Isabel Coixet escribe sobre el estreno de "Un amor"
- por © NOTICINE.com-Bteam Pictures
Por Isabel Coixet *
Todos vemos en nuestra cabeza una película al leer un libro y esa película sólo nos pertenece a nosotros. A veces, los protagonistas de la novela tienen nuestras caras o las caras de nuestros seres queridos u odiados. A veces, las caras de actores conocidos, otras, rostros de seres desconocidos que son la suma de miles de rostros con los que nos hemos cruzado en la vida.
Si el texto es especialmente bueno, olemos lo que los protagonistas huelen. Sentimos la humedad, el frío, el sudor, el contacto de una piel cálida, el asco ante un animal desparramado en la carretera o la emoción ante la lluvia después de semanas de sequía. Cuando leí ‘Un amor’ de Sara Mesa, la última cosa que buscaba era una novela para adaptar al cine. Admiraba la prosa inclemente de la autora que había descubierto en ‘Cicatriz’ y que me había hecho esperar con impaciencia sus libros. Recuerdo leerlo de una sentada. Primero, el impacto, como un golpe sordo en el esternón. La identificación con Nat, su protagonista. He sido Nat y supongo que, camuflado en algún lugar bajo un ligero barniz de madurez y frágil equilibrio, sigo siendo Nat.
La segunda vez que leí el libro, vi la película. No quiero decir con esto que supiera exactamente cómo iba a ser, pero sí que veía la atmósfera, la ominosa sensación de tranquilidad bajo la que late un mar de suspicacia, desconfianza, ruindad. Veía las manos de Nat hurgando en la tierra mojada, arrastrando el moho detrás de una baldosa rota en la cocina. A veces, basta un detalle para empujarte a contar una película: unas manos, el rostro de un perro que evita tu mirada, manchas de humedad, el ruido de unas botellas vacías en una caja de madera cuando alguien les da una patada.
Todas esas cosas y muchas más están en "Un amor". Encontrarme con sorpresas en el rodaje, gracias a la colaboración inestimable del elenco de actores más brutalmente armónico con el que he trabajado, me ha hecho volver a tener esperanza en el poder de las historias para entender el mundo. Mi ADN está en cada fotograma de esta cinta. Yo la he hecho por muchas razones, entre ellas la más importante: Porque no podía no hacerla.
(*): Desde 1989, cuando debutó con "Demasiado viejo para morir joven", la directora barcelonesa Isabel Coixet ha realizado una treintena larga de producciones entre películas, series, documentales, videos y cortos, lo que la ha convertido en la cineasta más prolífica de su generación. Después de "Un amor", que se estrena este viernes, le esperan tres proyectos en inglés, "Light on Broken Glass", "Nobody's Heart" y "Days of Abandonment", así como una serie para el canal Arte, "Someone Should Ban Sunday Afternoons".
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Todos vemos en nuestra cabeza una película al leer un libro y esa película sólo nos pertenece a nosotros. A veces, los protagonistas de la novela tienen nuestras caras o las caras de nuestros seres queridos u odiados. A veces, las caras de actores conocidos, otras, rostros de seres desconocidos que son la suma de miles de rostros con los que nos hemos cruzado en la vida.
Si el texto es especialmente bueno, olemos lo que los protagonistas huelen. Sentimos la humedad, el frío, el sudor, el contacto de una piel cálida, el asco ante un animal desparramado en la carretera o la emoción ante la lluvia después de semanas de sequía. Cuando leí ‘Un amor’ de Sara Mesa, la última cosa que buscaba era una novela para adaptar al cine. Admiraba la prosa inclemente de la autora que había descubierto en ‘Cicatriz’ y que me había hecho esperar con impaciencia sus libros. Recuerdo leerlo de una sentada. Primero, el impacto, como un golpe sordo en el esternón. La identificación con Nat, su protagonista. He sido Nat y supongo que, camuflado en algún lugar bajo un ligero barniz de madurez y frágil equilibrio, sigo siendo Nat.
La segunda vez que leí el libro, vi la película. No quiero decir con esto que supiera exactamente cómo iba a ser, pero sí que veía la atmósfera, la ominosa sensación de tranquilidad bajo la que late un mar de suspicacia, desconfianza, ruindad. Veía las manos de Nat hurgando en la tierra mojada, arrastrando el moho detrás de una baldosa rota en la cocina. A veces, basta un detalle para empujarte a contar una película: unas manos, el rostro de un perro que evita tu mirada, manchas de humedad, el ruido de unas botellas vacías en una caja de madera cuando alguien les da una patada.
Todas esas cosas y muchas más están en "Un amor". Encontrarme con sorpresas en el rodaje, gracias a la colaboración inestimable del elenco de actores más brutalmente armónico con el que he trabajado, me ha hecho volver a tener esperanza en el poder de las historias para entender el mundo. Mi ADN está en cada fotograma de esta cinta. Yo la he hecho por muchas razones, entre ellas la más importante: Porque no podía no hacerla.
(*): Desde 1989, cuando debutó con "Demasiado viejo para morir joven", la directora barcelonesa Isabel Coixet ha realizado una treintena larga de producciones entre películas, series, documentales, videos y cortos, lo que la ha convertido en la cineasta más prolífica de su generación. Después de "Un amor", que se estrena este viernes, le esperan tres proyectos en inglés, "Light on Broken Glass", "Nobody's Heart" y "Days of Abandonment", así como una serie para el canal Arte, "Someone Should Ban Sunday Afternoons".
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