Crítica: "Zama", la dulce espera
- por © EscribiendoCine-NOTICINE.com
Por Emiliano Basile
La espera terminó. Tras nueve años sin estrenar, Lucrecia Martel, la directora argentina de mayor respeto tanto a nivel local como internacional presenta su nueva película, "Zama" (2017), basada en la novela homónima de Antonio di Benedetto. Producida por Pedro Almodóvar, Alejandro Cacetta, Danny Glover, entre otros nombres muy conocidos, finalmente llega a las salas tras postergar su estreno desde junio del pasado año.
La película cuenta la historia de Diego de Zama (Daniel Gimenez Cacho), un funcionario de la corona española que espera su dilatado regreso a su patria en una colonia olvidada a orillas del río Paraná. El hombre acepta una última misión del gobernador con el fin de trucarla por su anhelada vuelta.
La novela de Antonio di Benedetto, compleja de filmar para cualquier cineasta, se vuelve ideal para el ojo cinematográfico de Martel, una experta en construir atmósferas densas y claustrófobicas realidades. Su film es intimista, transcurre bajo el punto de vista de su Don Diego de Zama (Daniel Gimenez Cacho), un hombre condenado en vida a soportar la decadencia y el sin sentido de la ocupación española de la cual forma parte, mientras sueña con su patria idealizada.
Hay un trabajo exquisito sobre la temporalidad y el espacio, muy bien trabajados por la directora de "La niña santa" (2004). Paredes derruidas, iluminación lúgubre, y un calor agobiante, se percibe en pantalla como un calvario interior del personaje. Los misterios surgen del uso del fuera de campo, con sonidos que descubren imágenes oníricas para representar un miedo surreal, presente en escena aunque nunca de manera efectista. Martel recurre al sonido ambiente y a una música incidental elaborada con instrumentos de viento para evitar efectos de edición en la generación de climas, crea la atmósfera simplemente con la puesta de cámara que encierra el microcosmos deteriorado de su protagonista.
El río como salida está al alcance del personaje, se ve en cada oportunidad pero no deja de ser un inalcanzable. Su impotencia se expresa alegóricamente por animales: cada vez que el protagonista encuentra una negativa de su gobernador para volver a Lerma, su ciudad en España. Ya sea una llama, un caballo, pescado (bagre), o gallina circulan fuera de foco el cuadro. La fuerza animal en su instinto salvaje es limitada y sepultada por el hombre en su afán de civilización. Una civilización en permanente deterioro desde su gestación.
"Zama" demuestra la inteligencia de Lucrecia Martel para diseñar las escenas, la puesta de cámara y su cosmovisión original del mundo. Un cine que se carga de violencia contenida y torna inquietante la pasividad narrativa. La larga espera para volver a reencontrarnos con su cine, valió la pena.
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La espera terminó. Tras nueve años sin estrenar, Lucrecia Martel, la directora argentina de mayor respeto tanto a nivel local como internacional presenta su nueva película, "Zama" (2017), basada en la novela homónima de Antonio di Benedetto. Producida por Pedro Almodóvar, Alejandro Cacetta, Danny Glover, entre otros nombres muy conocidos, finalmente llega a las salas tras postergar su estreno desde junio del pasado año.
La película cuenta la historia de Diego de Zama (Daniel Gimenez Cacho), un funcionario de la corona española que espera su dilatado regreso a su patria en una colonia olvidada a orillas del río Paraná. El hombre acepta una última misión del gobernador con el fin de trucarla por su anhelada vuelta.
La novela de Antonio di Benedetto, compleja de filmar para cualquier cineasta, se vuelve ideal para el ojo cinematográfico de Martel, una experta en construir atmósferas densas y claustrófobicas realidades. Su film es intimista, transcurre bajo el punto de vista de su Don Diego de Zama (Daniel Gimenez Cacho), un hombre condenado en vida a soportar la decadencia y el sin sentido de la ocupación española de la cual forma parte, mientras sueña con su patria idealizada.
Hay un trabajo exquisito sobre la temporalidad y el espacio, muy bien trabajados por la directora de "La niña santa" (2004). Paredes derruidas, iluminación lúgubre, y un calor agobiante, se percibe en pantalla como un calvario interior del personaje. Los misterios surgen del uso del fuera de campo, con sonidos que descubren imágenes oníricas para representar un miedo surreal, presente en escena aunque nunca de manera efectista. Martel recurre al sonido ambiente y a una música incidental elaborada con instrumentos de viento para evitar efectos de edición en la generación de climas, crea la atmósfera simplemente con la puesta de cámara que encierra el microcosmos deteriorado de su protagonista.
El río como salida está al alcance del personaje, se ve en cada oportunidad pero no deja de ser un inalcanzable. Su impotencia se expresa alegóricamente por animales: cada vez que el protagonista encuentra una negativa de su gobernador para volver a Lerma, su ciudad en España. Ya sea una llama, un caballo, pescado (bagre), o gallina circulan fuera de foco el cuadro. La fuerza animal en su instinto salvaje es limitada y sepultada por el hombre en su afán de civilización. Una civilización en permanente deterioro desde su gestación.
"Zama" demuestra la inteligencia de Lucrecia Martel para diseñar las escenas, la puesta de cámara y su cosmovisión original del mundo. Un cine que se carga de violencia contenida y torna inquietante la pasividad narrativa. La larga espera para volver a reencontrarnos con su cine, valió la pena.
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