"Semilla del desierto", premiada en Tallin, ya en salas colombianas
- por © Angela Pérez Torres-NOTICINE.com

La premiada película "Semilla del desierto", del cineasta colombiano Sebastián Parra R., llegó estepasado jueves a las pantallas del país, como parte del Mes del Cine Colombiano. La cinta, reconocida internacionalmente tras su paso por el Tallin Black Nights International Film Festival en Estonia y galardonada con la Taiga de Plata en el Spirit of Fire International Film Festival de Rusia, aterriza en Colombia con una propuesta que trasciende fronteras, géneros y geografías.
Basada en recuerdos personales del propio Parra, "Semilla del desierto" combina elementos del thriller, el drama y el coming of age, en una historia cargada de crudeza y sensibilidad. La trama gira en torno a Caviche y Chelina, dos adolescentes que enfrentan un embarazo inesperado. La joven decide interrumpirlo ante el miedo de un padre violento, decisión que los impulsa a emprender un arriesgado viaje por la llamada "ruta del infierno", donde el contrabando de gasolina, las confesiones y la supervivencia ponen a prueba el vínculo que los une.
"El universo de Semilla del desierto es una reinterpretación de la realidad. Es decir, se gestó a partir de vivencias propias, de amigos y familiares muy cercanos con los que compartí durante muchísimos años en mi infancia y adolescencia", aseguraba Parra en una entrevista con TintaTic.
Junto a la productora Solar Cinema, el realizador construyó una estética visual que rompe con convenciones tradicionales. Aunque no está ambientada en un lugar específico, la película evoca cualquier rincón de Latinoamérica donde los sueños infantiles pueden desvanecerse. La representación del desierto no es simplemente un entorno árido: es un espacio simbólico, lleno de objetos reutilizados que, desde la mirada infantil, cobran nuevos significados. En palabras del productor Andrés Gómez D., "la estética de la película se presenta como una ruptura con las normas establecidas, reflejando la visión creativa de los niños que transforman lo que el adulto considera desechable en algo útil y significativo [...] invitando a redescubrir el poder de la imaginación infantil para redefinir la realidad, convirtiendo lo efímero en lo eterno".
Uno de los momentos más impactantes del film recrea una escena vivida por Parra durante su etapa escolar. Un grupo de niñas discute con crudeza temas de aborto mientras comen mango frente a una porqueriza. "Ese fue uno de los elementos más traumáticos, porque no había sensibilidad, flagelos o consecuencias de esta pérdida de inocencia que tenían entonces mis compañeros de corta edad. Gran parte de esos elementos fueron los que se reinterpretaron o se manejaron de una forma casi literal en la película", confesaba el director.
Este retrato de la desensibilización infantil, sumado al tono maduro y simbólico de la cinta, refuerza el mensaje central: la pérdida de la inocencia y la forma en que la juventud enfrenta realidades complejas sin contar con las herramientas necesarias. Así, no es casual que la película haya sido bien recibida en escenarios internacionales, lo que Parra ha aprovechado para subrayar que "el cine no es únicamente la relación entre el espectador y la pantalla, sino también la relación que hay con los espectadores fuera de la pantalla. Ese es justamente el poder del cine: generar conversación, responder inquietudes y generar más preguntas". Y es que, más allá de ser un relato local, "Semilla del desierto" se perfila como una obra con vocación universal, abierta a interpretaciones diversas y capaz de resonar con públicos de distintos lugares del mundo. Según Gómez, la película no fue concebida únicamente para una audiencia colombiana, sino como "una obra abierta, destinada a cualquier espectador, sin importar su origen".
Así, con esta propuesta audaz, Sebastián Parra se consolida como una de las voces emergentes del cine colombiano, aportando una visión crítica, emotiva y visualmente potente que invita a reflexionar, desde el desierto simbólico de la infancia, sobre la dureza del mundo adulto.
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Basada en recuerdos personales del propio Parra, "Semilla del desierto" combina elementos del thriller, el drama y el coming of age, en una historia cargada de crudeza y sensibilidad. La trama gira en torno a Caviche y Chelina, dos adolescentes que enfrentan un embarazo inesperado. La joven decide interrumpirlo ante el miedo de un padre violento, decisión que los impulsa a emprender un arriesgado viaje por la llamada "ruta del infierno", donde el contrabando de gasolina, las confesiones y la supervivencia ponen a prueba el vínculo que los une.
"El universo de Semilla del desierto es una reinterpretación de la realidad. Es decir, se gestó a partir de vivencias propias, de amigos y familiares muy cercanos con los que compartí durante muchísimos años en mi infancia y adolescencia", aseguraba Parra en una entrevista con TintaTic.
Junto a la productora Solar Cinema, el realizador construyó una estética visual que rompe con convenciones tradicionales. Aunque no está ambientada en un lugar específico, la película evoca cualquier rincón de Latinoamérica donde los sueños infantiles pueden desvanecerse. La representación del desierto no es simplemente un entorno árido: es un espacio simbólico, lleno de objetos reutilizados que, desde la mirada infantil, cobran nuevos significados. En palabras del productor Andrés Gómez D., "la estética de la película se presenta como una ruptura con las normas establecidas, reflejando la visión creativa de los niños que transforman lo que el adulto considera desechable en algo útil y significativo [...] invitando a redescubrir el poder de la imaginación infantil para redefinir la realidad, convirtiendo lo efímero en lo eterno".
Uno de los momentos más impactantes del film recrea una escena vivida por Parra durante su etapa escolar. Un grupo de niñas discute con crudeza temas de aborto mientras comen mango frente a una porqueriza. "Ese fue uno de los elementos más traumáticos, porque no había sensibilidad, flagelos o consecuencias de esta pérdida de inocencia que tenían entonces mis compañeros de corta edad. Gran parte de esos elementos fueron los que se reinterpretaron o se manejaron de una forma casi literal en la película", confesaba el director.
Este retrato de la desensibilización infantil, sumado al tono maduro y simbólico de la cinta, refuerza el mensaje central: la pérdida de la inocencia y la forma en que la juventud enfrenta realidades complejas sin contar con las herramientas necesarias. Así, no es casual que la película haya sido bien recibida en escenarios internacionales, lo que Parra ha aprovechado para subrayar que "el cine no es únicamente la relación entre el espectador y la pantalla, sino también la relación que hay con los espectadores fuera de la pantalla. Ese es justamente el poder del cine: generar conversación, responder inquietudes y generar más preguntas". Y es que, más allá de ser un relato local, "Semilla del desierto" se perfila como una obra con vocación universal, abierta a interpretaciones diversas y capaz de resonar con públicos de distintos lugares del mundo. Según Gómez, la película no fue concebida únicamente para una audiencia colombiana, sino como "una obra abierta, destinada a cualquier espectador, sin importar su origen".
Así, con esta propuesta audaz, Sebastián Parra se consolida como una de las voces emergentes del cine colombiano, aportando una visión crítica, emotiva y visualmente potente que invita a reflexionar, desde el desierto simbólico de la infancia, sobre la dureza del mundo adulto.
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