Spike Lee se corona en Cannes por "Blackkklansman" y sus insultos a Trump
- por © Daniela Creamer (Cannes)-NOTICINE.com
"Estados Unidos se edificó sobre la sangre de genocidios de los nativos y la esclavitud ¿La cuna de la democracia contemporánea? Estupideces. Y (Donald) Trump, ese "mother fucker" (HDP), investigado y a la vez votado, pero ¿qué diablos tienen en la cabeza los norteamericanos?". Bienvenida de retorno a la Croisette. Spike Lee, a sus 61 años, sigue siempre talentoso y provocador, porque en esta emergencia mundial de las derechas extremistas, -"que no solo es un hecho americano, gente, despierten, ¡despertemos todos!"-, el director afroamericano, radicado en Atlanta, tenía que poner su grano de arena para sacudir a la audiencia con su nueva película, "Blackkklansman", recibida con la sala en pie en Cannes, en la competición por la Palma de Oro.
Lee despierta del letargo y resurge luego de 29 años de ausencia en el festival más prestigioso del mundo, después de la aclamada "Do The Right Thing". Abundan los twitters y mensajes en las redes sociales por parte de la crítica internacional solicitando desde ya que se le otorgue Palma de Oro.
Su nueva entrega está ambientada en Colorado Springs, en los años 70. Aunque provoco muchas risas durante la proyección, no se puede definir como comedia, ya que cuenta la historia de un policía negro (Ron Stallworth, realmente existió y es el autor del libro homónimo en el que basa el film) quien para combatir desde las entrañas al creciente Ku Klux Klan decide infiltrarse, con una estrategia, tanto ingeniosa cuanto demencial, para obviar su color de piel, naturalmente negra.
Lo encarna John David Washington (hijo de Denzel y quien fuera "Malcolm x" del propio Lee, en 1992) mientras su "alter ego" blanco, pero también hebreo, es Adam Driver, compañero de oficio. La trama le permite también al cineasta afianzar sus ideas sobre el "poder negro", a través de Patricia (Laura Harrier), líder de los estudiantes negros y de quien Ron se enamora, y burlarse de los blancos del Klan, cuyos miembros son una tropa de exaltados y descerebrados.
Como es usual, Lee oscila entre lo didáctico y lo espectacular. Se trata de una obra explosiva, desbordante de ideas y de símbolos icónicos, muy entretenida y hábilmente realizada, que reitera su empeño político y militante en la causa antirracista, pero abierta también a apoyar todos los grupos humanos hostigados. Y es que "el Ku Klux Klan no es solo un asunto entre blancos y negros. Los hebreos, por ejemplo, son los segundos en la lista", afirmo el cineasta.
"¿Queda lugar para la esperanza? Yo creo en la esperanza y quisiera que este film sea visto así. Pero no soy ni sordo ni ciego, así que creo que puedes tener esperanza y a la vez preocuparte con lo que está sucediendo", añadió.
Spike Lee ya tenía su final rodado, pero al ver en la CNN las impactantes imágenes de lo sucedido en Charlottesville, Virginia, donde Heather Heyer, una mujer blanca de 32 años, murió atropellada junto a otros manifestantes contrarios a los supremacistas blancos que protestaban en la ciudad. "Se cometió un homicidio, porque, diablos, sí que fue homicidio", subrayó. Lee decidió incluirlas. Para ello, obtuvo el permiso de la madre de la víctima, y esto sirvió como escena de arranque y de cierre del film, el prólogo perfecto.
Son estas imágenes, en efecto, las que vinculan "hechos no específicos, pero conectados con muchos, de aquellos años", durante la presidencia de Nixon, con el presente, con Trump, plasmado constantemente en la película a través del personaje de David Duke (el gran maestro del Ku Kux Klan): "¡America First!".
Lee acogió la ocasión para hacer referencia a los acontecimientos de los días posteriores: "Tenemos a un tipo en la Casa Blanca, no voy a decir su maldito nombre, que definió ese momento, no solo para los estadounidenses, sino para el mundo. Y ese tipo tuvo la oportunidad de decir que nos referimos al amor, no al odio. Y no denunció ni al maldito Klan, ni a esos malditos derechistas radicales ni a los nazis. Fue un momento decisivo y podría haberle dicho al mundo, no solo a los Estados Unidos, que éramos mejores que eso".
Y, entre improperios irreproducibles al empresario-presidente, enfatizó: "Perdonen mis insultos y mi lenguaje, pero ante la mierda que estamos padeciendo, no me queda más que maldecir".
Como broche de oro de esta masiva rueda de prensa, Lee buscó el silencio, se acercó al micrófono, nos miró fijamente a los ojos y con parsimonia dijo: "Háganme un favor. No piensen que lo que acaban de ver les pasa solo a los americanos. No es un problema de negros y blancos, o marrones, sino universal. Todos vivimos en este planeta, y este tipo en la Casa Blanca tiene el código nuclear. Me voy a la cama pensando en eso. Y ustedes europeos también tienen mucha mierda que manejar aquí. Analicen cómo algunos de sus líderes tratan a los emigrantes… reflexionen al respecto y actúen de consecuencia", concluyo el cineasta, que recibió su segunda salva de aplausos en 24 horas, esta vez de una sala de prensa que también se puso de pie.
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Lee despierta del letargo y resurge luego de 29 años de ausencia en el festival más prestigioso del mundo, después de la aclamada "Do The Right Thing". Abundan los twitters y mensajes en las redes sociales por parte de la crítica internacional solicitando desde ya que se le otorgue Palma de Oro.
Su nueva entrega está ambientada en Colorado Springs, en los años 70. Aunque provoco muchas risas durante la proyección, no se puede definir como comedia, ya que cuenta la historia de un policía negro (Ron Stallworth, realmente existió y es el autor del libro homónimo en el que basa el film) quien para combatir desde las entrañas al creciente Ku Klux Klan decide infiltrarse, con una estrategia, tanto ingeniosa cuanto demencial, para obviar su color de piel, naturalmente negra.
Lo encarna John David Washington (hijo de Denzel y quien fuera "Malcolm x" del propio Lee, en 1992) mientras su "alter ego" blanco, pero también hebreo, es Adam Driver, compañero de oficio. La trama le permite también al cineasta afianzar sus ideas sobre el "poder negro", a través de Patricia (Laura Harrier), líder de los estudiantes negros y de quien Ron se enamora, y burlarse de los blancos del Klan, cuyos miembros son una tropa de exaltados y descerebrados.
Como es usual, Lee oscila entre lo didáctico y lo espectacular. Se trata de una obra explosiva, desbordante de ideas y de símbolos icónicos, muy entretenida y hábilmente realizada, que reitera su empeño político y militante en la causa antirracista, pero abierta también a apoyar todos los grupos humanos hostigados. Y es que "el Ku Klux Klan no es solo un asunto entre blancos y negros. Los hebreos, por ejemplo, son los segundos en la lista", afirmo el cineasta.
"¿Queda lugar para la esperanza? Yo creo en la esperanza y quisiera que este film sea visto así. Pero no soy ni sordo ni ciego, así que creo que puedes tener esperanza y a la vez preocuparte con lo que está sucediendo", añadió.
Spike Lee ya tenía su final rodado, pero al ver en la CNN las impactantes imágenes de lo sucedido en Charlottesville, Virginia, donde Heather Heyer, una mujer blanca de 32 años, murió atropellada junto a otros manifestantes contrarios a los supremacistas blancos que protestaban en la ciudad. "Se cometió un homicidio, porque, diablos, sí que fue homicidio", subrayó. Lee decidió incluirlas. Para ello, obtuvo el permiso de la madre de la víctima, y esto sirvió como escena de arranque y de cierre del film, el prólogo perfecto.
Son estas imágenes, en efecto, las que vinculan "hechos no específicos, pero conectados con muchos, de aquellos años", durante la presidencia de Nixon, con el presente, con Trump, plasmado constantemente en la película a través del personaje de David Duke (el gran maestro del Ku Kux Klan): "¡America First!".
Lee acogió la ocasión para hacer referencia a los acontecimientos de los días posteriores: "Tenemos a un tipo en la Casa Blanca, no voy a decir su maldito nombre, que definió ese momento, no solo para los estadounidenses, sino para el mundo. Y ese tipo tuvo la oportunidad de decir que nos referimos al amor, no al odio. Y no denunció ni al maldito Klan, ni a esos malditos derechistas radicales ni a los nazis. Fue un momento decisivo y podría haberle dicho al mundo, no solo a los Estados Unidos, que éramos mejores que eso".
Y, entre improperios irreproducibles al empresario-presidente, enfatizó: "Perdonen mis insultos y mi lenguaje, pero ante la mierda que estamos padeciendo, no me queda más que maldecir".
Como broche de oro de esta masiva rueda de prensa, Lee buscó el silencio, se acercó al micrófono, nos miró fijamente a los ojos y con parsimonia dijo: "Háganme un favor. No piensen que lo que acaban de ver les pasa solo a los americanos. No es un problema de negros y blancos, o marrones, sino universal. Todos vivimos en este planeta, y este tipo en la Casa Blanca tiene el código nuclear. Me voy a la cama pensando en eso. Y ustedes europeos también tienen mucha mierda que manejar aquí. Analicen cómo algunos de sus líderes tratan a los emigrantes… reflexionen al respecto y actúen de consecuencia", concluyo el cineasta, que recibió su segunda salva de aplausos en 24 horas, esta vez de una sala de prensa que también se puso de pie.
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