Ai Weiwei exige en la Seminci más implicación de gobiernos para rescatar a refugiados
- por © Jon Apaolaza (Valladolid)-NOTICINE.com
Hasta ahora, la Seminci, que fue uno de los primeros festivales generalistas en dedicar un apartado importante a los documentales, Tiempo de Historia, había circunscrito el género a esa sección, pero con "Marea humana / Human Flow", del artista chino Ai Weiwei, ha querido hacer una excepción, según justificó su director, Javier Angulo, este lunes, al presentar al ahora cineasta. "Hay veces que la realidad supera a la mejor de las ficciones", sentenció.
"Marea humana / Human Flow", que se estrenó el pasado septiembre en la Mostra Veneciana, es un documental "de autor", cuyas cifras impresionan (900 horas grabadas en 23 naciones), aunque quedan pequeñas ante la magnitud del problema que se describe, y que afecta en todo el planeta a no menos de 65 millones de personas. El propio Weiwei asume que a pesar de la veintena larga de países que visitó para grabar imágenes y entrevistas, le quedó América del Norte y Sur, y subraya que el de los refugiados que huyen de guerras, represiones y de la miseria, es un problema de todos, "una crisis humanitaria mundial", que le superó a él mismo, cuando tras empezar grabando con su propio teléfono (del que no se desprende y con el que interactuó durante el encuentro con la prensa), decidió sumar equipos más profesionales.
A "Human Flow", que dura dos duras horas y 20 minutos, se le ha achacado la presencia frecuente en pantalla de su propio autor, pero Weiwei se defiende diciendo que "quería darle un toque personal y realista, que no se pareciera a un reportaje de la televisión americana en el tono de 'somos los dueños del mundo'. Yo salgo para decir que hay que implicarse, que participar".
En su opinión, en el documental hay mucho silencio, el de las víctimas de los males del mundo que huyen con la esperanza de encontrar un mejor lugar para vivir en paz, trabajar y educar a sus hijos, "ese silencio es una denuncia por el grito que nosotros no hemos lanzado".
Ai Weiwei dice que no tenía demasiada información previa sobre el asunto, aunque su proximidad a los refugiados nace de su propia experiencia personal, en la niñez. "Mi padre era un escritor con sus propias ideas. Durante la Revolución Cultural, cuando yo era pequeño, nos mandaron a toda la familia a la otra punta de China, y él lo pusieron a limpiar letrinas, un trabajo que le generó graves secuelas de salud. Tuvimos que excavar la tierra para hacer una cueva en la que dormíamos sobre pajas. Yo también fui a mi manera un refugiado, pasé por las penurias que ahora sufren miles y miles de personas de diferentes razas, religiones y nacionalidades", afirma.
"Con la moderna tecnología se difunde su problema. Vivimos en un mundo en el que ahora hace falta globalizar los derechos humanos, pero las autoridades de los países y las instituciones internacionales hacen la vista gorda, y yo hago un llamamiento para que dejen de regirse sólo por intereses económicos y reaccionen. Si no, vamos a dejar un mundo caótico", añade el multidisciplinar artista y disidente chino.
Destaca que hay algunas excepciones, y confiesa su admiración hacia el gobierno griego que "por su tradición y su cultura no se permite abandonar a los refugiados que llegan a su país, a pesar de sus limitaciones. Es un ejemplo a seguir. A todos hay que contemplarlos como personas. Si no cumplimos con nuestros principios morales y humanos, la democracia es una mentira".
Sobre su propia implicación, Weiwei no tiene dudas: "Mis amigos me dicen siempre que esto es la consecuencia de la política de los demás, pero nos está afectando a todo el mundo. Debemos reaccionar". Agrega que además, para él "el arte está vinculado a la política, si no, es superficial. Ese arte que refleja los derechos humanos es importante. es un signo de un país democrático".
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"Marea humana / Human Flow", que se estrenó el pasado septiembre en la Mostra Veneciana, es un documental "de autor", cuyas cifras impresionan (900 horas grabadas en 23 naciones), aunque quedan pequeñas ante la magnitud del problema que se describe, y que afecta en todo el planeta a no menos de 65 millones de personas. El propio Weiwei asume que a pesar de la veintena larga de países que visitó para grabar imágenes y entrevistas, le quedó América del Norte y Sur, y subraya que el de los refugiados que huyen de guerras, represiones y de la miseria, es un problema de todos, "una crisis humanitaria mundial", que le superó a él mismo, cuando tras empezar grabando con su propio teléfono (del que no se desprende y con el que interactuó durante el encuentro con la prensa), decidió sumar equipos más profesionales.
A "Human Flow", que dura dos duras horas y 20 minutos, se le ha achacado la presencia frecuente en pantalla de su propio autor, pero Weiwei se defiende diciendo que "quería darle un toque personal y realista, que no se pareciera a un reportaje de la televisión americana en el tono de 'somos los dueños del mundo'. Yo salgo para decir que hay que implicarse, que participar".
En su opinión, en el documental hay mucho silencio, el de las víctimas de los males del mundo que huyen con la esperanza de encontrar un mejor lugar para vivir en paz, trabajar y educar a sus hijos, "ese silencio es una denuncia por el grito que nosotros no hemos lanzado".
Ai Weiwei dice que no tenía demasiada información previa sobre el asunto, aunque su proximidad a los refugiados nace de su propia experiencia personal, en la niñez. "Mi padre era un escritor con sus propias ideas. Durante la Revolución Cultural, cuando yo era pequeño, nos mandaron a toda la familia a la otra punta de China, y él lo pusieron a limpiar letrinas, un trabajo que le generó graves secuelas de salud. Tuvimos que excavar la tierra para hacer una cueva en la que dormíamos sobre pajas. Yo también fui a mi manera un refugiado, pasé por las penurias que ahora sufren miles y miles de personas de diferentes razas, religiones y nacionalidades", afirma.
"Con la moderna tecnología se difunde su problema. Vivimos en un mundo en el que ahora hace falta globalizar los derechos humanos, pero las autoridades de los países y las instituciones internacionales hacen la vista gorda, y yo hago un llamamiento para que dejen de regirse sólo por intereses económicos y reaccionen. Si no, vamos a dejar un mundo caótico", añade el multidisciplinar artista y disidente chino.
Destaca que hay algunas excepciones, y confiesa su admiración hacia el gobierno griego que "por su tradición y su cultura no se permite abandonar a los refugiados que llegan a su país, a pesar de sus limitaciones. Es un ejemplo a seguir. A todos hay que contemplarlos como personas. Si no cumplimos con nuestros principios morales y humanos, la democracia es una mentira".
Sobre su propia implicación, Weiwei no tiene dudas: "Mis amigos me dicen siempre que esto es la consecuencia de la política de los demás, pero nos está afectando a todo el mundo. Debemos reaccionar". Agrega que además, para él "el arte está vinculado a la política, si no, es superficial. Ese arte que refleja los derechos humanos es importante. es un signo de un país democrático".
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