El mexicano Pablo Pérez Lombardini habla sobre el estreno de "La reserva"
- por © Redacción (México)-NOTICINE.com
El bosque, siempre un espacio de misterio y conflicto en el imaginario colectivo, es el escenario central de "La reserva", la nueva película del director mexicano Pablo Pérez Lombardini. La historia sigue a Julia, una guardabosques que custodia el bosque de Monte Virgen, un lugar que de pronto se ve invadido por presencias que talan árboles y actúan con violencia. La defensa del territorio se convierte, entonces, en un enfrentamiento contra fuerzas que buscan algo más que madera: el despojo total y el establecimiento de un nuevo orden.
La película, que se estrena tras haber obtenido los premios a Mejor Actriz, Mejor Director y Mejor Película en el 23 Festival Internacional de Cine de Morelia, nació de una contradicción vivida por el propio realizador. "La película surgió tras leer un artículo que informaba que México y Colombia son los dos países donde más defensores ambientales han muerto", explicó Pérez Lombardini. El dato chocaba con su recuerdo infantil de la selva de Chiapas como un lugar espléndido. Esa disparidad lo llevó a adentrarse en la realidad de Montecristo de Guerrero, Chiapas, región donde finalmente filmó, con apoyos de FOCINE y EFICINE Producción.
"La definiría como acerca del viaje interno", dijo el realizador sobre su ópera prima a la web del IMCINE. "Y qué pasa en su alma conforme se entrega a una lucha que poco a poco le va a ir quitando todo, excepto su dignidad". Esta concepción de la protagonista como una figura trágica es central. Pérez Lombardini menciona que construyó el personaje a partir de los defensores ambientales reales. "Muchos de ellos, en algún punto de su lucha, son conscientes de que continuar puede costarles la vida, y aun así siguen. Prefieren arriesgarlo todo, antes que permitir injusticias".
El cineasta recurrió a la reflexión del dramaturgo Arthur Miller para afianzar esta idea. "Arthur Miller dice que el héroe trágico lo pierde todo, excepto su dignidad. Esa idea me hizo mucho sentido y fue clave para comprender y estructurar mejor la historia", relató. En ese contexto, la trama va más allá del simple conflicto ecológico para adentrarse en un problema social más hondo. "La defensa del territorio es un proceso complejo. Quizá su mayor dificultad está en nuestra incapacidad para organizarnos", analizó el director.
Para él, el aislamiento es el mayor peligro. "El problema con muchos defensores ambientales es que suelen quedar aislados, como un David enfrentando a Goliat, lo que los vuelve vulnerables. Por eso pienso que el antídoto está en encontrar, pese a todas las dificultades, formas de reforzar la comunidad". Esta capa de la historia surgió de la investigación. Una anécdota de un guardabosques fue decisiva: le contaron que uno de sus campamentos fue invadido por un grupo de personas humildes que, a su vez, habían sido desposeídas anteriormente. "Ese conflicto resumía la complejidad del tema. Decidí construir la historia y el guion desde ahí", afirmó.
Un aspecto distintivo de "La reserva" es su elenco, compuesto casi en su totalidad por actores no profesionales originarios de la región de la Reserva de la Biósfera El Triunfo. El proceso de casting fue orgánico. Carolina Guzmán, la protagonista, iba a ser inicialmente su acompañante durante la investigación. "Pero al conocerla y escuchar su historia, supe que ella debía ser la protagonista. Fue un hallazgo fortuito", recordó Pérez Lombardini. Su presencia abrió puertas. "Al verla conmigo, los habitantes de la biosfera me abrieron sus puertas y su confianza".
Tras entrevistar a cerca de cien personas y seleccionar a unas treinta, organizaron talleres actorales con la maestra Tania Olhovich. "Durante esos talleres construimos los lazos de confianza necesarios para filmar. Al mismo tiempo, reescribimos el guion con lo que aportaban los participantes", describió. Esta metodología definió el espíritu del proyecto: "El elenco se formó desde la escucha, la confianza y una comprensión clara de nuestras intenciones: hacer una película auténtica, que nacía de la comunidad misma".
La decisión estética más llamativa es el uso del blanco y negro. Pérez Lombardini justificó esta elección por varias razones. "El blanco y negro permite ver las cosas con ojos nuevos. Además, nos ayudó a homogeneizar los espacios donde filmaríamos, sin necesidad de intervenirlos demasiado". Señaló que la paleta de color natural de las comunidades no era armoniosa para sus ojos, pero que el blanco y negro les dio una unidad estética. "También pensé en la música desde las primeras etapas del proyecto y sentí que al combinar el blanco y negro con la banda sonora, el relato podía elevarse a un nivel más poético, alejándose del naturalismo".
Rodar en la reserva misma requirió un proceso cuidadoso. "Todo comenzó pidiendo permiso en asambleas ejidales. Después, lo más importante fue regresar varias veces. Eso marca una diferencia en las comunidades, porque la gente está acostumbrada a que llegan foráneos, prometen mucho y nunca vuelven", explicó. El cumplir su palabra generó confianza. Filmaron con un equipo pequeño y muchos de los miembros clave ya habían estado antes en la zona, lo que reforzó los lazos.
Al abordar un tema de rabiosa actualidad y crudeza documental, surge la pregunta sobre por qué optar por la ficción. Pérez Lombardini lo tenía claro desde el inicio. "Desde el principio supe que hacer un documental implicaría desafíos éticos y de seguridad complejos. Aunque la ficción también conlleva dilemas éticos, ofrece una libertad mayor para explorar el tema con profundidad". Buscaban centrarse en el viaje interno de la protagonista, algo para lo que el documental podía ser limitante. "Esa mezcla nos permitió dar forma y sentido a situaciones que, en la vida real, son caóticas o difíciles de representar. La ficción se convirtió en una herramienta para ordenar lo real y generar consenso alrededor de una historia que, aunque inspirada en hechos verdaderos, busca una verdad más emocional que literal".
Con "La reserva", Pablo Pérez Lombardini no solo presenta una historia de defensa del territorio, sino que articula, a través de un meticuloso proceso comunitario y una estética deliberada, una reflexión sobre la dignidad en la lucha, la fragilidad de los lazos sociales y la persistente vigencia de la tragedia en el paisaje latinoamericano contemporáneo.
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La película, que se estrena tras haber obtenido los premios a Mejor Actriz, Mejor Director y Mejor Película en el 23 Festival Internacional de Cine de Morelia, nació de una contradicción vivida por el propio realizador. "La película surgió tras leer un artículo que informaba que México y Colombia son los dos países donde más defensores ambientales han muerto", explicó Pérez Lombardini. El dato chocaba con su recuerdo infantil de la selva de Chiapas como un lugar espléndido. Esa disparidad lo llevó a adentrarse en la realidad de Montecristo de Guerrero, Chiapas, región donde finalmente filmó, con apoyos de FOCINE y EFICINE Producción.
"La definiría como acerca del viaje interno", dijo el realizador sobre su ópera prima a la web del IMCINE. "Y qué pasa en su alma conforme se entrega a una lucha que poco a poco le va a ir quitando todo, excepto su dignidad". Esta concepción de la protagonista como una figura trágica es central. Pérez Lombardini menciona que construyó el personaje a partir de los defensores ambientales reales. "Muchos de ellos, en algún punto de su lucha, son conscientes de que continuar puede costarles la vida, y aun así siguen. Prefieren arriesgarlo todo, antes que permitir injusticias".
El cineasta recurrió a la reflexión del dramaturgo Arthur Miller para afianzar esta idea. "Arthur Miller dice que el héroe trágico lo pierde todo, excepto su dignidad. Esa idea me hizo mucho sentido y fue clave para comprender y estructurar mejor la historia", relató. En ese contexto, la trama va más allá del simple conflicto ecológico para adentrarse en un problema social más hondo. "La defensa del territorio es un proceso complejo. Quizá su mayor dificultad está en nuestra incapacidad para organizarnos", analizó el director.
Para él, el aislamiento es el mayor peligro. "El problema con muchos defensores ambientales es que suelen quedar aislados, como un David enfrentando a Goliat, lo que los vuelve vulnerables. Por eso pienso que el antídoto está en encontrar, pese a todas las dificultades, formas de reforzar la comunidad". Esta capa de la historia surgió de la investigación. Una anécdota de un guardabosques fue decisiva: le contaron que uno de sus campamentos fue invadido por un grupo de personas humildes que, a su vez, habían sido desposeídas anteriormente. "Ese conflicto resumía la complejidad del tema. Decidí construir la historia y el guion desde ahí", afirmó.
Un aspecto distintivo de "La reserva" es su elenco, compuesto casi en su totalidad por actores no profesionales originarios de la región de la Reserva de la Biósfera El Triunfo. El proceso de casting fue orgánico. Carolina Guzmán, la protagonista, iba a ser inicialmente su acompañante durante la investigación. "Pero al conocerla y escuchar su historia, supe que ella debía ser la protagonista. Fue un hallazgo fortuito", recordó Pérez Lombardini. Su presencia abrió puertas. "Al verla conmigo, los habitantes de la biosfera me abrieron sus puertas y su confianza".
Tras entrevistar a cerca de cien personas y seleccionar a unas treinta, organizaron talleres actorales con la maestra Tania Olhovich. "Durante esos talleres construimos los lazos de confianza necesarios para filmar. Al mismo tiempo, reescribimos el guion con lo que aportaban los participantes", describió. Esta metodología definió el espíritu del proyecto: "El elenco se formó desde la escucha, la confianza y una comprensión clara de nuestras intenciones: hacer una película auténtica, que nacía de la comunidad misma".
La decisión estética más llamativa es el uso del blanco y negro. Pérez Lombardini justificó esta elección por varias razones. "El blanco y negro permite ver las cosas con ojos nuevos. Además, nos ayudó a homogeneizar los espacios donde filmaríamos, sin necesidad de intervenirlos demasiado". Señaló que la paleta de color natural de las comunidades no era armoniosa para sus ojos, pero que el blanco y negro les dio una unidad estética. "También pensé en la música desde las primeras etapas del proyecto y sentí que al combinar el blanco y negro con la banda sonora, el relato podía elevarse a un nivel más poético, alejándose del naturalismo".
Rodar en la reserva misma requirió un proceso cuidadoso. "Todo comenzó pidiendo permiso en asambleas ejidales. Después, lo más importante fue regresar varias veces. Eso marca una diferencia en las comunidades, porque la gente está acostumbrada a que llegan foráneos, prometen mucho y nunca vuelven", explicó. El cumplir su palabra generó confianza. Filmaron con un equipo pequeño y muchos de los miembros clave ya habían estado antes en la zona, lo que reforzó los lazos.
Al abordar un tema de rabiosa actualidad y crudeza documental, surge la pregunta sobre por qué optar por la ficción. Pérez Lombardini lo tenía claro desde el inicio. "Desde el principio supe que hacer un documental implicaría desafíos éticos y de seguridad complejos. Aunque la ficción también conlleva dilemas éticos, ofrece una libertad mayor para explorar el tema con profundidad". Buscaban centrarse en el viaje interno de la protagonista, algo para lo que el documental podía ser limitante. "Esa mezcla nos permitió dar forma y sentido a situaciones que, en la vida real, son caóticas o difíciles de representar. La ficción se convirtió en una herramienta para ordenar lo real y generar consenso alrededor de una historia que, aunque inspirada en hechos verdaderos, busca una verdad más emocional que literal".
Con "La reserva", Pablo Pérez Lombardini no solo presenta una historia de defensa del territorio, sino que articula, a través de un meticuloso proceso comunitario y una estética deliberada, una reflexión sobre la dignidad en la lucha, la fragilidad de los lazos sociales y la persistente vigencia de la tragedia en el paisaje latinoamericano contemporáneo.
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