspiró a Gloria (Paola Barrientos) también nos lo dijo. Había frases como la justicia no existe sino existe lo que se puede probar, o lo que no está en el expediente no existe. Y la película empezó a tomar parte desde ahí, desde el conocimiento de Roberto y mi desconocimiento. Le preguntaba por qué la justicia no existe, y él me respondía... Así surgió la primera escena. El personaje principal está decepcionado con el poder judicial y ve a una persona que admiraba corrupta y ahí decide tomar el caso, sabiendo que dedicándose a uno pierde diez casos. Nos gustaba también que el expediente es tan menor, que termina siendo la excusa de un litigio menor.
- ¿La decisión de hacer entrevistas enriqueció la película?
Sí, de hecho Darío Barassi, que hace de secretario, y es abogado, me decía, hay abogados con labia que pueden ir informal, él me explicaba qué tenía que hacer con los expedientes. Para ellos fue muy fácil componer. Fue también una lucha cuando leías el guion, habiendo entendido ese submundo, que en un momento se trataran de usted algunos, y en otros momentos de vos, tienen incorporados, por ejemplo, que en la sala de audiencia no se tuteen. Además trabajé mucho para que no parezca una serie americana de juicios.
- ¿El trabajo de investigación entonces fue clave para no caer en estereotipos y que el humor se cuele en la narración?
Hay un punto que la realidad supera a la ficción. El expediente de foja y media es real. Recuerdo que llenamos de expedientes la oficina y de tanto ya no era verosímil, pero son así.
- Tuvo un elenco soñado ¿cómo apareció?
Fueron los actores con los que quería trabajar y también con los que no me animaba. A María Onetto la fui a ver a una obra y me preguntó si necesitaba algo, con Dario Grandinetti pasó lo mismo, le dije que no necesitaba nada y cada dos minutos me decía si necesitaba algo y al final le dije que tenía un personaje de diez días. Justo se estaba por ir a filmar con Pedro Almodóvar, le mande el guion y me mandó un Whatsapp diciendo que lo hacía, y más allá de la gamba que me hicieron se comprometieron. Yo no tomaba conciencia que estaba trabajando con ellos, me regalaban en la primera toma cosas únicas. Y de ahí iba a más.
- ¿Surgió alguna dificultad técnica?
No, y eso que está hecha en cinco semanas, y tomé decisiones que me alegro de haberlas tomado y a veces en una ópera prima hay gente que relega cosas, pero yo me rodeé de gente con mucha experiencia para aprender. Siento que la mejor decisión que tomé era no tener miedo, en óperas primas hay miedo a los actores, y yo sé que no es así, que el actor pone lo mejor siempre. Hay algo muy raro que pasó, también, es que desde siempre quiero dirigir, y cuando empecé a rodar era como que sabía y sentir como que lo había hecho siempre. Siempre fui muy curioso, a Aída Bortnik, por ejemplo, le pregunté qué libro me recomendaba sobre guion. Hay una cuestión de resignar, también, haber trabajado con directores con poco tiempo me ha ayudado. La tele también sumó, la flexibilidad, la manera de trabajar, de sumar a otros a decisiones y la última vez que tenía que chequear el DCP final, me pasó que había cosas que me propusieron otros. No hay nada que me arrepienta.
- Una de las virtudes de su film es el personaje femenino muy fuerte…
Si, y hay ciertas cosas que dentro de lo que pide el género, y ella en un momento va al pueblo y lleva al espectador a otro ritmo, para mí la película podía volar con ciertas cuestiones, relacionadas al bosque y al misterio. Yo he visto muchos directores trabajar y sé cómo te podes proteger, y por ejemplo cuando ella llega al pueblo hice un travelling de 360 grados, porque sabía que había que arriesgarse.
- No se protege tanto…
Sí, hay un punto, que me pasó antes de filmarla, de saber cómo cuidarme, pero estoy contento de haber pensado tal vez es la única vez que filmo en mi vida y permitir experimentar y protegerme.