Mateo Gil escribe sobre "Las leyes de la termodinámica"

por © NOTICINE.com
Mateo Gil (FM)
Por Mateo Gil *

Las leyes de la termodinámica no es un documental sobre física. Pero tampoco es exactamente una comedia romántica. Es un juego, un entretenimiento basado en la yuxtaposición de palabra e imagen y en la ironía: sabemos que las leyes científicas no tienen nada que ver con los sentimientos y, sin embargo, el sorprendente paralelismo entre ellas nos dará que pensar y nos hará sonreír, al devolvernos una imagen de nosotros mismos manejados como marionetas por fuerzas muy superiores a nosotros, comportándonos como idiotas que creen tener su vida controlada y tomar sus propias decisiones.

Digo que no es exactamente una comedia romántica porque tiene la estructura de un documental. De hecho, la voz de los científicos acompaña una buena parte del metraje y todo lo que dicen es cierto; sus intervenciones podrían utilizarse para un documental real sobre astrofísica. La película resultante se parece, por tanto, a un documental de gran formato, sólo que en vez de las habituales imágenes que ilustran el texto encontramos la historia de nuestros protagonistas. ¡Lo llamativo es que ésta ilustra perfectamente los principios científicos que se están explicando!

El documental es un género con una caligrafía muy específica, y Las leyes de la termodinámica se aprovecha de ella para conseguir ese ángulo original sobre los asuntos románticos. El propio protagonista es nuestro guía y narrador; podríamos decir que la película es su discurso. De esta forma, la realidad es observada, deconstruida, analizada hasta el más sutil detalle utilizando todo el arsenal de recursos visuales propios del género: rebobinados, ralentizados, repeticiones desde distintos ángulos e incluso gráficos sobreimpresos y animados. Del contraste entre el tono serio del documental y lo ridículo o absurdo de las situaciones, así como del doble sentido que adquieren los conceptos científicos, surge la mayor parte del humor en la película.

El tema de fondo de la película es si existe o no el libre albedrío. ¿Debemos culparnos por todo lo que va mal en nuestra relación o relajarnos y pensar que eso que va mal no depende en realidad de nosotros? ¿Es vano cualquier intento de modificar los hechos, de cambiar la realidad? Como buen científico al corriente de las últimas investigaciones neurológicas, nuestro protagonista está convencido de que todo lo que aparentemente decidimos está previamente decidido en realidad, de que el libre albedrío es una ilusión creada por nuestra mente. Pero, como su amigo Pablo le llega a espetar para animarle a luchar por su relación: "El libre albedrío será una ilusión, pero la gente no para de follar".

Las leyes de la termodinámica no aspira tanto a levantar una gran cantidad carcajadas como a que el espectador la vea con una continua sonrisa, la del adulto que se permite un tiempo para jugar o que pone a prueba su ingenio frente a una adivinanza o un reto, especialmente si en ese reto está en juego la imagen que tiene de sí mismo.

(*): El español nacido en Canarias Mateo Gil, ganador de dos Goyas y cómplice de Alejandro Amenábar en sus primeros libretos, acaba de estrenar su cuarta realización, tras "Nadie conoce a nadie", el western "Blackthorn" y la fantástica "Proyecto Lázaro", en la que de nuevo cambia de género.

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