Víctor Erice escribe sobre el estreno de "Cerrar los ojos"

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Erice (centro), rodando "Cerrar los ojos"
Erice (centro), rodando "Cerrar los ojos"
Por Víctor Erice *

¿Qué película quiero hacer y por qué? Intentando ser breve y preciso, contesto: la que se desprende del guion que he escrito; y por pura y simple necesidad. Pero como presiento que decir esto no bastará, voy a tratar de explicar algo de lo que "Cerrar los ojos" puede llegar a encerrar. Bien entendido que ello supone entrar en el terreno de lo conceptual, de la declaración de intenciones, aquí inevitablemente buenas, de las que, como es sabido, a veces está empedrado el infierno.

Mi impresión es que, más allá de los pormenores de su argumento, la ficción que la película va a proponer al espectador gira alrededor de dos temas íntimamente relacionados: la identidad y la memoria. Memoria de dos amigos, que un día ya lejano fueron un actor y un director de cine. En el transcurso del tiempo, uno la ha perdido por completo, hasta el punto de que no sabe quién es ni quién fue; el otro, tratando de olvidar, y a pesar de haberse refugiado en un rincón, comprueba una vez más que la sigue llevando a cuestas, con su carga de dolor. Memoria, también, contenida en los depósitos de la televisión, un medio que representa como ningún otro la pulsión contemporánea de convertir la experiencia humana en archivo.



Memoria, en fin, del cinematógrafo: copias guardadas en su ataúd de latón, lejos de las salas que le vieron nacer, fantasmas de una historia única, socialmente usurpada por el Audiovisual. Memoria, ya larga, como la de quien escribe estas líneas. El relato que incorpora estos rasgos surge a medias de lo vivido y lo imaginado. Como se da la circunstancia de que he trabajado en el guion de todas mis películas, cabe pensar que el tema tiene que ver con mis preocupaciones o intereses vitales más íntimos, propios de una poética donde la experiencia del cine, insisto, adquiere un carácter de protagonista.

En este sentido, en "Cerrar los ojos" entran en relación dos estilos diferentes: el propio del cine clásico, con su canon ilusionista, en ambientes y personajes; y otro, preñado de realidad, el que ha desplegado el cine moderno. O lo que es igual, dos clases de relato: uno, el que brotaba al amparo de la leyenda, contando la vida no tanto como era sino como debería de ser; y otro, a la deriva, contemporáneo, sin memoria ni futuro ciertos.

(*): 30 años después del documental "El sol del membrillo", el español Victor Erice filmó "Cerrar los ojos", su cuarto largometraje, que estrenó en Cannes, ha pasado por San Sebastián (donde ha sido homenajeado) y ahora ha estrenado en cines.

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