Daniel Monzón escribe sobre su nueva comedia, "Yucatán"
- por © NOTICINE.com
Por Daniel Monzón *
Una película es un viaje. Lo es para quien la hace y debería serlo para el espectador. "Yucatán", desde luego, lo es. No puede plantearse de forma más evidente. Es una boatmovie donde los personajes no sólo recorren diversas ciudades, océanos y continentes sino también distintos géneros, como la comedia, el musical, el cine de aventuras, el drama… Pero como toda película itinerante, en este caso marítima, también es un viaje emocional. Se trata de un divertimento preparado sin el menor complejo para el disfrute -como el propio pianista del crucero le dice al público al principio- pero que trata de no olvidarse de conmover por el camino, de intentar que sus personajes le importen a uno, porque de lo contrario sería un viaje hacia ninguna parte.
Nunca pensé en subirme a un crucero, como tampoco me imaginé recorriendo cárceles, pero cuando lo hice, descubrí que era un extraordinario espacio abonado para la ficción, un mundo aparte plagado de los personajes más dispares (y disparatados) en una comunión imposible, un pequeño universo cerrado en constante movimiento empeñado en convertirse en una burbuja de ficción para hacerle olvidar al pasajero sus preocupaciones y empujarle a ser feliz mientras dure el trayecto. Si cambiamos pasajero por espectador obtenemos una curiosa metáfora de lo que es el cine. Al menos, el de entretenimiento. Y si en este maravilloso mundo de colores vertemos unas pequeñas dosis de veneno, la mezcla puede resultar aún más interesante.
Es por ello que "Yucatán", como un crucero, es una película coral con un enjambre de bulliciosos personajes. Donde todos se mezclan y confunden, igual que en la cubierta de uno de estos barcos, con sus distintos acentos, contrastadas personalidades y nacionalidades. Con un quinteto de personajes protagonistas y, como toda comedia que se precie, un contundente corpus de secundarios que resultan tan relevantes como los propios protagonistas, esta es, sin duda, una película de actores. En toda película es fundamental la elección del reparto pero en una comedia, más. De la carne, encanto y humanidad que los intérpretes regalen a sus personajes depende el alma de la película. Y en este caso, no puedo estar más orgulloso y satisfecho de la alquimia del conjunto. Los pasajeros de "Yucatán" componen un casting tan sólido como el propio barco: fresco, inesperado, juguetón, heterogéneo y a la vez extrañamente compacto.
"Yucatán" es una comedia de estafadores, que en estos días es casi como decir una comedia documental. Muchos de sus personajes están comidos por la codicia, una de las pulsiones que mueven el mundo. Dicen que el amor es otra. Lucas, Clayderman, Verónica, Antonio, Carmen, Leticia, Brendon, Ernesto, Fede y los demás se enfrentan cada uno a su manera al poderoso influjo de estos dos grandes motores, el corazón y el dinero, o al contrario. Nadie les juzga, son como son. La película embarca al espectador junto a todos ellos en esta fantasía musical por el Atlántico a la espera de que disfrute del viaje, de Barcelona a la selva de Yucatán, con escala en Casablanca, Tenerife y Brasil, y deseando que se lleve a casa el recuerdo de este singular puñado de cruceristas, alguno de los cuales quizá aprenda algo por el camino… o no. Pero lo importante es que, como sugirió el pianista del Titanic sin dejar de tocar, cuando las gélidas aguas del océano ya le mojaban los pies, mientras suene la música, lo mejor es seguir bailando’.
(*): El cineasta español Daniel Monzón, responsable de éxitos como "Celda 211" y "El niño", regresa a la comedia coral con "Yucatán", que se estrena esta semana. La coescribió junto a su frecuente colaborador Jorge Guerricaechevarría.
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Una película es un viaje. Lo es para quien la hace y debería serlo para el espectador. "Yucatán", desde luego, lo es. No puede plantearse de forma más evidente. Es una boatmovie donde los personajes no sólo recorren diversas ciudades, océanos y continentes sino también distintos géneros, como la comedia, el musical, el cine de aventuras, el drama… Pero como toda película itinerante, en este caso marítima, también es un viaje emocional. Se trata de un divertimento preparado sin el menor complejo para el disfrute -como el propio pianista del crucero le dice al público al principio- pero que trata de no olvidarse de conmover por el camino, de intentar que sus personajes le importen a uno, porque de lo contrario sería un viaje hacia ninguna parte.
Nunca pensé en subirme a un crucero, como tampoco me imaginé recorriendo cárceles, pero cuando lo hice, descubrí que era un extraordinario espacio abonado para la ficción, un mundo aparte plagado de los personajes más dispares (y disparatados) en una comunión imposible, un pequeño universo cerrado en constante movimiento empeñado en convertirse en una burbuja de ficción para hacerle olvidar al pasajero sus preocupaciones y empujarle a ser feliz mientras dure el trayecto. Si cambiamos pasajero por espectador obtenemos una curiosa metáfora de lo que es el cine. Al menos, el de entretenimiento. Y si en este maravilloso mundo de colores vertemos unas pequeñas dosis de veneno, la mezcla puede resultar aún más interesante.
Es por ello que "Yucatán", como un crucero, es una película coral con un enjambre de bulliciosos personajes. Donde todos se mezclan y confunden, igual que en la cubierta de uno de estos barcos, con sus distintos acentos, contrastadas personalidades y nacionalidades. Con un quinteto de personajes protagonistas y, como toda comedia que se precie, un contundente corpus de secundarios que resultan tan relevantes como los propios protagonistas, esta es, sin duda, una película de actores. En toda película es fundamental la elección del reparto pero en una comedia, más. De la carne, encanto y humanidad que los intérpretes regalen a sus personajes depende el alma de la película. Y en este caso, no puedo estar más orgulloso y satisfecho de la alquimia del conjunto. Los pasajeros de "Yucatán" componen un casting tan sólido como el propio barco: fresco, inesperado, juguetón, heterogéneo y a la vez extrañamente compacto.
"Yucatán" es una comedia de estafadores, que en estos días es casi como decir una comedia documental. Muchos de sus personajes están comidos por la codicia, una de las pulsiones que mueven el mundo. Dicen que el amor es otra. Lucas, Clayderman, Verónica, Antonio, Carmen, Leticia, Brendon, Ernesto, Fede y los demás se enfrentan cada uno a su manera al poderoso influjo de estos dos grandes motores, el corazón y el dinero, o al contrario. Nadie les juzga, son como son. La película embarca al espectador junto a todos ellos en esta fantasía musical por el Atlántico a la espera de que disfrute del viaje, de Barcelona a la selva de Yucatán, con escala en Casablanca, Tenerife y Brasil, y deseando que se lleve a casa el recuerdo de este singular puñado de cruceristas, alguno de los cuales quizá aprenda algo por el camino… o no. Pero lo importante es que, como sugirió el pianista del Titanic sin dejar de tocar, cuando las gélidas aguas del océano ya le mojaban los pies, mientras suene la música, lo mejor es seguir bailando’.
(*): El cineasta español Daniel Monzón, responsable de éxitos como "Celda 211" y "El niño", regresa a la comedia coral con "Yucatán", que se estrena esta semana. La coescribió junto a su frecuente colaborador Jorge Guerricaechevarría.
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