Festival de Cine Francés: ¿Por qué los cinéfilos queremos siempre más?
- por © Frank Padrón (Cuba)-NOTICINE.com
14-VI-06
La Habana imita a París no sólo porque mucho en las pantallas de sus salas lo reproduce durante el Festival de Cine Francés, sino porque durante varios días la lluvia no cesa, preludio acaso de la temporada ciclónica que ya se avecina. Sin embargo, los cinéfilos no se dejan vencer, la capital es también un festival de paraguas que frente a las boleterías, y en todas las tandas, hacen larga fila. Alguna que otra decepción junto a satisfacciones plenas es el panorama que deja el festival en su segunda semana.
Films de mujeres hay abundantes, y de seguro lo más cálido entre lo hasta ahora visto se llama “Depuis qu’Otar est parti” (Unas dulces mentiras). Al marcharse a Francia, un médico georgiano deja atrás a tres mujeres, tres generaciones diferentes de una familia, su madre, su hermana Marina y su sobrina Ada, en una dura lucha por sobrevivir en la Tbilisi actual, capital de Georgia. Otar escribe regularmente y envía ayuda económica a su madre. Un día Marina recibe una llamada que le informa que Otar ha tenido un grave accidente. Marina y Ada lo ocultan a la anciana. No por gusto la ópera prima de esta realizadora ha sido premiada en muchísimos festivales: la fuerza de esas relaciones familiares, de la caracterización en el “dramatis personae” (fundamentalmente esa anciana “estalinista”) es un hallazgo que no habitualmente se encuentra en las piezas de debutantes, pero en ésta, con esas bien manejadas trampas que se hacen estas féminas para ocultar realidades que las sobrepasan, la cosa funciona de maravillas.
Así ocurre más o menos en “Fauteuils d´orchestre”, de Danièle Thomas, sobre la relación que una joven camarera y provinciana establece en París con personajes famosos; lo notablemente relacionado de esas vidas e historias que se integran a la perfección en una (aunque quizá la del viejo coleccionista palidezca un tanto respecto a las otras), el equilibrio entre gravedad y humor y las sólidas actuaciones (Cécile De France, Valérie Lemercier, Albert Dupontel, Laura Morante, Claude Brasseur…) hacen de esta pieza coral un delicioso trayecto.
Como también ocurre en “Las muñecas rusas”, de Cedric Klapisch, la cual retoma el personaje central de la cinta anterior de este realizador -“L’Auberge Espagnole”- ahora convertido en escritor de telenovelas; él y las “mujeres de su vida” (una colega, una modelo a quien ayuda a escribir sus memorias, una amiga lésbica, una bailarina rusa que flecha a su amigo devenido cuñado...) conformarán una comedia que se burla de las soaps operas pero más todavía de las indecisiones y las incompetencias vitales que superan en ridiculez a aquellas, y sobre todo reflexiona, con una profundidad que para nada afecta su tono ligero, en torno al inevitable tema del amor.
Menor fortuna lleva “Duchas frías”, de Antony Cordier, sobre un joven yudoka con problemas económicos en su familia y sus primeros lances eróticos. El director no logra amarrar los diferentes puntos del guión, que se torna vacilante desde el punto narrativo, perdiendo tiempo en reiteraciones (por ejemplo, de los entrenamientos) y aterrizando inevitablemente en más de una zona muerta.
Otra feminista, “¿Por qué las mujeres queremos siempre más?”, reúne a tres amigas insatisfechas en sus vidas eróticas; dos de ellas casadas, una con mala suerte para las relaciones, se mueven dentro de una historia sobresaliente en personajes ingeniosamente construidos, frases chispeantes y situaciones muy bien armadas y enlazadas. Para destacar, los desempeños de las tres protagonistas, Anne Parillaud, Judith Godrèche (ya vista en “France Boutique”) y Mathilde Seigner.
No han faltado los “films de época”, aunque también en clave cómica (como se ve, es el género predominante), plenamente dentro de “Nadie diga de esta agua no beberé”, de Eric Civanyan. Aires ‘moliérescos’ para una comedia de seducciones y juegos que, por supuesto, terminan en la boda del rebelde y la cautelosa; más hacia la tónica de la aventura tradicional en “Arséne Lupin”, de Jean Paul Salomé, sobre génesis, vida y peripecias del mítico ladrón, una cinta que en cuanto a dirección artística, efectos especiales y fotografía, trasciende las limitaciones del género, pero que, sobresaliente también en su ritmo y sus actuaciones (Romain Duris y Kristin Scott-Thomas en primer lugar) se resiente por la excesiva acumulación de motivos y accidentes que llegan a hacerla farragosa, con más de un desenlace y más de un cuarto de hora sobrante.
El festival de cine francés, con lluvia o sol (ya se instalaba el ausente para inicios de semana) sigue con buen pie su paso capitalino. Quedan aún unos días y otros tantos films, de los que daremos cuenta en otra crónica.
La Habana imita a París no sólo porque mucho en las pantallas de sus salas lo reproduce durante el Festival de Cine Francés, sino porque durante varios días la lluvia no cesa, preludio acaso de la temporada ciclónica que ya se avecina. Sin embargo, los cinéfilos no se dejan vencer, la capital es también un festival de paraguas que frente a las boleterías, y en todas las tandas, hacen larga fila. Alguna que otra decepción junto a satisfacciones plenas es el panorama que deja el festival en su segunda semana.
Films de mujeres hay abundantes, y de seguro lo más cálido entre lo hasta ahora visto se llama “Depuis qu’Otar est parti” (Unas dulces mentiras). Al marcharse a Francia, un médico georgiano deja atrás a tres mujeres, tres generaciones diferentes de una familia, su madre, su hermana Marina y su sobrina Ada, en una dura lucha por sobrevivir en la Tbilisi actual, capital de Georgia. Otar escribe regularmente y envía ayuda económica a su madre. Un día Marina recibe una llamada que le informa que Otar ha tenido un grave accidente. Marina y Ada lo ocultan a la anciana. No por gusto la ópera prima de esta realizadora ha sido premiada en muchísimos festivales: la fuerza de esas relaciones familiares, de la caracterización en el “dramatis personae” (fundamentalmente esa anciana “estalinista”) es un hallazgo que no habitualmente se encuentra en las piezas de debutantes, pero en ésta, con esas bien manejadas trampas que se hacen estas féminas para ocultar realidades que las sobrepasan, la cosa funciona de maravillas.
Así ocurre más o menos en “Fauteuils d´orchestre”, de Danièle Thomas, sobre la relación que una joven camarera y provinciana establece en París con personajes famosos; lo notablemente relacionado de esas vidas e historias que se integran a la perfección en una (aunque quizá la del viejo coleccionista palidezca un tanto respecto a las otras), el equilibrio entre gravedad y humor y las sólidas actuaciones (Cécile De France, Valérie Lemercier, Albert Dupontel, Laura Morante, Claude Brasseur…) hacen de esta pieza coral un delicioso trayecto.
Como también ocurre en “Las muñecas rusas”, de Cedric Klapisch, la cual retoma el personaje central de la cinta anterior de este realizador -“L’Auberge Espagnole”- ahora convertido en escritor de telenovelas; él y las “mujeres de su vida” (una colega, una modelo a quien ayuda a escribir sus memorias, una amiga lésbica, una bailarina rusa que flecha a su amigo devenido cuñado...) conformarán una comedia que se burla de las soaps operas pero más todavía de las indecisiones y las incompetencias vitales que superan en ridiculez a aquellas, y sobre todo reflexiona, con una profundidad que para nada afecta su tono ligero, en torno al inevitable tema del amor.
Menor fortuna lleva “Duchas frías”, de Antony Cordier, sobre un joven yudoka con problemas económicos en su familia y sus primeros lances eróticos. El director no logra amarrar los diferentes puntos del guión, que se torna vacilante desde el punto narrativo, perdiendo tiempo en reiteraciones (por ejemplo, de los entrenamientos) y aterrizando inevitablemente en más de una zona muerta.
Otra feminista, “¿Por qué las mujeres queremos siempre más?”, reúne a tres amigas insatisfechas en sus vidas eróticas; dos de ellas casadas, una con mala suerte para las relaciones, se mueven dentro de una historia sobresaliente en personajes ingeniosamente construidos, frases chispeantes y situaciones muy bien armadas y enlazadas. Para destacar, los desempeños de las tres protagonistas, Anne Parillaud, Judith Godrèche (ya vista en “France Boutique”) y Mathilde Seigner.
No han faltado los “films de época”, aunque también en clave cómica (como se ve, es el género predominante), plenamente dentro de “Nadie diga de esta agua no beberé”, de Eric Civanyan. Aires ‘moliérescos’ para una comedia de seducciones y juegos que, por supuesto, terminan en la boda del rebelde y la cautelosa; más hacia la tónica de la aventura tradicional en “Arséne Lupin”, de Jean Paul Salomé, sobre génesis, vida y peripecias del mítico ladrón, una cinta que en cuanto a dirección artística, efectos especiales y fotografía, trasciende las limitaciones del género, pero que, sobresaliente también en su ritmo y sus actuaciones (Romain Duris y Kristin Scott-Thomas en primer lugar) se resiente por la excesiva acumulación de motivos y accidentes que llegan a hacerla farragosa, con más de un desenlace y más de un cuarto de hora sobrante.
El festival de cine francés, con lluvia o sol (ya se instalaba el ausente para inicios de semana) sigue con buen pie su paso capitalino. Quedan aún unos días y otros tantos films, de los que daremos cuenta en otra crónica.