Roberto Bueso escribe sobre el estreno de "Llenos de gracia"

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Roberto Bueso con sus dos protagonistas
Roberto Bueso con sus dos protagonistas
Por Roberto Bueso *

Poco después de terminar "La banda", mi primera película, los productores Fernando Bovaira y Guillem Vidal-Folch me hablaron por primera vez de El Parral, un colegio en el que a mediados de los 90 una revolucionaria monja llamada Marina creó, tras superar un sinfín de obstáculos, un equipo de fútbol que acabaría transformando las vidas de los conflictivos chicos sin hogar que vivían allí. Me sentí cautivado de inmediato por la premisa.

Llevaba un tiempo queriendo contar una historia de iniciación, de paso a la vida adulta, pero quería situarla en la etapa que considero más crítica e interesante: la pubertad, justo la edad que tenían aquellos chicos. Pero la historia real aún guardaba un as en la manga; unos años más tarde, Valdo, un futbolista que jugó más de veinte años en la élite del fútbol español, celebraba un gol levantando su camiseta y mostrando un mensaje: "Gracias por todo, hermana Marina". Valdo fue uno de esos niños que vivieron en el Parral.

Óscar Díaz Cruz -mi compañero de guion- y yo sentíamos que esta historia debía buscar la verdad desde la emoción y el humor, género que siempre ha sido mi predilección y al que quería acercarme ahora con más fuerza. Más aún al conocer a los personajes reales. La hermana Marina es una mujer con un sentido del humor ácido e irreverente que hace que te olvides por completo de que estás delante de una monja. También ha sido emocionante escuchar de boca de Valdo cómo fue su infancia en el Parral; o cómo Marina se las ingenió sin apenas recursos para convertir un descampado lleno de parras en un inverosímil campo de fútbol; cómo se buscó la vida para salir con los chavales cada domingo en una destartalada furgoneta; y, en fin, cómo esta mujer aguantó estoicamente las miradas de todos aquellos que la veían como un pez fuera del agua.

Pero más allá de toda la comedia, lo que para mí la hace verdaderamente especial es la astucia y el coraje con la que esta mujer fue capaz de inyectar ilusión a estos chavales y transmitirles valores. Para mí esta película habla de la verdadera pedagogía, aquella que es perseverante y que entiende que un niño siempre merece otra oportunidad. También es una historia que habla del concepto de "hogar", y de la necesidad de conquistar una verdadera familia. Éste es el corazón de esta historia y hacia él debíamos acercarnos con elegancia y responsabilidad.

Nos centramos entonces en ese grupo de chavales, que debían componer una pandilla pintoresca y carismática. Nos los imaginábamos fugándose a la mínima oportunidad, o aprovechando su picaresca y malas artes para amedrentar a los equipos rivales en un intento desesperado por equilibrar la balanza.

A medida que fuimos avanzando en la escritura me di cuenta de que estaba sucediendo algo extraño. Calladamente, el mundo de la ficción iba entrelazándose con mis propios recuerdos. Asaltándome imágenes, sonidos y sabores de una época que tenía dormida en la memoria, me convertí poco a poco en un acompañante virtual de las peripecias de esos chicos. Era ya una cuestión personal y casi fetichista querer verlos perdidos en una feria de barrio; hacerles escapar en las noches de verano; tener los primeros, torpes y fugaces encuentros sentimentales; asombrarse con los novedosos videoclips y videojuegos que parecían conquistar ya definitivamente el futuro; intentar hacer daño poniendo motes con precisión quirúrgica a gente que quieres; el drama de ser el primero en tener "mostacho" y el último en vello púbico; inventar relatos cuasi mágicos acerca del sexo propiciados por la imagen codificada del Canal Plus... En definitiva, quería recuperar mi niñez y aquella sensación de distancia infinita con el ajeno, bobo y previsible mundo de los adultos.

Con el mismo espíritu empezamos a preparar el rodaje. El proceso de casting fue arduo y extenso. Entre clubes de fútbol, colegios y asociaciones, entrevistamos a más de dos mil chicos hasta dar con los once que integrarían la pandilla de El Parral. Todavía me asombro de la suerte que hemos tenido; todos, sin excepción, son seres especiales. Recuerdo la primera vez que pude verlos en conjunto: aquella estampa me relajó y sentí que acariciábamos la película. Ninguno de ellos -salvo Dairon, que había hecho algún pequeño cameo- se había puesto delante de una cámara de cine. Mi prioridad en los ensayos fue transmitirles una noción de lo que resulta natural y se siente como verdadero ante la cámara. Es admirable comprobar lo bien que interpretaron esa consigna y cómo han conseguido plasmar en pantalla la frescura y la picaresca que demuestran en la vida real. Sin duda, conocerlos y alimentar a los personajes con sus caracteres ha sido para mí una de las cosas más estimulantes al realizar esta película.

He tenido la inmensa suerte de contar con Carmen Machi para interpretar a la hermana Marina. Solo ella habría sido capaz de complementar la ironía, la ternura y la inteligencia que necesitaba el personaje. A veces, lo mejor que puede hacer un director es asegurarse de no estorbar, y con Carmen esa ha sido mi tarea en numerosas ocasiones. Creo que recordaré siempre nuestras conversaciones antes de cada secuencia; la sensación de estar buscando lo mismo y construir entre ambos el tono adecuado para cada momento; encontrar la mejor réplica, la mejor reacción. Asistir a su capacidad de trabajo, su generosidad y buen hacer con los niños, su intuición y sentido del humor, pero sobre todo su interés por el aspecto humano de la historia
ha sido para mí un honor inmenso.

Creo que el principal comentario acerca del rodaje de esta película es que nos lo hemos pasado muy bien haciéndola. Nos hemos reído mucho, pero, puesto que todo el mundo tenía claro qué es lo que estábamos contando, también hemos sabido identificar los momentos de la historia en los que la sonrisa debía dar paso a la ternura o a la emoción. Bregar entre ambos estados, intentando mantener el equilibrio, ha sido mi principal cometido. Y también mi deleite.

La película, en el sentido más valioso de lo que implica hacer cine, ya no nos pertenece. Ahora llega a su verdadero destinatario, el público, y a nosotros sólo nos queda aspirar a que se encuentre al verla con todo el esfuerzo, el humor y el cariño que hemos intentado depositar en ella.

(*): El director español Roberto Bueso estrena este fin de semana su segunda película, "Llenos de gracia", que sigue a la de su debut, "La banda" (2019).

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