Deficiente arranque del cine japonés en Cuba
- por © Frank Padrón (Cuba)- NOTICINE.com
11-IV-05
Pocas oportunidades tenemos los cubanos de ver cine oriental, a pesar de nuestras excelentes relaciones, digamos, con China. De modo que se recibe con entusiasmo la Semana de Cine contemporáneo japonés que desde el día 7 y hasta el 13 del corriente se presenta en la sala 23 y 12, del Vedado.
Lamentablemente, la premiere no sembró precisamente entusiasmo en el numeroso auditorio que concurrió al lugar: “Muerte de los maestros del té”, cinta de Kei Kumai de 1989, sobre sucesos que enrolan los planes de invasión a China y Corea en el siglo XVI del Japón feudal, resultó una soporífera y muy aburrida jornada donde, a la verdad, la deliciosa infusión supo a hiel, y ni la virtuosa actuación del mítico Toshiro Mifune pudo modificar tal sabor. Y no se trata del conocido tempo lento de este cine, que se respeta y hasta se disfruta, sino de la anemia perniciosa que padece la narración, de lo mal diseñado de los personajes, de la torpe manera con que el director se enreda al tratar de insertar la anécdota amorosa con los hechos históricos.
Esperemos que el resto de la programación, bien diseñada y con una variedad temática, genérica y cronológica aceptable, compense las penurias de este inicio.
Los espectadores que concurran a las dos tandas (5:00 y 8:00 p.m) podrán ver los films “La espina de la muerte” (1990), de Kouhei Oguri, que sigue a una pareja en el Japón de la posguerra y obtuvo Premio Especial del Jurado en Cannes; “Takeshi: días de infancia” (1990), de Masahiro Shinoda, sobre niños en la Segunda Guerra Mundial, “Mis hijos” (1991), de Yoji Yamada, acerca de las relaciones familiares en el Japón moderno; “Asesinato en el aceite infernal” (1992), de Hideo Goza, que se ambienta en una tienda de aceite en Osaka; “Sonatine” (1993), de Takeshi Kitano, sobre combates entre yakuzas y mafiosos en el archipiélago de Okinawa.
Completan la muestra: “Todo bajo la luna” (1993), de Yoichi Sai, que trata de las relaciones entre japoneses y coreanos en el Japón actual, y que ha constituido todo un suceso de la crítica en su país, incluyendo el premio Kinema Junpo (el lauro más prestigioso otorgado allí); “Ah, la primavera” (1998), de Shinji Soumai, drama familiar que recibió el premio FIPRESCI otorgado en Berlín; y “Waterboys” (2001), de Shinobu Yaguchi, cinta basada en el hecho verídico de cinco estudiantes y sus peripecias en la ciudad de Kawagoe, basada en un hecho real.
Como siempre, veremos, analizaremos y...comentaremos.
Pocas oportunidades tenemos los cubanos de ver cine oriental, a pesar de nuestras excelentes relaciones, digamos, con China. De modo que se recibe con entusiasmo la Semana de Cine contemporáneo japonés que desde el día 7 y hasta el 13 del corriente se presenta en la sala 23 y 12, del Vedado.
Lamentablemente, la premiere no sembró precisamente entusiasmo en el numeroso auditorio que concurrió al lugar: “Muerte de los maestros del té”, cinta de Kei Kumai de 1989, sobre sucesos que enrolan los planes de invasión a China y Corea en el siglo XVI del Japón feudal, resultó una soporífera y muy aburrida jornada donde, a la verdad, la deliciosa infusión supo a hiel, y ni la virtuosa actuación del mítico Toshiro Mifune pudo modificar tal sabor. Y no se trata del conocido tempo lento de este cine, que se respeta y hasta se disfruta, sino de la anemia perniciosa que padece la narración, de lo mal diseñado de los personajes, de la torpe manera con que el director se enreda al tratar de insertar la anécdota amorosa con los hechos históricos.
Esperemos que el resto de la programación, bien diseñada y con una variedad temática, genérica y cronológica aceptable, compense las penurias de este inicio.
Los espectadores que concurran a las dos tandas (5:00 y 8:00 p.m) podrán ver los films “La espina de la muerte” (1990), de Kouhei Oguri, que sigue a una pareja en el Japón de la posguerra y obtuvo Premio Especial del Jurado en Cannes; “Takeshi: días de infancia” (1990), de Masahiro Shinoda, sobre niños en la Segunda Guerra Mundial, “Mis hijos” (1991), de Yoji Yamada, acerca de las relaciones familiares en el Japón moderno; “Asesinato en el aceite infernal” (1992), de Hideo Goza, que se ambienta en una tienda de aceite en Osaka; “Sonatine” (1993), de Takeshi Kitano, sobre combates entre yakuzas y mafiosos en el archipiélago de Okinawa.
Completan la muestra: “Todo bajo la luna” (1993), de Yoichi Sai, que trata de las relaciones entre japoneses y coreanos en el Japón actual, y que ha constituido todo un suceso de la crítica en su país, incluyendo el premio Kinema Junpo (el lauro más prestigioso otorgado allí); “Ah, la primavera” (1998), de Shinji Soumai, drama familiar que recibió el premio FIPRESCI otorgado en Berlín; y “Waterboys” (2001), de Shinobu Yaguchi, cinta basada en el hecho verídico de cinco estudiantes y sus peripecias en la ciudad de Kawagoe, basada en un hecho real.
Como siempre, veremos, analizaremos y...comentaremos.