Jaime Rosales escribe sobre "Girasoles silvestres"
- por © NOTICINE.com
Por Jaime Rosales *
"Imitar a los demás es inevitable, imitarse a uno mismo es inaceptable" (Orson Welles).
Un reportaje fotográfico de una joven madre norteamericana atravesando tres relaciones está en el origen de esta película. Esa joven mostraba, a pesar de su corta edad, una madurez notable respecto a su compromiso con el cuidado de sus hijos. Las dificultades económicas y sociales a las que tenía que hacer frente no la desanimaban en su búsqueda del amor. Era una mujer que había sido maltratada y vilipendiada por la vida sin, por ello, haber perdido un ápice de esperanza y alegría. La historia de esa mujer se convirtió en la inspiración para la creación del personaje de Julia -una mujer que vive en la periferia de Barcelona- y del guion de "Girasoles silvestres".
En un momento de profunda transformación social, en el que los papeles de los hombres y las mujeres están redefiniéndose y en el que la sexualidad bajo todas sus formas está explosionando, la historia de Julia me ofrecía la posibilidad de abordar la problemática de las relaciones afectivas de una manera franca y directa.
Julia persigue vivir en armonía con un hombre. Busca una relación basada en el deseo de donación, de compromiso y de fidelidad recíproca. Un deseo que debe mantenerse vivo, día a día, atravesando numerosas tribulaciones. Un deseo que se logra a través de la conquista de su propia voluntad en sintonía y confrontación con la voluntad del otro, desde la inteligencia y la perseverancia. Un amor muy problemático y difícil, tan satisfactorio y necesario, como frustrante y doloroso.
Aquella remota historia real es ahora una película de ficción. El lenguaje de la película se ha dirigido hacia la búsqueda de una fuerte conexión con el personaje de Julia. Se ha pensado la puesta en escena para que el espectador sienta, momento a momento, lo que siente Julia. La cámara se ha situado durante casi todo el metraje dentro del círculo de acción de Julia y se ha sustituido, frecuentemente, el punto de vista del narrador por el punto de vista subjetivo de Julia. El espectador vive, de esta manera, una fuerte implicación emocional con el personaje: una madre inexperta obligada a enfrentarse a problemas afectivos con sus parejas, con sus hijos y entre los hijos y sus parejas. La cámara, atenta e implicada, sigue en continuos paneos o travellings lo que les pasa a los personajes. Una cámara cercana, omnisciente y transparente al servicio de las emociones.
La música ha jugado un papel muy importante. La secuencia inicial abre con Abre la puerta niña de Triana y la secuencia final cierra con Sé de un lugar, también, de Triana. Es una música que nos conecta con lo más crudo y emotivo que tiene la vida. Esa crudeza, esa esencialidad, es algo muy nuestro. Se ha perseguido una estética que iba directa a la emoción y a la verdad renunciando a toda ornamentación superflua. Una película que apela a lo más puro de nuestro carácter y de nuestra cultura.
He tenido la suerte de haber contado con un extraordinario elenco, con Anna Castillo a la cabeza, y con un igualmente extraordinario equipo técnico, con Hélène Louvart en la fotografía y Eva Valiño en el sonido. Anna ha producido una Julia con un espectro emocional muy amplio. Su interpretación nos ha dejado un personaje memorable que va desde la alegría más genuina y contagiosa, a la desesperación más irredenta. Su invisible técnica le permite dominar escenas de fuerte contenido emocional, pero también escenas alegres y desenfadadas con los niños.
Los tres actores que encarnan a los personajes masculinos han dado lo mejor de sí mismos. Merece especial mención Oriol Pla, con el que he vuelto a colaborar tras Petra y que se ha desvivido para componer un personaje muy alejado de su registro habitual. Su aterrador y, a ratos, tierno Óscar nos lleva a preguntarnos por qué a menudo elegimos las personas que menos nos convienen y por qué el amor nos juega tan malas pasadas. Quim Ávila ha impregnado de dignidad la fragilidad de su Marcos, un hombre supuestamente duro -un militar- que se desmorona emocionalmente ante la imposibilidad de cuidar a sus hijos. He disfrutado mucho viendo como se desplegaba el talento de un actor como Lluís Marqués, dando vida al personaje de un hombre cabal, firme y cariñoso, interpretado con gran contención y cercanía.
No puedo concluir esta nota sin hacer mención al respaldo, implicación y participación en el proceso creativo de los productores. Empezando por Bárbara Díez con la que he coescrito el guión, pasando por Àngels Masclans y Antonio Chavarrías de Oberon Media, Fiorella Moretti de Luxbox y acabando con Adolfo Blanco y todo su fantástico equipo de A Contracorriente Films que se han volcado con la película haciéndola tan suya como mía. Creo que de todas mis películas, tal vez sea Girasoles silvestres la que mayor tensión creativa ha sabido alcanzar entre una obra personal y un trabajo colectivo; entre ser una obra de arte y un producto industrial.
(*): Jaime Rosales, formado en Ciencias Empresariales, acabó decantándose por el cine, tras estudiar en Escuela de San Antonio de los Baños (EICTV) en Cuba. Sus películas, algunas tan crípticas y radicales como "Tiro en la cabeza", han participado en importantes festivales,como "Las horas del día", "La soledad", "Sueño y silencio", "Petra" o "Hermosa juventud". Ahora estrena, tras pasar por San Sebastián, "Girasoles silvestres".
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"Imitar a los demás es inevitable, imitarse a uno mismo es inaceptable" (Orson Welles).
Un reportaje fotográfico de una joven madre norteamericana atravesando tres relaciones está en el origen de esta película. Esa joven mostraba, a pesar de su corta edad, una madurez notable respecto a su compromiso con el cuidado de sus hijos. Las dificultades económicas y sociales a las que tenía que hacer frente no la desanimaban en su búsqueda del amor. Era una mujer que había sido maltratada y vilipendiada por la vida sin, por ello, haber perdido un ápice de esperanza y alegría. La historia de esa mujer se convirtió en la inspiración para la creación del personaje de Julia -una mujer que vive en la periferia de Barcelona- y del guion de "Girasoles silvestres".
En un momento de profunda transformación social, en el que los papeles de los hombres y las mujeres están redefiniéndose y en el que la sexualidad bajo todas sus formas está explosionando, la historia de Julia me ofrecía la posibilidad de abordar la problemática de las relaciones afectivas de una manera franca y directa.
Julia persigue vivir en armonía con un hombre. Busca una relación basada en el deseo de donación, de compromiso y de fidelidad recíproca. Un deseo que debe mantenerse vivo, día a día, atravesando numerosas tribulaciones. Un deseo que se logra a través de la conquista de su propia voluntad en sintonía y confrontación con la voluntad del otro, desde la inteligencia y la perseverancia. Un amor muy problemático y difícil, tan satisfactorio y necesario, como frustrante y doloroso.
Aquella remota historia real es ahora una película de ficción. El lenguaje de la película se ha dirigido hacia la búsqueda de una fuerte conexión con el personaje de Julia. Se ha pensado la puesta en escena para que el espectador sienta, momento a momento, lo que siente Julia. La cámara se ha situado durante casi todo el metraje dentro del círculo de acción de Julia y se ha sustituido, frecuentemente, el punto de vista del narrador por el punto de vista subjetivo de Julia. El espectador vive, de esta manera, una fuerte implicación emocional con el personaje: una madre inexperta obligada a enfrentarse a problemas afectivos con sus parejas, con sus hijos y entre los hijos y sus parejas. La cámara, atenta e implicada, sigue en continuos paneos o travellings lo que les pasa a los personajes. Una cámara cercana, omnisciente y transparente al servicio de las emociones.
La música ha jugado un papel muy importante. La secuencia inicial abre con Abre la puerta niña de Triana y la secuencia final cierra con Sé de un lugar, también, de Triana. Es una música que nos conecta con lo más crudo y emotivo que tiene la vida. Esa crudeza, esa esencialidad, es algo muy nuestro. Se ha perseguido una estética que iba directa a la emoción y a la verdad renunciando a toda ornamentación superflua. Una película que apela a lo más puro de nuestro carácter y de nuestra cultura.
He tenido la suerte de haber contado con un extraordinario elenco, con Anna Castillo a la cabeza, y con un igualmente extraordinario equipo técnico, con Hélène Louvart en la fotografía y Eva Valiño en el sonido. Anna ha producido una Julia con un espectro emocional muy amplio. Su interpretación nos ha dejado un personaje memorable que va desde la alegría más genuina y contagiosa, a la desesperación más irredenta. Su invisible técnica le permite dominar escenas de fuerte contenido emocional, pero también escenas alegres y desenfadadas con los niños.
Los tres actores que encarnan a los personajes masculinos han dado lo mejor de sí mismos. Merece especial mención Oriol Pla, con el que he vuelto a colaborar tras Petra y que se ha desvivido para componer un personaje muy alejado de su registro habitual. Su aterrador y, a ratos, tierno Óscar nos lleva a preguntarnos por qué a menudo elegimos las personas que menos nos convienen y por qué el amor nos juega tan malas pasadas. Quim Ávila ha impregnado de dignidad la fragilidad de su Marcos, un hombre supuestamente duro -un militar- que se desmorona emocionalmente ante la imposibilidad de cuidar a sus hijos. He disfrutado mucho viendo como se desplegaba el talento de un actor como Lluís Marqués, dando vida al personaje de un hombre cabal, firme y cariñoso, interpretado con gran contención y cercanía.
No puedo concluir esta nota sin hacer mención al respaldo, implicación y participación en el proceso creativo de los productores. Empezando por Bárbara Díez con la que he coescrito el guión, pasando por Àngels Masclans y Antonio Chavarrías de Oberon Media, Fiorella Moretti de Luxbox y acabando con Adolfo Blanco y todo su fantástico equipo de A Contracorriente Films que se han volcado con la película haciéndola tan suya como mía. Creo que de todas mis películas, tal vez sea Girasoles silvestres la que mayor tensión creativa ha sabido alcanzar entre una obra personal y un trabajo colectivo; entre ser una obra de arte y un producto industrial.
(*): Jaime Rosales, formado en Ciencias Empresariales, acabó decantándose por el cine, tras estudiar en Escuela de San Antonio de los Baños (EICTV) en Cuba. Sus películas, algunas tan crípticas y radicales como "Tiro en la cabeza", han participado en importantes festivales,como "Las horas del día", "La soledad", "Sueño y silencio", "Petra" o "Hermosa juventud". Ahora estrena, tras pasar por San Sebastián, "Girasoles silvestres".
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