Sebastián Caulier habla sobre el estreno de "El corral"
- por © EscribiendoCine-NOTICINE.com
Tras un auspicioso debut con "La inocencia de la araña" (2012), el argentino Sebastián Caulier vuelve a transitar tópicos vinculados con la adolescencia y la educación en "El corral" (2017), película de cruce de géneros en la que dos adolescentes víctimas de bullying provocan una serie de actos vandálicos que se les irán de las manos, "La adolescencia y todas sus problemáticas son y seguirán siendo una fuente inagotable de historias, porque es algo con lo que todos nos podemos sentir identificados de alguna u otra manera", dice durante una entrevista con nuestros compañeros de EscribiendoCine.
- La trama sucede en Formosa, la ciudad donde nació, y en un colegio como el que cursó el secundario, ¿es una suerte de retrato de su adolescencia en versión libre?
Es una buena manera de definir la película. Si bien el argumento es ficticio, el universo en el que transcurre es una reconstrucción de la adolescencia que yo viví en Formosa a fines de los 90. Hay algunos personajes que están bastante inspirados en personas de la vida real, así como también hay varias situaciones que están calcadas de recuerdos. Ejemplo, la huida en bici de Esteban con los compañeros persiguiéndolo y tirándole piedras. Eso le pasó a un amigo mío y por algún motivo quedó dando vueltas en mi cabeza, hasta el punto de terminar siendo una escena de la película.
- ¿Por qué decidió que la historia de "El corral" suceda en un colegio público?
La historia se me ocurrió en un colegio público por una cuestión muy simple: fui alumno de la escuela pública toda mi vida y es la que tengo a mano (o en la cabeza) a la hora de referenciarme a la secundaria. Lo que recuerdo como más interesante y rico de haber estudiado en un colegio público es la diversidad de clases sociales, con todo lo que eso conlleva. En esa época (los noventa) no existían los colegios privados en Formosa (donde viví hasta los 17 años), por lo que en los pasillos de los principales colegios públicos de la ciudad se cruzaban hijos de empresarios o políticos poderosos con hijos de familias muy humildes. Era muy común que en los recreos convivieran, por ejemplo, el hijo de un conocido dueño de supermercados con el hijo de un repositor que trabajaba para uno de los locales del padre de aquél (en esos cruces de relaciones de poder en el mismo colegio se funda el germen de mi próxima película).
- "El corral", como su opera prima ("La inocencia de la araña"), tiene un cruce de géneros importante donde lo que empieza como una comedia adolescente vira al thriller y por momentos juega con el terror psicológico sin nunca derrapar, algo que podría ocurrir si no se tiene en claro hasta donde llegar. ¿Cómo la trabajó narrativamente para que no se convirtiera en un pastiche y sobre todo sea realista?
Creo que me gusta más pensar en tonos que en géneros. Pensar en tonos a la hora de escribir me da más libertad, porque se parece más a cómo es la vida, que tiene momentos de comedia, momentos de drama, momentos de miedo, momentos de frenesí. Yo siento constantemente esa variedad de tonos en mi vida y creo que así le fui dando forma al viaje de iniciación de Esteban. Cada estadio del trayecto del personaje se corresponde más con un tono que con otros: hay una amargura cómica en todo el inicio (cuando se muestra el maltrato que vive por parte de sus compañeros), hay intriga cuando conoce al chico nuevo, hay adrenalina cuando se embarca en las primeras acciones violentas, hay suspenso cuando empiezan a fallan los planes y hay horror cuando todo se le va de las manos. También hay emotividad en la relación que va generando con este nuevo amigo. Fluyó así muy naturalmente, no lo planifiqué. Una vez en la edición, con Federico Rotstein (el montador) nos encontramos con un material que tenía momentos tonales muy distintos. Así definimos algo así como una ‘brújula tonal’ de la película con cuatro ‘puntos cardinales’: humor, frenesí, miedo, emotividad (que bien podrían corresponderse con cuatro géneros: comedia, drama, thriller, aventuras) y, con eso como referencia, fuimos armando la película cuidando mucho el traspaso de un tono a otro, analizando cuándo, dónde y por qué, para que esa diversidad quedara como una evolución orgánica y no como un simple pastiche. Fue una apuesta jugada porque implicaba no quedarse en la seguridad que te da la inscripción a un género determinado sino jugar con los límites entre ellos. Lo mismo me pasó con La inocencia de la araña, solo que ahí no era tan consciente de lo que hacía.
- Ya en "La inocencia de la araña" había demostrado un interés particular por ciertos tópicos relacionados con la adolescencia, ¿qué es lo que le lleva a contar historias vinculadas con esa etapa de la vida un tanto conflictiva?
Creo que justamente eso: lo conflictivo. Me interesa esa edad en la que desaparecen todas las certezas de la niñez y el mundo se transforma en un terreno desconocido y medio aterrador. Todo se vuelve extraño, hasta en el propio cuerpo que de repente es irreconocible. Creo que los adolescentes son extranjeros de sí mismos, seres exiliados de un país que ya no existe, siempre tratando de entender cómo funcionan las cosas en este mundo nuevo, qué está bien y qué está mal, qué cosas hay que hacer para ser aceptado. A veces me sigue desconcertando cómo esta etapa tan conflictiva y por momentos muy oscura está tan trivializada por la televisión y el cine, que siempre nos venden una imagen edulcorada e idealizada de la adolescencia como la etapa más hermosa de la vida, los años maravillosos y esas cosas. Después pienso que estos discursos son elaborados e instalados por adultos, y ahí entiendo todo. Recuerdo ser adolescente y, a raíz de todo lo que veía en la tele o el cine, sentir esa presión por no estar aprovechando ‘los mejores años de mi vida’. Me hubiera hecho bien ver alguna película que me dijera que la adolescencia es una mierda y que lo mejor viene después. Me hubiera relajado.
- ¿Y su próxima película también está vinculada con esa temática?
Tengo otro guión sobre chicos en un colegio de Formosa que cerraría esta trilogía, pero me quiero tomar unas vacaciones de la temática. Así que la próxima es una película de terror psicológico protagonizada por un adulto y transcurre acá, en Buenos Aires. Lo loco es que, aunque pensé que no iba a tener nada que ver con las dos películas anteriores, en esta próxima vuelve a aparecer la escuela como escenario (aunque no central). El tema me persigue.
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- La trama sucede en Formosa, la ciudad donde nació, y en un colegio como el que cursó el secundario, ¿es una suerte de retrato de su adolescencia en versión libre?
Es una buena manera de definir la película. Si bien el argumento es ficticio, el universo en el que transcurre es una reconstrucción de la adolescencia que yo viví en Formosa a fines de los 90. Hay algunos personajes que están bastante inspirados en personas de la vida real, así como también hay varias situaciones que están calcadas de recuerdos. Ejemplo, la huida en bici de Esteban con los compañeros persiguiéndolo y tirándole piedras. Eso le pasó a un amigo mío y por algún motivo quedó dando vueltas en mi cabeza, hasta el punto de terminar siendo una escena de la película.
- ¿Por qué decidió que la historia de "El corral" suceda en un colegio público?
La historia se me ocurrió en un colegio público por una cuestión muy simple: fui alumno de la escuela pública toda mi vida y es la que tengo a mano (o en la cabeza) a la hora de referenciarme a la secundaria. Lo que recuerdo como más interesante y rico de haber estudiado en un colegio público es la diversidad de clases sociales, con todo lo que eso conlleva. En esa época (los noventa) no existían los colegios privados en Formosa (donde viví hasta los 17 años), por lo que en los pasillos de los principales colegios públicos de la ciudad se cruzaban hijos de empresarios o políticos poderosos con hijos de familias muy humildes. Era muy común que en los recreos convivieran, por ejemplo, el hijo de un conocido dueño de supermercados con el hijo de un repositor que trabajaba para uno de los locales del padre de aquél (en esos cruces de relaciones de poder en el mismo colegio se funda el germen de mi próxima película).
- "El corral", como su opera prima ("La inocencia de la araña"), tiene un cruce de géneros importante donde lo que empieza como una comedia adolescente vira al thriller y por momentos juega con el terror psicológico sin nunca derrapar, algo que podría ocurrir si no se tiene en claro hasta donde llegar. ¿Cómo la trabajó narrativamente para que no se convirtiera en un pastiche y sobre todo sea realista?
Creo que me gusta más pensar en tonos que en géneros. Pensar en tonos a la hora de escribir me da más libertad, porque se parece más a cómo es la vida, que tiene momentos de comedia, momentos de drama, momentos de miedo, momentos de frenesí. Yo siento constantemente esa variedad de tonos en mi vida y creo que así le fui dando forma al viaje de iniciación de Esteban. Cada estadio del trayecto del personaje se corresponde más con un tono que con otros: hay una amargura cómica en todo el inicio (cuando se muestra el maltrato que vive por parte de sus compañeros), hay intriga cuando conoce al chico nuevo, hay adrenalina cuando se embarca en las primeras acciones violentas, hay suspenso cuando empiezan a fallan los planes y hay horror cuando todo se le va de las manos. También hay emotividad en la relación que va generando con este nuevo amigo. Fluyó así muy naturalmente, no lo planifiqué. Una vez en la edición, con Federico Rotstein (el montador) nos encontramos con un material que tenía momentos tonales muy distintos. Así definimos algo así como una ‘brújula tonal’ de la película con cuatro ‘puntos cardinales’: humor, frenesí, miedo, emotividad (que bien podrían corresponderse con cuatro géneros: comedia, drama, thriller, aventuras) y, con eso como referencia, fuimos armando la película cuidando mucho el traspaso de un tono a otro, analizando cuándo, dónde y por qué, para que esa diversidad quedara como una evolución orgánica y no como un simple pastiche. Fue una apuesta jugada porque implicaba no quedarse en la seguridad que te da la inscripción a un género determinado sino jugar con los límites entre ellos. Lo mismo me pasó con La inocencia de la araña, solo que ahí no era tan consciente de lo que hacía.
- Ya en "La inocencia de la araña" había demostrado un interés particular por ciertos tópicos relacionados con la adolescencia, ¿qué es lo que le lleva a contar historias vinculadas con esa etapa de la vida un tanto conflictiva?
Creo que justamente eso: lo conflictivo. Me interesa esa edad en la que desaparecen todas las certezas de la niñez y el mundo se transforma en un terreno desconocido y medio aterrador. Todo se vuelve extraño, hasta en el propio cuerpo que de repente es irreconocible. Creo que los adolescentes son extranjeros de sí mismos, seres exiliados de un país que ya no existe, siempre tratando de entender cómo funcionan las cosas en este mundo nuevo, qué está bien y qué está mal, qué cosas hay que hacer para ser aceptado. A veces me sigue desconcertando cómo esta etapa tan conflictiva y por momentos muy oscura está tan trivializada por la televisión y el cine, que siempre nos venden una imagen edulcorada e idealizada de la adolescencia como la etapa más hermosa de la vida, los años maravillosos y esas cosas. Después pienso que estos discursos son elaborados e instalados por adultos, y ahí entiendo todo. Recuerdo ser adolescente y, a raíz de todo lo que veía en la tele o el cine, sentir esa presión por no estar aprovechando ‘los mejores años de mi vida’. Me hubiera hecho bien ver alguna película que me dijera que la adolescencia es una mierda y que lo mejor viene después. Me hubiera relajado.
- ¿Y su próxima película también está vinculada con esa temática?
Tengo otro guión sobre chicos en un colegio de Formosa que cerraría esta trilogía, pero me quiero tomar unas vacaciones de la temática. Así que la próxima es una película de terror psicológico protagonizada por un adulto y transcurre acá, en Buenos Aires. Lo loco es que, aunque pensé que no iba a tener nada que ver con las dos películas anteriores, en esta próxima vuelve a aparecer la escuela como escenario (aunque no central). El tema me persigue.
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