Colaboración: ¿Cuba a pesar de todo?
- por © NOTICINE.com
Por Sergio Berrocal
James Bond, el más espantoso y caricatural símbolo del capitalismo, sigue paseándose por las pantallas de las televisiones de Europa. Pero ya no se ven los rostros hermosos y risueños de aquellas mozas soviéticas que levantaban ojos azules hacia el cielo pintado según el realismo soviético para contemplar el paso de las cigüeñas.
Nada es igual pero todo sigue peor. Los dos símbolos de los dos mundos que se combatieron y que ahora tratan de coexistir, el Este y el Oeste, tienen caras nuevas, la de Vladimir Putin y la de Donald Trump.
El martini con vodka y sin remover de Bond ya no está de moda y el vodka de los soviéticos se ha convertido en un producto más de exportación para la nueva Rusia.
Solo dos países, Vietnam y Cuba conservan todavía para un occidental el olor de la papaya verde del comunismo asiático y el gusto arrasador del ron con piedras de hielo.
Aunque los vietnamitas hayan metido la mano en el capitalismo poderoso, teniendo como ejemplo a China, y Cuba haya firmado la paz de los bravos con Barack Obama.
En la bahía de La Habana, garaje durante tiempo de cargueros derrengados y algo ruinosos, ahora se ve de vez en cuando monstruosos trasatlánticos que atracan allí como un destino más para cientos de turistas, entre ellos un montón de norteamericanos, los mismos a los que tanto amedrentaba la isla cuando la propaganda oficial de Washington la consideraba un infierno comunista.
René Dumont, fallecido en 2001, fue en los años setenta el más célebre y más comprometido de los especialistas de agricultura mundial. Asesoró y estudió las posibilidades de países africanos y cuando surgió la Revolución cubana allí estaba él.
Dos libros muy importantes marcan sus experiencias cubanas, “Socialismo y desarrollo” (1964) y “¿Cuba es socialista?”, el más definitivo, publicado en 1970.
En 1980, Dumont había declarado a una revista española: “La situación actual de Cuba también es una consecuencia de los errores monumentales cometidos por los Estados Unidos. Su rechazo y constante hostilidad a cualquier evolución terminaron empujando a los cubanos a los brazos de la Unión Soviética. Desde el punto de vista agrícola, los cubanos salieron del latifundismo que dejaba una gran cantidad de tierras inutilizadas pero cayeron en la granja de Estado. Gigante, militarizada y cuyos resultados económicos no son satisfactorios. Por ello, los responsables cubanos adoptaron nuevas orientaciones a partir del mes de abril de 1980: se aceptó que los campesinos vendan una parte de sus productos en los mercados locales a un precio libre”.
Estaba lejos Dumont de pensar que un día el gobierno daría paso a los famosos paladares, restaurantes en su mayoría instalados por particulares en sus propias viviendas o locales.
Pero ya tenía claro algo que no dejó de recalcar en aquella entrevista:
“Ahora, es verdad que frente al balance del continente, yo digo con Marie France Mottin (coautora de alguno de sus libros):
“¡Cuba a pesar de todo! Cuba ha resuelto, en efecto, los problemas de la población marginal –no hay tugurios—y la salud y la educación han sido generalizadas”.
Casi cuarenta años después de estas apreciaciones suyas, Cuba ha tomado un rumbo que ni los especialistas más atentos son capaces de definir, cuando Estados Unidos todavía no ha levantado el embargo.
¿Habrá dentro de un tiempo prudencial razones para repetir y ampliar el grito de Dumont: “¡Cuba a pesar de todo!”?
¿Y Cuba seguirá siendo aquel infierno y paraíso, según el cristal con el que se mire, del norte o del sur, que tanto nos hizo soñar?
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James Bond, el más espantoso y caricatural símbolo del capitalismo, sigue paseándose por las pantallas de las televisiones de Europa. Pero ya no se ven los rostros hermosos y risueños de aquellas mozas soviéticas que levantaban ojos azules hacia el cielo pintado según el realismo soviético para contemplar el paso de las cigüeñas.
Nada es igual pero todo sigue peor. Los dos símbolos de los dos mundos que se combatieron y que ahora tratan de coexistir, el Este y el Oeste, tienen caras nuevas, la de Vladimir Putin y la de Donald Trump.
El martini con vodka y sin remover de Bond ya no está de moda y el vodka de los soviéticos se ha convertido en un producto más de exportación para la nueva Rusia.
Solo dos países, Vietnam y Cuba conservan todavía para un occidental el olor de la papaya verde del comunismo asiático y el gusto arrasador del ron con piedras de hielo.
Aunque los vietnamitas hayan metido la mano en el capitalismo poderoso, teniendo como ejemplo a China, y Cuba haya firmado la paz de los bravos con Barack Obama.
En la bahía de La Habana, garaje durante tiempo de cargueros derrengados y algo ruinosos, ahora se ve de vez en cuando monstruosos trasatlánticos que atracan allí como un destino más para cientos de turistas, entre ellos un montón de norteamericanos, los mismos a los que tanto amedrentaba la isla cuando la propaganda oficial de Washington la consideraba un infierno comunista.
René Dumont, fallecido en 2001, fue en los años setenta el más célebre y más comprometido de los especialistas de agricultura mundial. Asesoró y estudió las posibilidades de países africanos y cuando surgió la Revolución cubana allí estaba él.
Dos libros muy importantes marcan sus experiencias cubanas, “Socialismo y desarrollo” (1964) y “¿Cuba es socialista?”, el más definitivo, publicado en 1970.
En 1980, Dumont había declarado a una revista española: “La situación actual de Cuba también es una consecuencia de los errores monumentales cometidos por los Estados Unidos. Su rechazo y constante hostilidad a cualquier evolución terminaron empujando a los cubanos a los brazos de la Unión Soviética. Desde el punto de vista agrícola, los cubanos salieron del latifundismo que dejaba una gran cantidad de tierras inutilizadas pero cayeron en la granja de Estado. Gigante, militarizada y cuyos resultados económicos no son satisfactorios. Por ello, los responsables cubanos adoptaron nuevas orientaciones a partir del mes de abril de 1980: se aceptó que los campesinos vendan una parte de sus productos en los mercados locales a un precio libre”.
Estaba lejos Dumont de pensar que un día el gobierno daría paso a los famosos paladares, restaurantes en su mayoría instalados por particulares en sus propias viviendas o locales.
Pero ya tenía claro algo que no dejó de recalcar en aquella entrevista:
“Ahora, es verdad que frente al balance del continente, yo digo con Marie France Mottin (coautora de alguno de sus libros):
“¡Cuba a pesar de todo! Cuba ha resuelto, en efecto, los problemas de la población marginal –no hay tugurios—y la salud y la educación han sido generalizadas”.
Casi cuarenta años después de estas apreciaciones suyas, Cuba ha tomado un rumbo que ni los especialistas más atentos son capaces de definir, cuando Estados Unidos todavía no ha levantado el embargo.
¿Habrá dentro de un tiempo prudencial razones para repetir y ampliar el grito de Dumont: “¡Cuba a pesar de todo!”?
¿Y Cuba seguirá siendo aquel infierno y paraíso, según el cristal con el que se mire, del norte o del sur, que tanto nos hizo soñar?
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