José Luis Cuerda escribe sobre "Tiempo después", último estreno español del año
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Por José Luis Cuerda
Después de que amanezca viene, ya se sabe, el tiempo que viene después de que amanezca –habrá quien lo dude, siempre hay alguno de esos-?, pero el día que se me vino tal idea a la cabeza, lo siguiente que pensé fue que, ese "después" del primer enunciado, no tenía por qué ser por fuerza el inmediato al amanecer.
Eso me alivió. Había amplitud. No me obligaba a ceñirme a un discurso que fuera continuación lineal de "Amanece, que no es poco", sino que ya empalmaría yo por donde me conviniera. Liberado pues, y nada seguro de que fuera a acertar con un buen argumento para una película con semejante justificación, me convencí, con extremadamente generoso criterio, de que, si daba un buen salto en el futuro y me ponía imaginativo, podía situar el disparate en el año 9177, mil años arriba o mil años abajo, para no pillarme los dedos.
Cualquiera puede imaginarse cómo serán las cosas a esas alturas y si habrá gorriones y tortillas de patatas o no. Yo elegí el Todo. El Todo es ubérrimo. Te mueves dentro de él con facilidad y lo mismo bailas el foxtrot o la cumbia como la seguidilla masegoseña. En el 9177 habrá, lo tengo intuido, unos 493 supervivientes a las 8636 guerras mundiales y las 36 siderales que se han producido. Y podrá ocurrir cualquier cosa.
Yo decidí que ocurriera todo. Absolutamente todo. Y que había que dar preferencia a lo que produjera risa, mucha risa; pero, para no caer en la mera y grande tontería, habría que simultanear la gansada con el prurito ético, la agudeza filosófica, el buen uso de la costumbre que se lo merezca y el ejercicio del amor, sexo mediante.
La defensa que ha hecho siempre la Guardia Civil del libre albedrío será paradigmática en manos de la Guardia Civil Mundial, perfectamente encarnada por un general y un número (la tradicional pareja) de la Benemérita. El Rey de España, por más que no pueda evitar su acento norteamericano y llegar tarde a todas las citas, está, como le obliga su condición, al tanto de todo para ejercer con orgullo el poder arbitrario, juguetón e impertinente.
No es el mundo de "Tiempo después" un mundo feliz. ¿Quién quiere un mundo feliz? Uno quiere ser feliz sea como sea el mundo. En este nuestro que nos ocupa cantan y recitan poemas de vez en cuando, que no es poco. Y esa tarea va a caer en manos, no queda otra, de los seres más frágiles de la creación: las actrices, los actores, que sufren vuelcos psicosomáticos continuos para ser hoy cura, mañana bandolero. Hoy marquesa, mañana ingeniera agrónoma. Y serán en "Tiempo después" los cuarenta y dos intérpretes más dotados del censo que nos es propio los que harán realidad la necesaria, única e incuestionable transubstanciación: Las palabras del guion, que a mí me gusta mucho, aunque lo haya escrito yo, se harán carnes y huesos de actrices y actores y habitarán con sus almas entre nosotros, eso sí, enlatados en imágenes y sonidos digitales. Como se lleva hoy en día. A lo moderno.
(*): José Luis Cuerda, de 71 años, regresa seis años después de su poco apreciada "Todo es silencio" al género que le ha sido más propicio, la comedia surrealista, en una tardía secuela de la película por la que siempre será recordado, "Amanece que no es poco" (1989), en la que ha contado con un elenco increíble de figuras del cine español, desde Antonio de la Torre a Blanca Suárez, pasando por Miguel Rellán, Roberto Alamo, Arturo Valls, Miguel Rellán, Andreu Buenafuente, Carlos Areces, Eva Hache y un largo etcétera.
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Después de que amanezca viene, ya se sabe, el tiempo que viene después de que amanezca –habrá quien lo dude, siempre hay alguno de esos-?, pero el día que se me vino tal idea a la cabeza, lo siguiente que pensé fue que, ese "después" del primer enunciado, no tenía por qué ser por fuerza el inmediato al amanecer.
Eso me alivió. Había amplitud. No me obligaba a ceñirme a un discurso que fuera continuación lineal de "Amanece, que no es poco", sino que ya empalmaría yo por donde me conviniera. Liberado pues, y nada seguro de que fuera a acertar con un buen argumento para una película con semejante justificación, me convencí, con extremadamente generoso criterio, de que, si daba un buen salto en el futuro y me ponía imaginativo, podía situar el disparate en el año 9177, mil años arriba o mil años abajo, para no pillarme los dedos.
Cualquiera puede imaginarse cómo serán las cosas a esas alturas y si habrá gorriones y tortillas de patatas o no. Yo elegí el Todo. El Todo es ubérrimo. Te mueves dentro de él con facilidad y lo mismo bailas el foxtrot o la cumbia como la seguidilla masegoseña. En el 9177 habrá, lo tengo intuido, unos 493 supervivientes a las 8636 guerras mundiales y las 36 siderales que se han producido. Y podrá ocurrir cualquier cosa.
Yo decidí que ocurriera todo. Absolutamente todo. Y que había que dar preferencia a lo que produjera risa, mucha risa; pero, para no caer en la mera y grande tontería, habría que simultanear la gansada con el prurito ético, la agudeza filosófica, el buen uso de la costumbre que se lo merezca y el ejercicio del amor, sexo mediante.
La defensa que ha hecho siempre la Guardia Civil del libre albedrío será paradigmática en manos de la Guardia Civil Mundial, perfectamente encarnada por un general y un número (la tradicional pareja) de la Benemérita. El Rey de España, por más que no pueda evitar su acento norteamericano y llegar tarde a todas las citas, está, como le obliga su condición, al tanto de todo para ejercer con orgullo el poder arbitrario, juguetón e impertinente.
No es el mundo de "Tiempo después" un mundo feliz. ¿Quién quiere un mundo feliz? Uno quiere ser feliz sea como sea el mundo. En este nuestro que nos ocupa cantan y recitan poemas de vez en cuando, que no es poco. Y esa tarea va a caer en manos, no queda otra, de los seres más frágiles de la creación: las actrices, los actores, que sufren vuelcos psicosomáticos continuos para ser hoy cura, mañana bandolero. Hoy marquesa, mañana ingeniera agrónoma. Y serán en "Tiempo después" los cuarenta y dos intérpretes más dotados del censo que nos es propio los que harán realidad la necesaria, única e incuestionable transubstanciación: Las palabras del guion, que a mí me gusta mucho, aunque lo haya escrito yo, se harán carnes y huesos de actrices y actores y habitarán con sus almas entre nosotros, eso sí, enlatados en imágenes y sonidos digitales. Como se lleva hoy en día. A lo moderno.
(*): José Luis Cuerda, de 71 años, regresa seis años después de su poco apreciada "Todo es silencio" al género que le ha sido más propicio, la comedia surrealista, en una tardía secuela de la película por la que siempre será recordado, "Amanece que no es poco" (1989), en la que ha contado con un elenco increíble de figuras del cine español, desde Antonio de la Torre a Blanca Suárez, pasando por Miguel Rellán, Roberto Alamo, Arturo Valls, Miguel Rellán, Andreu Buenafuente, Carlos Areces, Eva Hache y un largo etcétera.
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