Colaboración: Cuba, del voluntarismo al amigo americano

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El edificio del ICAIC en La Habana
Por Sergio Berrocal    

No eran ya tiempos de descafeinado con leche y así lo entendió Lucio nada más llegar. Puso encima de la mesa un vaso achaparrado y grueso, de Murano decía él, y dejó que el güisqui se escanciara hasta una altura prudente. Luis había oído muchas y veraces cosas en aquella playa mediterránea, el último bastión de Europa antes de África, con resaca de turista nórdico que todavía no ha fijado su dosis de sol barato en su todo incluido.

Recordó las escenas de siega de la caña de azúcar en algún lugar de Cuba contada en el libro de Manuel Somoza "Crónica desde las entrañas": "eran la viva estampa de lo que hace la caña de azúcar con los hombres que se empeñan en segarla. Reflejaban agotamiento en el rosto, en la espalda, en los pies, en los codos y hasta en cada cabello de las barbas puestas de moda desde 1950… Los sombreros magullados, las caras cortadas por las hojas filosas, las manos convertidas en garrotes y las botas desfondadas".

Esta descripción siempre le trajo a la mente a los zombies de Georges A. Romero.

Dio un sorbo largo antes de preguntar: "¿Valía la pena, realmente la pena tanto sacrificio para llegar a la Cuba de 2016, la que empezó con el desfile de modelos de Chanel?"

La mujer de bellos ojos profundos y morenos parecía recordar aquellos tiempos, probablemente porque como cubana lo había vivido todo, todo lo que cualquier cubano tenía como el pan nuestro de cada día, aunque a veces fuese sin mucho pan.

Ella apenas parpadeó pero el viejo periodista cubano que lo sabía casi todo, porque los años hacen que se viva incluso lo que no se desearía vivir, tampoco dio señales de vida, aunque durante más de una hora había pensado, meditado.

Cuba ya no sería la Cuba de la Revolución, ni la de la postrevolución. Cuba, en aquel mes de octubre que se acababa a chorros, sin nada de rojo, o poco de rojo, ya parecía algo diferente.

El diario oficial de siempre, Granma, órgano oficial del Partido comunista cubano, dejaba que sus columnas fuesen trincheras desde las que francotiradores bien armados y hasta con foto, vamos dando la cara sin ningún remilgo, se metiesen con aquellos que en otros medios de comunicación, la mayoría anidados en Internet, disparaban a dar contra la Cuba oficial. Todos esos medios de comunicación que los norteamericanos habían puesto desde siempre a disposición de todos los que quisieran estar contra el Gobierno. Y era como jugar a la ruleta rusa en una partida cansina de acusaciones y suspiros acusadores.

A todos los que podían navegar en Internet les era conocido un informe de un llamado sitio "Along The Malecon", de un periodista que figuraba con el nombre de Tracey Eaton en el que se citaban las "organizaciones que recibieron financiamiento por un valor de casi 4 millones de dólares para los programas de cambio de régimen en Cuba través de la organización gubernamental estadounidense Nacional Endowmen for Democracy, NED.

"Cubadebate les ofrece la lista completa y ha compilado una serie de datos que prueban que los jóvenes son los destinatarios fundamentales de estos programas, mientras la comunicación con un financiamiento de 2 098 312 dólares y la actividad política de las comunidades (673 362 dólares) son las áreas de mayor interés para los proyectos subversivos contra la isla del gobierno norteamericano".

Todos ignoraban qué podría haber de falso o de verdad en este documento o presentado como tal. Tanto más porque decía claramente que ese dinero para una supuesta sedición seguía siendo facilitado desde Estados Unidos cuando ya el Presidente Obama había viajado a Cuba y conseguido lo que se denominaba sin asco deshielo entre los dos países. Aunque hasta este momento en esta playa, Cuba seguía siendo castigada por el bloqueo que llevaba más de cincuenta años condicionando la vida de más de diez millones de personas y quitándoles cualquier intento de optimismo.

Pero mientras tanto, reinaba una cierta euforia en la Isla. Unos y otros decían que nunca había habido, como ahora, productoras de cine privadas, y que irían a más, sobre todo con capitales norteamericanos. Uno de los actores cubanos más cotizados en el exterior, Jorge Perugorría ("Fresa y chocolate") hacía gala de su optimismo de que Cuba se convierta en un lugar adonde las firmas de Hollywood acudan a menudo para rodar, como ya lo habían hecho en los primeros momentos, lo cual, según el actor, supondría un estupendo acicate para la industria cinematográfica cubana y, por supuesto, trabajo para sus técnicos y sus actores.

Sí, señor, ahora se están haciendo negocios en Cuba más que nunca, principalmente en el cine y en el sector inmobiliario, donde casas de sueño, que uno no sabía ni que existían, eran alquiladas, vendidas, dando una movilidad al dinero que nunca había tenido.

Entonces se sacaba a relucir a Alejandro Pérez, una especie de genio del videoclip, que ha confeccionado verdaderas obras de arte para personajes de la farándula como enrique Iglesias y su "Bailando".

Aunque todavía parece que la burocracia heredada de cincuenta y pico años de comunismo puro y duro ponen a veces trabas: "Ahora me está pasando una cosa que les cuento con tristeza. Yo soy un amante y defensor de Cuba como pueden imaginar. Critico a Cuba a mi manera y no me gusta que cuando estoy fuera la critiquen, por un problema de orgullo. Pero hay cosas que ocurren que no entiendo. Llevo tiempo diciéndoles a los cantantes famosos con los que he trabajado que vengan a Cuba porque eso para el país también es importante. Ahora, que pedí los permisos para que Enrique Iglesias y Paulina Rubio vinieran a filmar aquí, no me los han concedido".

Esto lo decía el músico en la sección Canal USB de Cubadebate.

Sí, señores y señoras, ahora están floreciendo los negocios en Cuba. Y el viejo periodista daba ejemplos y otros ejemplos.

Y parece que cede ante tamaño empuje hasta el viejo ICAIC (Instituto Cubano de Arte e Industria cinematográficos), fundado por el mismísimo Fidel Castro al inicio de la Revolución, convencido de que el cine,  la imagen, en documental o en películas para todos los públicos, iba a ser muy importante, quizá esencial para la instauración de un espíritu nacional.

El mesero Don Lucio volvió a llenar los Murano.

El viejo periodista 2, el que escuchaba pintar una Cuba que ya él no reconocía, estaba horrorizado:

- Y dime, ¿volverán los burdeles y las casas de juego como en la época de Batista, cuando los yanquis convirtieron a Cuba o por lo menos a La Habana en su particular bidet?.

El viejo periodista de La Habana se ensimismó en el vuelo de una gaviota que parecía querer bailar un tango con una ola burlona y apenas contestó musitando: "El gobierno controlará".

Cuánta maravilla nos espera, querido Don Lucio, aunque estos señores digan que los precios se han disparado en La Habana y que Internet y la wifi andan por las nubes. Todo se arreglará, contestó el mesero, en cuanto los yanquis empiecen a dejar dineros a espuertas.

Y ¿qué será del cine cubano, el nacido con la Revolución, el que dio algunos ejemplos que nada tenían que ver con el cine comercial que seguramente demandará ahora la gente que mande en los dineros?

Cuba era uno de los pocos países que conservaba a menudo inventiva cinematográfica de los que pensaban que el cine tenía que atender ante todo necesidades sociales, contar lo que ocurría en la vida real, no en la cabecita de realizadores que nada más que piensan en el sensacionalismo de los efectos especiales y de la violencia a destajo.

Es de pensar que, en esta perspectiva, el Festival del Nuevo cine de La Habana tendrá que someterse a las nuevas modas y que dejará de cumplir la rígida obligación que se impuso desde el principio de mantenerse en la línea de países pobres, del tercer mundo, de lo que ustedes quieran.

En diciembre de 1994, en una de las tertulias que de noche organizaba el periodista argentino Chango en el patio de su casa de La Habana y a las que regularmente asistían gente que contaba en la vida pública cubana, el realizador de cine cubano Pastor Vega, autor de "Retrato de Teresa", me dijo algo que hoy da que pensar:

"Si el cine cubano existe es por la amistad entre Fidel Castro y Alfredo Guevara, porque este país no tenía por qué tener cine, que es un lujo para un paisito de mierda subdesarrollado. Es un lujo que Cuba tenga una cinematografía como la que tiene… En el veinte aniversario del cine cubano escribí un artículo que se llamaba "El voluntarismo y el cine cubano" que nadie me publicó porque entonces no se podía hablar de voluntarismo. Luego lo publiqué en Italia… Creo que las grandes virtudes y los grandes errores de este país están ligados al voluntarismo y el cine cubano es un voluntarismo de ese señor que está ahí (Alfredo Guevara)".

Cómo hemos cambiado. Cuánto hemos cambiado.

¿Será que vale la pena?

Y en una emisora española suena esta canción cuyo ritmo te mete de cabeza en La Habana: "Oye, que Cuba es Cuba y lo demás es una tontería".

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